10-Condiciones específicas

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Nadas más al salir de una zona boscosa de una región montañosa, los peregrinos avistaron a tres figuras encapuchadas paradas sobre la parte superior de una enorme roca. Parecían jueces o <<segadores>> sobrenaturales a punto de dictarle una sentencia funesta al trío de jóvenes, solo les faltaba señalarlos con unas manos esqueléticas. Los cuerpos de los misteriosos personajes brillaron y crecieron hasta alcanzar el mismo tamaño de la forma espiritual de Orión.

Uno se veía completamente normal sin contar la ridícula y colorida trusa digna de un luchador de wrestling profesional que vestía. Su lanza y escudo eran de cristal transparente.

El segundo tenía tres cabezas, seis brazos y dos piernas extremadamente anchas con quince dedos en cada pie (tres de cada tipo, en este caso). También tenía una lanza y un escudo de vacío.

El tercero estaba hecho de bronce y tenía enromes alas en su espalda. Su lanza y escudo eran de cristal gris: el elemento metal.

Los tres Gigantes comenzaron a caminar hacia los emisarios.

—Un Robot —dijo Orión, impresionado.

—Autómata —corrigió Escila—. Es como un Robot, pero animado con magia en lugar de ciencia. El Gigante de Bronce que tenemos adelante se llama Talos.

—Y el Gigante Triple es Gerión —asumió Quimera.

—Y el que se ve normal debe ser una versión agigantada de... Batista —dijo Orión seriamente.

—No empieces —le dijo Quimera—. No tenemos tiempo para tus chistes malos.

—Iré por Talos —dijo Escila—. Orión, ve por Gerión.

—Te salió un verso sin esfuerzo —dijo el Gigante, sonriente.

Los tres se transformaron y corrieron hacia sus respectivos oponentes. Quimera pasó a su forma superior y se abalanzó sobre el Gigante de calzoncillos coloridos. Tenía la intención de matarlo con tan solo un zarpazo para después ir a ayudar a sus compañeros a terminar con los otros dos Gigantes antes de que se le acabara el tiempo de uso a su forma de Dragón. Con sus tres fauces le arrancó grandes pedazos de carne de la parte superior del torso al Gigante de trusa colorida, logrando que muriera desangrado unos segundos después.

O eso fue lo que creyó. Porque al alejarse del cadáver, la sangre derramada volvió a entrar a su cuerpo a través de sus heridas como si estuviera viva. Los pedazos de carne que el Dragón tenía en sus bocas volaron hasta reconectarse con su cuerpo. El Gigante volvió a abrir los ojos.

—No creías que iba a resultar tan fácil, ¿verdad? —preguntó.

—¿Quién eres? —preguntó Quimera—. Nunca antes había escuchado de un Gigante inmortal que no pareciera un Gigas.

—Intenta adivinar: Empieza con <<An>> y termina con <<Teo>>.

—Este... —dijo Quimera, pensando nerviosamente. Ignoraba que acababan de decirle las dos únicas sílabas que componían el nombre de su oponente.

Escila pasó a su forma inferior, disparó un orbe de agua para aturdir al Gigante de Bronce un momento y, luego tomarse un segundo para pensar, eligió clavar su florete en la zona inferior de la pierna derecha de Talos. El Gigante mandó a volar a la chica y a su florete con una <<suave>> bofetada. La herida en su pierna se cerró formando una especie de costra inorgánica.

Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora