26-El último equipo de pseudo-aves (por el momento)

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Cuando ya no le quedó más fuerza, Quimera regresó a su forma humana y se dejó guardar en una de las bolsas de provisiones que colgaba del cinturón de Orión para poder descansar. Escila le dijo al despreocupado Gigante que se avispara porque otro trío volador se dirigía hacia ellos. Eran un Buitre y dos Búhos.

—Esto parece fácil —consideró Orión.

—¡Acaben primero con el Gigante! —le dijo un Búho hembra a compañeros.

El Buitre y el otro Búho destellaron, alcanzando el mismo tamaño que Orión. Los Gigantes tenían cuerpos humanoides, aunque sus cabezas y colas eran claramente de Oso. Estaban cubiertos de pelo marrón y tenían afiladas garras en manos y pies. Esos y sus ropas y dientes afilados recordaban a los antropófagos Lestrigones que estaban luchando más adelante.

—¿Hombres-Oso-Gigantes? —preguntó Orión extrañado.

—Algunas versiones del mito de esos Hombres-Osos dicen que también cuentan Gigantes por venir de Tracia, la tierra natal de esa raza —explicó Escila—. Estos tipos son Oreo y el Agrio-Menor.

—¿Agrio-Menor? —preguntó Orión.

—Hay un Gigas que también se llama así —explicó Escila.

El Búho hembra también destelló, adoptando una forma humanoide inferior de tamaño humano. Tenía un mandoble de cristal transparente.

—Y ella debe ser Polifonte —dijo Escila—, la <<madre espiritual>> de esos Hombres-Oso y que también fue convertida en ave por los Dioses.

—Agárrate bien —le dijo Orión a Quimera—, porque nos vamos a mover mucho.

Agrio y Oreo atacaron a Orión con sus zarpas, Escila y Polifonte luchaban florete contra mandoble. Orión solo se limitaba a bloquear las acometidas de los gemelos porque, gracias a la información proporcionada por Escila, sabía que esos Hombres-Osos estaban en una forma superior y que regresarían a sus formas aviarias transmutadas cuando su energía terminara de consumirse. Por otro lado, la Halíade se mantenía en su forma inferior porque necesitaba de la agilidad de un cuerpo bípedo para enfrentar a Polifonte, cuya forma humanoide era, irónicamente, más peligrosa que la regular. Durante los primeros intercambios de acometidas, la escolta concluyó que hizo bien en no atacarla con sus tentáculos, que bien pudieron haber sido decapitados con un solo espadazo, lo que le hubiera significado una muerte por desangramiento.

Pese a que Quimera estaba bien agarrado a las paredes de cuero de la enorme bolsa del Gigante, su cuerpo no pudo evitar agitarse violentamente de un lado al otro. Así debió sentirse el Horror cuando estuvo a la deriva en las corrientes subterráneas del volcán al que fue arrojado. Y por si no fuera suficiente, las cientos de pequeñas bolsas con provisiones saltaban y golpeaban la cara y otras partes del cuerpo de Quimera con cada movimiento que realizaba su compañero Gigante.

De los mareos pasó a las náuseas. Menos mal que había digerido su desayuno unas tres horas antes de que iniciara la triple confrontación. No obstante, aún le quedaba ácido estomacal, y si Orión no terminaba con los Hombres-Oso antes de que el líquido subiera a su tráquea, la colosal bolsa de alimentos iba a quedar <<profanada>> por el León al estilo Caribdis.

Aun cuando solo se limitó a bloquear la mayoría de los zarpazos de Agrio y Oreo (sufrió una que otra herida superficial), el plan salió según lo esperado. Los gemelos se vieron forzados a regresar a sus formas aviarias y el Cazador preparó su arco y tres flechas. Le dio una a Agrio, otra a Oreo y la última a ocupada Polifonte. Las puntas de los tres proyectiles terminaron clavadas en la tierra, dejando a los cadáveres transmutados un tanto alzados, como si formaran parte de la grotesca exhibición/colección de cuerpos empalados de Vlad III.

—Estos tres también son del Pueblo de los Transmutados —le dijo Escila a Orión.

El Gigante retiró las flechas a los falsos cadáveres, esperó a que regresaran a sus formas humanas, los tomó entre sus manos y corrió hasta donde el Ciprés estaba luchando y recolectando.

Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora