03 [MELODIAS]

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Pronto el cielo desvaneció su alegre y cálido color, tornando todo a un ambiente más deprimente.
La luna, tan espléndida y reluciente como siempre, hacia su maravillosa entrada, permitiendo que los fríos vientos de la noche recorrieran las ya de por sí heladas manos de Tom.
Curiosa sensación lo calmaba más que irritarlo. El frío le permitía enfocarse solo en eso, olvidando así todo tipo de malos recuerdos. Lamentablemente el ardor que llevaba soportando casi ya 40 minutos enteros comenzaba a reclamar atención. Haciéndolo imposible de ignorar. Aunque, nunca pudo ser posible ignorarlo por completo.

Volteo a ver a su acompañante de reojo, su acompañante que llevaba siendo su bastón ándate durante todo el recorrido que habían tenido.
Antes por lo distraído que lo tenían sus pensamientos y el dolor, no se había detenido a contemplarlo con mayor detalle, ahora cada tanto lograba admirarlo, con discreción, sin demostrar demasiado sus intenciones.
Sus cabellos no eran completamente oscuros, con los rayos de la luna parecían ser casi negros pero con algunos faroles que los alumbraban desde arriba ciertos mechones apuntaban a ser castaños.
Su peinado extraño parecía pararse naturalmente en punta, como si fuera una forma única y rebelde de darse a notar, no lograba percibir ni una sola pizca de gel. Parecían dos cuernos incrustados en su cabeza, brindándole un aspecto demoniaco,pero, al mismo tiempo, excepcional. ya que resaltaba sus finas y de igual forma masculinas facciones, dándole un atractivo bastante destacable. Seguro tendría una o más bien diez admiradoras por detrás.

-Admiradoras....no admiradores Tom. Detente ya, deja de verlo. Se dará cuenta- pensó con nerviosismo y vergüenza. Tratando de callar esas extrañas cosquillas que nacían en su estómago y paralizaban su corazón cada vez que la imagen de su rostro aparecía tramposa.
Sin embargo sus ojos, desobedientes y traicioneros no paraban de admirarlo con asombro.

-Y...llegamos.-soltó Tord, desvaneciendo ese casi eterno silencio que se había hecho presente entre ellos dos.-Caminar con doble peso resulta atrasar bastante el camino.- dijo al mismo tiempo en el que dejaba recargado a Tom en una pared y se estiraba con un notable cansancio en su espalda baja.
Abrió con rapidez la puerta de una pequeña casa, de esas que venían en serie, todas al rededor se veían exactamente igual. Y aún así esa casa en particular tenía algo en especial. ¿Que sería?

-Ven, entremos.-mencionó apurado, jalando del brazo a Tom y metiéndolo casi a jalones a su lugar, a su hogar. A su casa. Haciendo sentir privilegiado al pobre y escuálido chico que venía de visita.

Por dentro, una curiosa decoración despreocupada caracterizaba el lugar, pero al mismo tiempo, no se veía desordenada ni mal oliente. A comparación del chiquero que Tom tenía como vivienda esto era el paraíso. Colores cálidos invadían los alrededores, destacando por mayor una tonalidad roja latiente. Dándole al sitio un toque más elegante pero urbano. Una fusión entre dos aspectos totalmente diferentes, contrarios definitivamente. Haciendo una perfecta combinación casi escalofriante.

Tom avanzó dentro del lugar un par de pasos, siendo en todo momento guiado por ese brazo amable que había decidido ser su apoyo sin razón alguna. El mismo sujeto señaló una indicación, Tom la acato de inmediato, se sentó en un gastado pero cómodo sillón color vino, y como era de esperarse su cuerpo gritó de dolor, lanzando punzadas en cada una de sus heridas.

-Mierda...-suspiro con irritación en sus facciones.

-Espera, voy por el botiquín. Quédate aquí.-ordenó el chico de cabellos curiosos dando un giro a la derecha y desapareciendo de la vista.

Tom no podía evitar sentirse algo descolocado, incómodo, extraño. Nunca había estado en un lugar diferente a los que acostumbra visitar, mucho menos en compañía de alguien más. Siempre era él y sus pensamientos constantemente en movimiento, uno tras otro, como una marea salvaje revolcando barcos y ahogando gente.
Vivía con ese constante riesgo de ahogarse con su propia melancolía. Sin embargo ya se había acostumbrado a tal sensación haciendo que las demás fueran no solo desconocidas si no también aterradoras. El no sabía como reaccionar a absolutamente nada y bien sabía que si se equivocaba los demás lo comerían vivo con tan solo su mirada. Si, el mundo de las personas eran un mundo extraño en verdad.

A dos mundos de distancia (Tordtom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora