ღ Capítulo 3 ღ

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Aquella noche Volkov tardó en dormirse, pese a estar bastante cansado, no pudo evitar repasar lo ocurrido esa tarde en comisaría, haciendo que una tímida sonrisa escape de sus labios al recordar al hombre de cresta azul. La oscuridad de su habitación guardó su secreto aquella noche, de cómo la valentía y dulzura de Horacio le conmovió de forma sincera, y logró remover algo en lo más profundo de su ser, devolviéndole la esperanza de encontrar gente buena en esta ciudad.

El día siguiente transcurrió de forma normal. Viktor sintió que tanto Greco como Conway le miraban de forma rara, no entendía qué les hacía tanta gracia, pero tampoco le importaba, por lo que pasó de ellos simplemente, y patrulló en union.Casi al final de su turno saltó la alerta de robo a licorería así que se dirigió al lugar. Allí ya habían dos agentes en la puerta listos para negociar, y de un lado se encontraban Greco y Conway, entonces, continuando con su berrinche, decidió colocarse del otro lado de la puerta de la licorería, solo. Mientras esperaban a que las negociaciones fueran terminando, Volkov oyó a lo lejos una voz conocida tarateando una canción.

Su cuerpo se tensó por los nervios al reconocer al dueño de la voz, sin embargo, fue bastante en vano. Un Horacio vestido en shorts y polera rosadas avanzaba a gran velocidad sobre sus patines en dirección al supermercado, mientras escuchaba música y tarareaba animadamente.

No le vió. Volkov sintió una pequeña decepción en su interior. Aunque no quisiera admitirlo, el ver su sonrisa una vez más le hubiese alegrado bastante, pero sólo obtuvo la vista de su silueta alejarse por la avenida con agilidad sobre sus patines. Salió de su ensoñación por culpa de cuchicheos y risitas que sintió a su alrededor, provenientes de sus compañeros. Pero no se dió por aludido, se quedó mirando al pavimento, esperando el comienzo de la persecución. Llevaban ya quince minutos discutiendo los dos agentes en la puerta con el atracador, cuando su cuerpo volvió a reaccionar abruptamente ante esa voz, Horacio venía de vuelta con una bolsa de papel en sus manos proveniente del supermercado. Esta vez venía a menor velocidad y logró reconocer a Volkov entre las luces de los patrullas y agentes de pie junto a la licorería.

El de cresta le dedicó una cálida y sincera sonrisa al comisario desde una gran distancia, y al ver que el comisario dirigió sus paso hacia la calle, Horacio comprendió que daba luz verde a al menos un rápido saludo. -Buenas!!- Saludó el joven profesor con un entusiasmo envidiable, -Buenas, Horacio, cómo se encuentra?- su voz salió de forma suave, con delicadeza.-Pues, gracias a usted estoy muy bien! Vengo del supermercado, me hacían falta unas cuantas cosas para las loncheras de mis pequeños- soltó tímidamente.

Aquello fue como sentir el sol de verano salir en una fría e invernal Rusia, esa calidez removió, por segunda vez, algo e su interior. La sonrisa que escapó de su rostro fue inevitable, sin embargo, prontamente se arrepintió de ello, cuando recordó dónde estaba y por qué. Su expresión fue rápidamente entendida por el peliazul, que soltó de forma sencilla: -comisario, no le interrumpo más- soltó una risita -le dejo trabajar, espero que tenga una linda tarde! Y...- bajando su voz, continuó -muchas gracias de verdad, por todo, no sé cómo pagarle- Viktor repitió el gesto de la tarde anterior, poniendo su mano en el hombro del otro y sonriendo, le regaló una suave caricia. -no se preocupe, en serio, y...cuando guste puede seguir contándome cosas Horacio.-

Ni Horacio ni el propio Viktor creían lo que éste último acababa de soltar. ¿Qué cojones había dicho? Ambos se quedaron en un nervioso silencio, para luego despedirse entre balbuceos torpes, y continuar cada uno por su lado.

-Volkov! Podemos empezar ya la persecución? ¿O estás muy ocupado con tu noviecito?- ante esto, la única respuesta que recibió Greco fue ver el dedo de en medio del ruso levantado en su dirección, además de su rostro completamente rojo de vergüenza.

Volkacio AU - Teach me how to loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora