23-Lo peores espíritus son los múltiples y metálicos

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Atlas retrocedió al ver que estaba perdiendo terreno, lo que sorprendió a sus compañeros de armas. Se suponía que el Titán era el mejor entre los Inmedibles de su legión, pudiendo luchar y crecer más que los mismos Primordiales. Por lo visto, su habilidad no era suficiente para vencer a Tifeo al primer intento.

Cuando parecía que Tifeo había dejado de crecer y de luchar por aparente falta de energía, su cuerpo continuó moviéndose luego de tomarse unos segundos para respirar, cerrar los ojos y relajarse. De repente, su andar se volvió algo acartonado y errático, aunque solo al principio, ya que su fluidez, agilidad y precisión fueron aumentando conforme acorralaba a Atlas. En cuestión de minutos había pulido considerablemente la extraña técnica que lo hacía moverse como una marioneta sofisticada o Robot animatrónico muy avanzado.

Erebo, el Primordial de la Oscuridad, Encarnación del Inframundo y soldado de Yanshuf fue a hacerle frente a Tifeo luego de que el Titán Atlas se alejara corriendo. Su cuerpo era tan oscuro que parecía repeler completamente la luz. Usaba una enorme hacha de doble filo hecha de cristal negro: el elemento oscuridad.

Después de que Quimera descansara todo lo que debía descansar, el trío reanudó la marcha por el campo de batalla. De un momento a otro, se vieron rodeados por los veinte Trípodes-Dorados del pueblo de Hiperbóreade, cuatro Caballos-Broncíneos tan grandes como el Pegaso-Etíope y dos Toros-Broncíneos de diez pies de alto por dieciocho de largo (tamaño Neade-Aurochs). Los equipos de Autómatas tenían muy claro a quién debían atacar cada uno. Los Trípodes volaron hacia Orión, los Caballos galoparon en dirección a Escila y los Toros avanzaron mirando a Quimera a los ojos.

—Esto es malo —dijo Orión mientras los Autómatas múltiples se acercaban.

—Incluso en mi forma superior nos vamos a tardar un buen rato en derrotarlos —dijo Quimera—, y eso solo si los veintiséis no deciden atacarme al mismo tiempo cuando me transformarme. Eso sería una muerte segura para mí.

—Y lo peor es que no podemos envenenar sus cuerpos mecánicos —dijo Escila—. Lo único que podemos hacer es resistir hasta que lleguemos a sus núcleos.

Los veinte Trípodes rodearon a Orión y le dispararon orbes grises de metal como si no hubiera un mañana. El Gigante hizo todo lo posible por luchar contra el dolor y el aturdimiento. Cuando levantaba su lanza, las hélices-patas de las Mesas le cortaban los músculos como un cuchillo caliente atravesando la mantequilla.

—¡Te dije que te iba a licuar vivo! —exclamaron los veinte Trípodes.

—¡Que se jodan los espíritus múltiples y su parloteo sincronizado! —replicó Orión antes de alejar a varias Mesas agitando repetidamente su lanza.

—¡Suelta tu arma y te concederé una muerte rápida e indolora!

—¡Voy a ser yo quién acabe contigo! ¡¿Entendiste?! ¡I'm gonna death you!

I'm gonna KILL you —corrigió un irritado Trípode.

—That.

Los Caballos y Toros, a pesar de ser metálicos, escupían orbes de fuego. Lo bueno era que Escila tenía ventaja elemental sobre los equinos, lo malo era que eso no le garantizaba el poder someterlos con facilidad. Ni siquiera estaba segura de que la fuerza constrictora de sus seis tentáculos fuera suficiente para mantener inmóvil a, por lo menos, uno de los Caballos antes de que los otros tres intervinieran para liberarlo y evitar que lo destrozara con su espada indestructible.

Quimera estaba peor que su escolta. Se la pasaba corriendo de un lado al otro tratando de evitar las cornadas de los bóvidos. Ahora su hacha roja estaba siendo usada por su cola de Serpiente y su cabeza de Cabra disparaba orbes rojos que de todas formas paralizaban a sus objetivos por un momento y sin importar que solo les infligieran daño reducido. El problema era que, cuando inmovilizaba a un Toro, el otro llegaba para enfrentarle y alejarle, dándole tiempo a su compañero de recuperarse y reincorporarse.

Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de TabulaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora