Los tres desearon que fuera Keseb quién hubo creado un enorme portal esférico en medio del prado, más la ampliada y distorsionada imagen de la brecha espacial no mostraba ninguna ubicación conocida por ellos. En su lugar había una enorme habitación demasiado elegante y moderna como para provenir de Ferus. Parecía ser un castillo recientemente construido por alguien al que no le faltaban recursos.
Tres Gigantes salieron del portal con sus lanzas y escudos de cristal indestructible. Dos eran gemelos de pelo largo y rostro bien afeitado, el otro tenía el cabello corto y una barba poblada. Los tres estaban cubiertos de escamas verdes de la cintura para abajo y tenían cabezas de Serpiente reemplazando a los dedos de sus pies. Las armas de los gemelos eran transparentes; las del barbudo, rosas (elemento aire).
—Por favor, díganme que Keseb envió Gigas para ponernos a prueba de nuevo —dijo Quimera.
—Piensa en otra posibilidad —dijo el Gigas barbudo.
—Nahash —concluyó Escila con pesadumbre y sin mucha dificultad.
—¿Qué Gigantes son ustedes? —preguntó Orión.
—Soy Tufo —dijo el Gigante Mayor de armas rosas—, el Tifón de la Gigantomaquia.
—Soy Equidnades —dijo uno de los gemelos—, Hijo de Equidna.
—Y yo soy Tifaón —dijo el otro—, Hijo de Tifeo.
—Ninguno de los dos desciende de Gea y Urano, de modo que no son Gigas de verdad —le dijo Quimera a los gemelos—, solo son Gigantes Menores que los imitan.
—No por eso somos menos peligrosos —replicó Equidnades.
—¿Crees que puedes neutralizar a los dos espurios con tus tentáculos? —le preguntó Quimera a Escila—. Orión y yo intentaremos neutralizar al Gigas.
—Tú y Orión acabarán primero con los gemelos —ordenó la escolta—. Yo mantendré ocupado al Gigas hasta que ustedes puedan ayudarme a someterlo. Mi veneno no le hará nada, pero mis tentáculos y mi florete quizás lo retrasen.
Quimera pasó de humano a León y de León a Dragón. Orión y Escila materializaron sus armas de cristal y también se convirtieron en espíritus. Quimera y Orión corrieron hacia los Gigantes Menores y la Ninfa se deslizó por el accidentado y para nada liso suelo dando vueltas alrededor de Tufo.
Quimera era el que más complicaciones tenía gracias al tiempo límite de su forma superior. Y si a eso se le suma la energía gastada en volar, pelear físicamente contra las armas de su oponente y disparar orbes de fuego, su período como Dragón iba a ser mucho más corto de lo habitual. No quería ni imaginar lo que le pasaría si esa lanza indestructible quedaba atravesada en su cuerpo superior mientras su fuerza vital se consumía. Tal vez moriría por agotamiento antes que por desangramiento. El lado bueno era que su forma superior era más grande y pesada que el Gigante Menor, teniendo así una mayor chance de derribar a su oponente con tan solo unas pocas acometidas.
Orión y Tifaón luchaban lanza contra lanza, limitándose a usar sus escudos solo cuando sabían que la acometida enemiga podía dejarlos fuera de combate. Orión era el que más precauciones tomaba durante esa pelea debido a la posibilidad de que las piernas ofidias del Hijo de Tifón pudieran asestarle una patada venenosa en un momento de desesperación o bien, cuando menos se lo esperara. Cuando se trata de soldados de Nahash, uno debía estar prevenido de las artimañas más ruines y, a la vez, preparado para responder de igual forma como un inevitable y desesperado intento por tomar la ventaja.
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Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de Tabula
FantasyLuego de sufrir una humillante derrota cerca del final de un evento masivo, el avatar de la Quimera empieza de mala gana su primera misión como emisario de Axis. Junto a sus dos compañeros de equipo deberá recorrer la región de Ferus para reclutar a...