11 [VIAJE]

149 24 29
                                    

El teléfono sonaba sin parar. Tom, adormilado, calculaba un par de minutos de ruido pero era seguro que llevaba más. Se preguntaba quién era el que se empeñaba tanto en hablar con él. ¿Desde cuándo era tan solicitado?. Sus ganas de averiguarlo eran equivalentes a sus ganas de no querer mover ni un solo músculo.
Eventualmente no pudo seguir ignorándolo. Se levantó con dificultad de su cama y con un ojo luchando por mantenerse abierto se dio a la tarea de buscar el pequeño rectangulito sonoro.
Con un notorio y consumidor cansancio terminó encontrándolo, arrumbado en el suelo, junto con una prenda de ropa que llevaba semanas ahí. Acumulando polvo y apestando el ambiente.

-...Si?...-pregunto débilmente.

La voz al otro lado contestó con preocupación en su tono. Tom la reconoció al instante, sintiendo como su corazón no pudo evitar dar un vuelco dentro de su pecho. Su estómago cosquilleó y sus mejillas se iluminaron con dulzura. Síntomas de su presencia.

-Tom, ¿Todo bien?, me preocupaste, ¿porqué no respondías el teléfono?.-Era Tord.

Tom se tomó un par de segundos para escoger bien sus palabras. A pesar de no estar ahí parado en frente del otro, era notoria la vergüenza que su simple voz le provocaba. En ocasiones tartamudeaba. Como un pequeño mocoso nervioso.

-Perdón...Seguía un poco cansado.-

-Lo siento, no quería despertarte. ¿Ya tienes todo listo? El autobús nos está esperando.-contestó Tord con impaciencia. Llevaba esperando aquel viaje escolar desde hace ya un buen tiempo. A diferencia del otro el era mucho más "popular". Las chicas hacían fila atrás de él, siendo pacientes y Tord no podía defraudarlas.

-Por supuesto que si. Ya lo sabía. No tienes que ser mi agenda andante.-respondió Tom, frotándose al mismo tiempo uno de sus ojos lleno de lagañas. Callándose el hecho de que ni siquiera había terminado de empacar absolutamente nada.

Tom no se percató pero Tord pudo saber que estaba mintiéndole. Ya comenzaba a familiarizarse con su comportamiento, con su personalidad. Comenzaba a reconocer sus verdades y mentiras. Estaba conociéndolo con sinceridad. Las elocuencias que su amigo soltaba tan aleatoriamente empezaban a gustarle. Tord no estaba muy seguro de que tan peligroso pudiera volverse ese sentimiento pero ignoraba las advertencias. Más bien, decidía evadirlas. No quería que sus inoportunas dudas se vieran involucradas en su misión de ayudar al otro.

Ya casi un mes había pasado desde aquella ocasión en la que accidentalmente había encontrado todas esas manchas evidentes en el suelo y desde ahí no había sido capaz de pensar en otra cosa.
"¿Que hubiera pasado si no lo hubiera descubierto a tiempo?" Se preguntaba una y otra vez.
Le preocupaba profundamente y era honesto.
Deseaba poder ayudarlo al mismo nivel en el que se sentía culpable por no haber podido ayudar a su propia sangre. A su propia madre.
La obligación de ser una especie de "santo" aún no le quebraba la espalda pero sabía que en algún momento el peso de una vida terminaría con la suya.

-Tord? ¿Sigues ahí?.-pregunto Tom extrañado por el ligero silencio prologando que había ocurrido tan de repente.

-Oh! Si!...me distraje con algo. Apúrate, paso por ti en un par de minutos.-comentó y posteriormente colgó. La cuenta regresiva de Tom comenzaba.

Se dirigió a la maleta que tenía arrumbada en una de las esquinas oscuras del lugar. Esta misma tenía un par de sudaderas "dobladas" sin orden aparente y unos cuantos calcetines a los cuales les hacía falta su par.
Tom miró aquel desastre con pesar. Por un segundo se le pasó por su cabeza la idea de simplemente no ir, ¿Qué le podría pasar?.
Rápidamente abandonó la posibilidad. No podía retirarse a estas alturas. Debía ser fuerte y rehacer su vida. Debía darle un orden, un propósito, un rumbo diferente. Reconocía que comenzar a salir era un gran paso. Quería mejorar pero era indudablemente difícil.
Esas viejas costumbres de escapar cada vez que algo lo alteraba un poco no hacía más que agrietar su vida. Era preciso modificar eso.
Además, debía reconocer que se sentía ligeramente entusiasmado. No por el viaje, por supuesto que no. Sino, más bien, por aquel chico de mirada profunda y aroma a cigarrillos que lo acompañaría.

A dos mundos de distancia (Tordtom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora