PRÓLOGO

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Un goteo persistente, solo eso escuchaba.

Una mezcla de colores abstracta a sus alrededores. Entre azules y negros. Vacíos. Deprimentes.

Ningún objeto, ninguna presencia. Nada de nada.

Solo esos colores, lúgubres, junto con ese goteo constante, parecido a un "tik-tak" de reloj.

Espera, un grito. Un grito hizo acto de presencia. Desgarrador, aterrador. ¿De dónde venía? Y más importante aún. ¿De quién?

Como si de un deseo se tratara, la respuesta apareció justo delante de él. Como si alguien escuchara sus bizarras "súplicas".

Era él mismo, su reflejo, gritando, asustado. Rascándose la garganta. No. Rasgándose la garganta.
Pidiendo auxilio. Intentó ayudarlo. Intentó ayudarse pero, todo intento de rescate era inútil.

Algo brillante asomó de sus dedos. Eran navajas que tenia por uñas. Su pequeña y abstracta figura tumbada en el piso continuaba hiriéndose a si mismo, hasta que tiras delgadas de un vino sabor a metal se hacía presente.

Chorros y chorros de ese curioso color rojo escurrían por esa garganta, su garganta. Y el simplemente no podía hacer nada.
La imagen se tornó grotesca. El chico arrodillado en el piso comenzaba a ahogarse con su propia sangre. Se veía a si mismo morir.
                            

                               ~~~~~~~~~~~~~

Tom despertó sudoroso, con la respiración agitada, ligeras lágrimas en los ojos y una angustia creciente.
No era la primera vez que tenía estos "incidentes" en plena madrugada.
Definitivamente no era su primera vez.

Sus ojeras, profundas, negras, patéticas. Adornaban sus delicados pliegues pálidos. Los rasguños, cortes, en sus antebrazos y pantorrillas hablaban por sí solos. No, no era su primera vez.

Se levantó de ese rectángulo incómodo y viejo al que llamaba "cama", sus pies sabían perfectamente el camino, incluso entre tanta oscuridad sabían las vueltas exactas que debían dar para llegar al lugar.
Sus oscuros e hinchados ojos se cerraron ante el deslumbrante estallido de aquel viejo foco blanco y, para su terrible pesar, ahí estaba ese reflejo que tanto odiaba.

Lo veía fijamente, juzgándolo, odiándolo, despreciándolo. Era ese constante recordatorio de todo lo que odiaba y el porqué lo odiaba. Ese constante recordatorio de el porqué estaba al borde de todo. De el porqué estaba llegando a su límite.

Abrió la oxidada y vieja llave, soltando un rechinido agudo y agrio para sus oídos recién despertados.
Tomándose, esta misma, su tiempo para liberar ese "limpio" y refrescante líquido que en ocasiones lograba calmarlo. O, cuanto menos, dispersar esos terribles pensamientos.

Colocó sus manos temblorosas bajo ese frío y silencioso hilo de agua cristalina, de un momento a otro millones de gotas escurrían por su rostro, mojando su pijama, mojando el piso, mojando sus cabellos, mojándolo todo.
Un piquete punzante lo hizo detenerse de golpe, un ardor inesperado. Parecido a un corte. Reconocía ese dolor. Ese lamentoso dolor con el cual él ya estaba tan familiarizado.
Sus entrecerrados e irritados ojos se dirigieron automáticamente al lugar, le sorprendió ver pequeños rasguños, delgados y ligeramente profundos. Al rededor de toda su garganta.

"Un sueño". Se dijo así mismo.

"No te asustes, fue un sueño. Estarás bien". Se trataba de convencer.

"No lo hagas, no lo hagas Tom. No otra vez"
...
-No puedo evitarlo.-susurró a la oscuridad.

Sus manos conocían el camino. Sabían las vueltas exactas que debían dar para llegar al lugar.
Detrás del tocador, escondida en una bolsa negra. Ahí estaba, su morfina, su liberación, su "salvación"
Afilada, brillante, lo veía sonriéndole. Casi diciéndole: "¿Qué hay de nuevo Tom? ¿Quieres lo de siempre?"

Lo de siempre.

Se recostó en el piso, en esos azulejos blancos y fríos. Ligeramente húmedos y resbalosos por la "salpicada" de recién.
Colocó a su punzante amiga en ese mismo trozo de carne. En ese mismo antebrazo que ya estaba completamente maltratado, en ese antebrazo que lo veía, rogándole que se detuviera, implorándole que no lo volviera a marcar.
Pero Tom ya no lo escuchaba.
Desde hace años dejó de escuchar.

"Lo necesito, necesito olvidar. Necesito sentirme mejor", pensó. Una y otra vez, en forma de bucle.

"No...sabes que no. Sabes que no."

Se detuvo por un instante. Pensándolo con más cuidado. No quería recaer de nuevo. No quería. No quería ser ese sujeto otra vez.
Sin embargo, esa dulce voz sonó una vez más. Su vieja sonrisa lo miro pícaramente.
"No te preocupes Tom. Yo siempre te consuelo. ¿Quieres un abrazo?"

-Si...por favor.-

Ese vino tinto escurrió nuevamente por su piel, y esa feliz y pacífica semana de "no cortes" había llegado tempranamente a su fin.
Lo hizo de nuevo.
Y luego una vez más.
Y otra más.

El ardor recorría su pálida extremidad, nuevamente esa sensación estremecía cada fibra de su ser.
No pudo evitar llorar. Sintiéndose culpable. Sintiéndose inútil. Sintiéndose traicionado por sí mismo.

"Lo prometiste, lo prometiste Tom."

"Eres débil. No tienes fuerza de voluntad"

"Débil"

Viejos y tóxicos hábitos nunca mueren. Pero, al menos se sentía mejor.

Más tarde, entre lágrimas y sollozos achicados, logró conciliar nuevamente el sueño. Sin importarle demasiado las manchas que había dejado accidentalmente en el piso y las sábanas.
Incluso algunas en ese viejo trapo, en ese viejo peluche, que siempre lograba consolarlo. Ahora estaba todo manchado.
Lo lavaría más tarde. Como solía hacerlo siempre.
Tenía que descansar. Mañana era un "importante día".

Un importante día.
Su día.

A dos mundos de distancia (Tordtom)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora