Diecisiete

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El dolor de mi corazón ahora se había esparcido por todo mi cuerpo, incluso sentía que vomitaría en cualquier momento, pero ¿cómo no?, si la que había muerto en mis brazos era el amor de mi vida.

Solo habían pasado dos días desde que ella había dejado de respirar, pero se sentían como 10 años. Sentía que estaba atrapada en aquella burbuja de dolor y solo dolor, porque ahora todo estaba mal. No me gustaba el olor a flores que salía del jardín de la vecina. No me gustaba el pequeño perro que paseaba por la acera, no me gustaba. No me gustaba el azul del cielo, ni las puestas de sol que me ofrecía la playa. No me gustaba el mar, no me gustaba la música, no me gustaba la televisión, no me gustaba comer ni mucho menos caminar. No me gustaban los niños, las caridades, ni los conciertos benéficos. No me gustaba cantar, no me gustaba bailar.

No me gustaba el mundo, no me gustaba sin ella. No me gustaba nada sin ella.

Había un ataúd en medio del lugar, todos estábamos de pie alrededor de este, pero yo realmente no visualizaba a nadie, solo al ataúd, porque allí estaba ella y nadie más merecía que le mirara, solo ella.

No escuché ni una sola palabra de lo que el sacerdote decía; en todo el tiempo del velorio solo estuve pensando en hallar más razones por las que la muerte de Camila era mi culpa. Solo pensaba en que si no hubiera sido por mí, ella estaría viva, y sí, quizás yo seguiría con un abusador, pero ella estaría viva, no tendría a sus padres mirándome como si fuera la peor escoria del planeta Tierra, ni tendría a JJ ni a Dinah odiándome en silencio, ni mucho menos me sentiría tan sola como lo hago desde que ella cerró sus ojos para siempre. No viviría con la culpa de su muerte, aunque era lo menos que me merecía, porque Camila era la última persona en el mundo que debería estar muerta, pero era quién lo estaba.

"¿No quieres decir unas palabras?", preguntó mi padre en mi oído. No lo miré, solo ajusté mejor mis lentes de sol y negué levemente con la cabeza. "A Camila le gustaría que..."

"Camila está muerta", dije de golpe haciendo que él dejara de hablar.

"Lo siento"

Como si fuera posible, mi pecho empezó a quemar aún más fuerte cuando vi que empezaban a hundir el cajón en el agujero que había en la tierra. Con una pala y arena, empezaron a taparlo, y mi mente solo estaba concentrada en los sollozos de las personas de alrededor, sobre todo los de su familia, pero aunque sabía que a ellos les dolía, estaba segura que a nadie le dolía como a mí, porque ellos estaban perdiendo a su hija pero yo estaba perdiendo a mi alma gemela. Porque había pasado media vida buscando a el amor de mi vida y ahora que lo había encontrado tendría que pasar la otra media vida intentando olvidarlo.

"Quiero irme con ella", musité con dolor ganándome la mirada de muchos. "Quiero irme con ella", repetí mientras caía en el césped y me derrumbaba por completo empezando a llorar como si eso fuese a arreglar algo.

"No, hija...", susurró mamá.

"Quiero irme con ella", insistí casi rogándole por su permiso.

"Lauren, hija"

"Quiero irme con ella", susurré nuevamente. "Quiero irme con ella, por favor"

"Basta, Lauren", pidió papá tomándome del brazo para que me levantara pero me opuse.

"Quiero irme con ella", comencé a golpear el suelo. "Quiero irme con ella, por favor. Quiero hacerlo, quiero irme con ella", volví a suplicar. "Quiero irme, quiero irme, quiero irme. No puedo vivir sin ella, no puedo vivir sin Camila. Déjenme ir con ella"

Dream of YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora