09 [SEÑALES]

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El cielo finalmente se pintó en su totalidad de un azul casi tan oscuro como las cuencas de Tom, o como el plumaje de los cuervos. La noche nunca se había visto tan espléndida y reconfortante como ahora.
Pocas eran las estrellas que habían decidido aparecer y sin embargo, lograban deslumbrar con su irreal brillo.
Quizá era por el momento emotivo que había vivido hace un minuto, probablemente aún estaba demasiado conmovido, pero Tord no podía negarlo. Realmente estaba encantado con el ambiente.
De fondo el ruido de las hojas siendo arrastradas por la acera, junto con los coches a la distancia que hacían rugir sus motores. Era la perfecta melodía que ahora compartían. La melodía de su paz y de su vida. Justo en ese momento.

Al cabo de un considerable tiempo caminando, Tom se detuvo al frente de un largo edificio, a simple vista desgastado y sin color. Parecía ya algo viejo lo cual explicaba el porqué de su estado de deterioro. Quedó ahí de pie un par de segundos, pensando qué podría ser lo mejor, pensando si debería invitar a su acompañante a pasar o si solo debería despedirse. A decir verdad, no quería despedirse aún. Al mismo tiempo, tampoco quería dejar pasar a nadie.
Era como si un intruso amenazara con cambiar su mundo, con riesgo a destruirlo.

-¿Deseas eso Tom? ¿Deseas tomar ese riesgo? ¿Y si lo destruye todo?- susurró una voz.

-Y si no...?-susurró el.

No estaba de humor para un debate ahora, no quería arruinarse ese descanso que tanto necesitaba. Decidió no pensarlo y simplemente escupir las palabras. Sus miedos nuevamente se veían más reales, el efecto embriagador del alcohol comenzaba a disuadirse. Aún así, se aventuró a decir.

-Quieres...pasar?-

Era bastante tarde ya, ninguno de los dos había revisado la hora, no exactamente. Pero el frío en el viento y la soledad en las calles apuntaban a que ya era más de media noche. La casa de Tord estaba considerablemente lejos del pequeño departamento de Tom, por lo que regresar no haría más que exponerlo. Negarse ante la oferta no era una decisión inteligente. Asintió con la cabeza, aceptando la invitación sin pensárselo dos veces.
Tom se sorprendió de lo rápido que obtuvo la respuesta y no puedo evitar sentirse todavía más nervioso, pues, sabía que su limitado lugar no era un digno oponente para el lugar de Tord. El diminuto espacio, a comparación con el del otro, podría llamarse fácilmente pocilga y "humilde" le quedaba bastante corto.

-Puedes quedarte si quieres, es algo tarde ya.- ofreció Tom, sabiendo perfectamente que era más sensato ofrecerle techo, pero, sintiéndose por alguna razón avergonzado.

-No quisiera causarte molestias.- respondió Tord, más para sonar educado y no muy arrimado. Sabía que tendría que quedarse en algún lugar, continuar por las calles era una tontería pero, tampoco quería sonar demasiado oportunista. Bien recordaba las palabras de su madre en estos casos.
-"Por favor y gracias. Palabras casi mágicas no lo crees? No tienen que agradarte los demás. Se amable Tord. De ti depende el cambio."-
Durante su niñez no hacía más que meterse en problemas con los otros niños, su madre fuera de regañarlo solo lo miraba, sin decir una sola palabra. Ese silencio era más que suficiente. Con eso tenía para sentirse profundamente culpable.

¿Qué le diría ahora? Probablemente algo como: "Límpiate bien los zapatos antes de entrar y no olvides tus modales."
Sin duda alguna esa señora era de las de antaño. Con valores bien arraigados.

-Descuida. Esta bien. Solo...debo aclarar...tengo un desorden.- confesó, recordando que aún no limpiaba el desastre que su amiguita afilada había causado.

Tord no se mostró muy afectado ante la noticia, el desorden era algo que él ya muy bien conocía y para ser sinceros, muy pocas cosas lograban incomodarlo.

A dos mundos de distancia (Tordtom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora