Dieciocho

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Los días en el centro no eran tan malos. Podía distraer mi mente mientras dibujaba, escribía poemas, hacía ejercicio o jugaba al ajedrez con algunos de los otros chicos que estaban en el lugar. Pero las noches eran sin duda alguna lo peor, porque mi mente estaba lo suficientemente desocupada cómo para pensar en todos los errores que había cometido y empezar a arrepentirme. Todo sería tan distinto si no hubiera tomado esa estúpida decisión, de hecho, todo hubiera sido tan diferente si aquel día hubiese rechazado el mensaje de papá y me hubiera ido a almorzar con Camila. Todo hubiera sido diferente de no ser mi madre, de no ser por haberla enfrentado antes. De no ser por mí.

"Entonces ¿no quieres morir", sonó la voz de mi psicóloga y negué enseguida.

"Ahora quiero vivir más que nunca", confesé en un susurro.

"¿Es por Camila?", tan pronto escuché su nombre las mariposas empezaron a volar por mi estómago y mi corazón corrió a toda prisa; esbocé una sonrisa.

"Es por Camila", confirmé.

"¿Tienes planes con ella?", preguntó la mujer y enseguida afirmé.

"Tengo muchos, aunque ella dice que tiene otros pensados pero tenemos toda la vida para cumplirlos todos", comenté y ella sonrió. "Me gusta el color de sus ojos, señorita Gomez, me recuerdan a los de mi novia", dije sin parar de mirarla a los ojos, entonces empecé a recorrer por su cara y me di cuenta de algunas cosas. "Un momento, un momento, ¿en dónde dice usted que nació?", ella pareció sonreír con victoria y se puso de pie frente a mí.

"Puerto Rico", contestó y mis ojos se abrieron de par en par. "Lauren, déjame decirte algo", murmuró y la miré atentamente. "Te he estado estudiando desde el comienzo, incluso desde antes que me correspondiera tu caso. Cuando llegaste, en la primera semana, estuviste con tres psicólogos diferentes. Dos de ellos te gustaron, uno no. El que no te gustó fue el doctor Walton, pero las que te gustaron fueron la doctora Rodríguez y la doctora Hilton. Rodríguez es completamente latina y en sus rasgos físicos se nota, y Hilton tiene padres y abuelos cubanos y en sus rasgos físicos también se nota. Yo soy latina y en mis rasgos físicos se nota", pausó un momento y yo estaba tratando de comprender lo que decía. "Camila es latina y en sus rasgos se nota", concluyó y algo hizo click en mi cabeza.

"Tratas de decir que..."

"Se te hizo mucho más fácil confiar en nosotras por el parecido que tenemos con la mujer que amas, porque eso es lo que ella te genera: paz y confianza", finalizó.

"¿Y eso es bueno o malo?", pregunté confundida e hizo una mueca.

"¿Por qué sería malo si ella te da paz y tranquilidad?", repitió de vuelta. "Mira, la dependencia emocional jamás será sana, pero todo depende de la relación de la que se habla, y tú y Camila son una relación sana. Se respetan, se quieren, se tienen en cuenta, no se tratan mal, se defienden, se piensan, se extrañan, se buscan, se esperan, etcétera. No tiene nada de malo, Lauren", contestó por fin. "Pero me preocupa algo", la miré fijamente esperando que hablara. "Sabes que no eres un superhéroe, ¿verdad?", fruncí mi ceño.

"¿A qué viene eso?", cuestioné.

"A que después de tu pesadilla con Camila seguramente vas a ser sobreprotectora cuando salgas de aquí", apreté mi mandíbula mirando hacía otro lugar. "Si no es que ya lo eres", miré fijamente sus ojos apretando mis labios.

*Flashback*

Estaba acostada con Camila en la cama de la que era mi habitación en aquel centro clínico. Era pequeña, pero bastante cómoda, y eso hacía que la latina estuviera casi encima de mí así que lo hacía mucho mejor.

Dream of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora