Las tropas de Zeus estuvieron en formación desde antes de que amaneciera. El cansancio producido por la batalla del día anterior no fue suficiente para hacerlos dormir tanto como quisieron por lo nerviosos que los dejó la idea de que el próximo encuentro sería el definitivo. El resultado de una guerra de años de duración sería decidido en menos de un día.
Al final de la fila estaba Argo, que bien podía ser considerado como el Barco Viviente de madera más pequeño del mundo. Su cubierta solo tenía el espacio suficiente para los pies de una sola persona siempre y cuando el fino pero molesto mástil de la vela no le impidiera acomodarse sobre su superficie. Zeus tenía planeado usarlo contra Tifeo al final de la guerra, diera o no resultado la jugada de Quimera.
No había rastro del ejército de Ofión por ninguna parte. Si el Titán no se había inclinado por la idea de esperar a fortalecer a su comprometida legión dentro de los próximos meses (u años) para ir otra vez a la guerra en el futuro, entonces bien podía estar planeando atacar al vulnerable ganador de la próxima lucha entre Zeus y Tifeo.
El ejército de Zeus se encaminó hacia la Acrópolis a paso lento pero firme. Gritos, rugidos y chillidos enemigos alertaron a Tifeo y a sus aliados más desatentos. El Daimon del Cataclismo, el Caos y la Destrucción se puso de pie, casi bloqueando el sol por completo y sumiendo en las sombras las ruinas de lo que alguna vez fue la parte más alta de la ciudad de Atenas. Rugió apuntando a la legión de Zeus con su mandoble, posiblemente recuperado por uno de sus soldados durante la retirada del día anterior. Tifeo fue el único de su facción que no emprendió una marcha inmediata hacia los soldados de Zeus.
Los dos ejércitos colisionaron delante de las ruinas de la Acrópolis. Zeus subió a su Grifo y siguió a Atlas, que acababa de crecer hasta su máxima capacidad para enfrentar a Tifeo de nueva cuenta. Ambas deidades se detuvieron delante del Gigante de las Tormentas.
—Sé que Nahash está aquí, viéndome a través de tus ojos y manejando tu cuerpo cuando tú no puedes hacerlo —le informó el Dios del Rayo.
—HACEMOS ALGO MÁS QUE SIMPLEMENTE TURNARNOS PARA PELEAR —replicó Tifeo, con un tono de voz mucho más intimidante que el de antes—. LOS DOS PONEMOS MUCHO DE NUESTRA PARTE A LA HORA DE LUCHAR JUNTOS.
>>DEBES SABER QUE, CUANDO NUESTRAS DOS MENTES CONVERGEN, SE CREA UNA COMPLETAMENTE NUEVA QUE SOLO ABARCA LAS MEJORES ESTARTEGIAS, TÁCTICAS Y TÉCNICAS DE LAS PRIMERAS DOS. ESTA <<SINCRONIZACIÓN SELECTIVA>> NOS HA AYUDADO A PREVALECER DURANTE ESTAS ÚLTIMAS SEMANAS, TANTO DENTRO COMO FUERA DEL CAMPO DE BATALLA. TAMBIÉN SERÁ LO QUE NOS PERMITIRÁ ALCANZAR LA VICTORIA EL DÍA DE HOY.
—Uno es patético por depender de su jefe para ser una verdadera amenaza —afirmó Zeus—, el otro lo es aún más porque tiene que hacer trampa e intervenir desde lejos para intentar sacarnos ventaja. No importa, el cuerpo de Tifeo caerá muerto el día de hoy.
Los peregrinos se encontraron con los últimos transmutados que les faltaban por conocer (o eso parecía; nunca se sabe). El primero era Alectrión, un Gallo que tenía la misma altura que el Pavo Real que acompañaba a Argos-Panoptes. El segundo era Acteón, un Ciervo tan grande como las Ciervas-De-Cerinea. La tercera era Ío, una Náyade transformada en Vaca que tenía enormes cuernos, escupía orbes de agua y tenía las mismas dimensiones que los Toros-De-Bronce.
Orión intentó reventar a los tres animales con tan solo un bateo de su lanza. Alectrión voló un poco y Acteón saltó muy alto. Ambas bestias lograron eludir el arma del Gigante y llegar hasta Escila y Quimera. Ío recibió el golpe de lleno y a duras penas pudo mantenerse en pie después de eso.
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Quimera: Segundo Libro de Las Guerras de Tabula
FantasyLuego de sufrir una humillante derrota cerca del final de un evento masivo, el avatar de la Quimera empieza de mala gana su primera misión como emisario de Axis. Junto a sus dos compañeros de equipo deberá recorrer la región de Ferus para reclutar a...