Quince

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Estacioné mi auto en la playa, justo en donde me había indicado. Bajé y caminé por la arena hasta las rocas que había mencionado, aunque yo aún no la veía; cuando estuve más cerca, pude observarla y fui a sentarme junto a ella.

— ¿Desea compañía, señorita? — fue lo primero que dije al acercarme.

— Solo de usted, por supuesto. — dijo en el mismo tono y me senté a su lado con una sonrisa.

— Hola. — dije viéndola a los ojos que lucían mucho más claros debido a la luz del sol y el reflejo del mar.

— Hola. — respondió sonriente. — Gracias por venir. — desvió su mirada.

— No me agradezcas. ¿Quieres contarme qué pasó? — sugerí sintiendo la brisa chocar en mi rostro.

— Peleé con mamá. — murmuró apenas audible.

— ¿Por mí? — pregunté curiosa.

— Por muchas cosas. — respondió y apretó sus labios.

— Pero una de esas soy yo, ¿verdad? — hizo una mueca.

— En realidad, fue más por Sebastian. — me sorprendí pero aquello me relajó.

— ¿Qué ha dicho respecto a ese tema?

— Que no puede creerlo. Que no puede creer que Sebastian sea así y que debería darle otra oportunidad porque seguro no estaba pensando con claridad. — estaba furiosa y yo también. — Basura.

— No entiendo cómo puede no apoyarte.

— Ella se enamoró de Sebastian más que yo. — bromeó. — Fue la única esperanza que llegó a su vida a decirle que yo "no era una lesbiana". Fue por eso. — mordí mi labio inferior y volteé mi cara.

— Siento ocasionarte tantos problemas.

— ¿Tú crees? — bromeó otra vez y se puso de pie. — Todo está bien. — completó al final. — No fue tu culpa, ya deberías saberlo.

— Sí, lo sé, pero aún así siento algo de ello algunas veces.

— Pues ya no lo hagas más. — volvió a decir. — ¿Quieres ir al cine? — preguntó luego y me puse de pie también.

— ¿Al cine? — pregunté luego.

— Así es. — aclaró. — ¿No quieres?

— Claro que quiero, es decir, a donde sea contigo. — sonreí al hablar y ella me imitó.

— Vamos entonces. — dijo y por primera vez en mucho tiempo, me tomó de la mano.

Bajamos las rocas con mucho cuidado, ella me ayudó, y luego fuimos hasta el estacionamiento en donde estaba mi auto.

— ¿Y tu coche? — le pregunté.

— Vine en taxi. — respondió. — Iremos en el tuyo.

— Claro, por supuesto. — acepté acercándome al auto.

— ¿Qué hacías cuándo te llamé? — cuestionó curiosa.

— ¿La verdad? — pregunté sacándole seguro a las puertas. Ella asintió. — Conducir sin rumbo. — frunció el ceño.

— ¿Conducir sin rumbo? — preguntó de nuevo mientras abría su puerta y yo la mía.

— Así es. Suelo hacerlo cuando estoy aburrida o estresada, o cuando solo quiero pensar, o todas. — expliqué encogiéndome de hombros, ya dentro del vehículo.

— ¿Y es que te regalan el combustible o algo así? — reí fuertemente cuando hizo la pregunta mientras encendía el motor.

— Tienes razón, gasto mucho combustible.

Dream of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora