22-El ataque de los transmutados

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Los enemigos que tenían más cerca eran animales con tamaños superiores a los de sus antepasados extintos. La primera era una Tortuga de diecisiete pies de largo (misma dimensión que el Neade-Archelon), el segundo era un Saltamontes de diez pies de largo (Neade-Jaekelopterus) y el tercero era un Pez Piloto de cincuentaiséis pies de largo (Neade-Megalodon) con la habilidad de levitar.

—No me lo digan —adivinó Orión—: Voy por el <<pececito>>.

—Se llama Pompilo —informó Escila.

—Yo me encargo de Quelona —dijo Quimera.

—Supongo que no me queda otra que encargarme de Titono —dijo Escila—. Recuerden que no hay que matar a los ferusianos, especialmente a aquellos cuyos pueblos están en las tres facciones. Les ofreceremos amnistía a cambio de información y/o apoyo en las futuras batallas.

Quimera y Orión se alejaron corriendo.

—Prepárate para ser brocheta —dijo el Gigante.

Pompilo voló (aunque era más correcto decir que <<nadó>> por el aire) a toda máquina y embistió el escudo de Orión con su pesado cuerpo, que era casi casi dos más grande que el del Gigante. Orión en ningún momento de su vida se esperó salir disparado en su forma espiritual, que por lo general resistía cualquier impacto producido por enemigos incluso más grandes y pesados que ella.

Quimera se paró delante de Quelona, la Oréade (o Ninfa-Montés) convertida en Tortuga, y se puso a analizar la situación: la quelonia era más lenta que él, pero también más larga y pesada. Su mandíbula tenía forma de pico afilado, su caparazón estaba cubierto de púas y tenía largas y afiladas garras en sus cuatro patas. Para terminar su observación, disparó un orbe rojo de fuego solo para ver que la reptil le respondía con una esfera morada de piedra: Tenía desventaja elemental ante ella.

Escila tenía planeado deslizarse hasta Titono, más el Saltamontes voló directamente hacia ella en un abrir y cerrar de ojos. El artrópodo tenía el mismo orbe de vacío que Orión y Pompilo, y lo usó repetidamente sobre el torso humanoide de la Ninfa al tiempo que detenía a sus seis cabezas bestiales clavándoles las pequeñas pero afiladas puntas de sus tres pares de patas.

Orión arrojó su lanza transparente al cuerpo de Pompilo, que maniobró un poco para que el arma no terminara clavada en una zona de vital importancia. El Cazador corrió por el campo de batalla asegurándose de no aplastar a sus aliados y desató su arco. Disparó tres flechas a la enorme cabeza del Pez Piloto, acertando todas entre los ojos, pero en un punto algo elevado. Ningún proyectil logró atravesar el alargado cerebro del Pez Piloto. El Gigante ignoraba (u olvidaba, cualquiera de las dos es válida) que se encontraba algo más abajo de lo que imaginaba. Solo era <<El Cazador>> de nombre.

—¡Te voy a partir en dos de un solo mordisco! —juró un adolorido y furioso Pompilo.

—¡No puedo morir! —afirmó Orión en tono desesperado—. ¡Soy Chayanne!

—¡¿En serio?!

—¡No! ¡Muaaaaajajajajajajaja! ¡Todos caen en esa!

—¡Te voy a desollar vivo!

Mientras tanto:

—¡Ríndete! —exclamó Quimera.

—¡No! —respondió Quelona.

—¡Última oportunidad: Ríndete, ahora!

—¡Que no!

Unos segundos atrás, Quimera había logrado saltar a la espalda de Quelona, pinchándose un poco sus patas delanteras con la espinosa coraza. Permaneció sentado sobre el caparazón por un rato pensando que el peso de su cuerpo haría colapsar a la Tortuga, algo que al final no sucedió.

Quelona se escondió dentro de su caparazón, y una vez que su vientre quedó pegado al suelo, comenzó a girar y deslizarse de un lado al otro como una peonza. Quimera cayó de lado y habría sido atropellado por la fortaleza móvil de no haberse reincorporado y apartado de su trayectoria justo a tiempo.

Cuando eludía una embestida de la quelonia, el felino le disparaba orbes de fuego que la aturdían un poco, reduciendo mucho su velocidad de rotación y desplazamiento. Al cabo de unos minutos, ambos optaron por detenerse un momento para recuperar un poco de energía.

Quelona estaba tan cansada como mareada. Tardó un momento en orientarse porque la cabeza le seguía dando vueltas. El León rodeó a la Tortuga y le clavó los colmillos de su cola de Serpiente a una de sus patas traseras en el instante en que la vio asomarse fuera del caparazón. Quelona se alejó corriendo, más la Quimera la alcanzó al instante. La Tortuga volvió a esconderse dentro de su caparazón, despegando los colmillos de la Serpiente de su pata en el proceso. Brilló y adquirió una forma inferior humanoide de diez pies de alto antes de sucumbir por el envenenamiento. Con ambas manos disparó orbes de piedra para alejar a la Quimera.

—Al carajo —gruñó Quimera al eludir las burbujas moradas—. No me puedo dar el tiempo de vencerte limpiamente.

Se transformó en Dragón y aplastó a Quelona con un fuerte zarpazo. A continuación voló hasta Pompilo, se lanzó en picada sobre él y entonces ambos se precipitaron violentamente a tierra. Orión corrió hacia ellos, extrajo su lanza de la carne del Pez Piloto y esta vez sí se la clavó en el cerebro dándole en la parte superior de su cráneo.

Escila arrojó su florete al vientre de Titono, logrando atravesar su tórax. El Saltamontes no murió, pero quedó lo suficientemente asustado como para desplegar las alas e irse volando. Quimera lo aplastó con su pata, y chilló al sentir el florete azul clavarse en su carne. Escila le retiró el arma de su zarpa luego de reunirse con él y Orión.

—Llévale los tres a Cipariso —le indicó Escila.

Quimera acató. Con sus tres fauces levantó a las inconscientes formas humanas de los transmutados y se fue volando hasta donde se encontraba el enorme Ciprés, que caminaba usando sus raíces como patas de araña y sus cientos de ramas como brazos, ya sea para golpear, disparar orbes verdes o mantener agarrados a los desvanecidos habitantes de su ciudad sin importar el bando en el que hayan previamente servido. Quimera aterrizó al lado de Cipariso y dejó a los tres transmutados al alcance de sus brazos-ramas.

El Dragón regresó a donde sus compañeros le esperaban. Pasó a su forma regular y se tomó unos minutos para descansar. Escila y Orión vigilaron sus flancos.

Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora