Prólogo

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Tomé su mano que me condujo hasta el estacionamiento en donde vi su Mercedes AMG C63 color gris estacionado. Mis ojos siguieron el movimiento de sus manos mientras abría la puerta del copiloto para que yo entrara, por inercia sonreí ganándome su correspondencia. Fue hasta el otro lado del auto y subió al puesto del conductor; puso la calefacción y luego prendió la radio que tenía un volumen bajo. Movió su dedo sobre la pequeña pantalla buscando otra canción entre todas las estaciones de radio y cuando por fin la encontró, subió un poco más el volumen.

True Colors de Cyndi Lauper era la canción que estábamos escuchado mientras conducía. Conocía la canción y verdaderamente me gustaba, muchas veces me sentía bastante identificada con la letra.

Sentí su mirada curiosa sobre mí y volteé a verla, sus ojos conectaron conmigo lo máximo que pudo debido a que iba conduciendo.

"¿A dónde me llevas?", le pregunté.

"¿A dónde quieres ir?", contestó.

Me encogí de hombros sin saber muy bien qué decir.

"Tengo hambre", fue todo lo que respondí.

Vi cómo giró el volante, entrando a una calle que no conducía hacia ningún lugar que conociera. Observé lentamente el movimiento de sus manos mientras se deslizaban por el objeto circular, luego una de estas, la derecha exactamente, bajó a la palanca y la movió hacia adelante, el auto reaccionó y tomó más velocidad.

Tuve que quitar mi vista porque sino sospecharía, así que ahora miraba por la ventana. Algunas gotas de lluvia rodaban por el vidrio, estaba comenzando a lloviznar.

"¿Te gusta la pizza?", preguntó mientras volvía a girar el volante para conducir el auto hasta el estacionamiento de un McDonalds. Fruncí el ceño.

"Me encanta", dije yo esperando su respuesta de vuelta, pero estaba en la tarea de poner el auto en la cola para el autoservicio.

"Pues hoy comeremos hamburguesa", dijo en tono burlón; yo reí.

"No hay problema", nada es problema cuando estoy contigo, en realidad.

"¿Qué vas a querer?", cuestionó varios minutos después, cuando estábamos más cerca al citofono.

"Lo que tú pidas está bien", asintió y vi como sacaba su cartera pero negué, yo iba a pagar lo mío.

"Insisto", dijo antes de que yo siguiera negándome y terminé aceptando, uno de sus ojos verdes me guiñó.

Pidió un par de hamburguesas con doble carne, sodas y las indispensables papitas fritas.

"¿Te gusta ver la ciudad?", confirmé enseguida. Amaba ver el paisaje nocturno y aún más, amaba Miami.

Tras esa conversación, condujo hasta un mirador bastante bonito en donde podíamos contemplar el panorama mientras comíamos. Una vez llegamos al lugar me ofreció su chaqueta, estaban cayendo unas gotas suaves de lluvia y aunque volví a negarme ella volvió a insistir.

Nos recostamos sobre el auto y empezamos a comer mientras mirábamos y escuchábamos la ciudad. La hamburguesa estaba deliciosa, o no sabía si simplemente era la emoción que hacía que todo me pareciera perfecto en ese momento, pero es que lo era. Había tenido una cita con mi ahora amor imposible, estábamos viendo la ciudad nocturna mientras comíamos y mejor aún, habíamos estado hablando toda la noche sin que me diese un ataque de pánico. Además, tenía puesta su chaqueta que olía a menta de limón, y el viento llenaba mis fosas nasales del olor que desprendía su cabello: fresas.

Todo era perfecto, solo había un problema.

No era real.

Era un sueño.

Dream of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora