ღ Capítulo 29 ღ

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Tras una semana completa averiguando a qué Hogar de Menores habían sido enviados los tres pequeños, lograron dar con la dirección exacta. Aquellos habían sido días horribles, ni Horacio ni Viktor podían pegar un ojo en las noches, dando vueltas en la cama, desesperados.


Eran ya las nueve de la mañana, Volkov se encontraba desayunando con Horacio en su hogar, puesto que le llevaría posterior a eso a ver por fin a los muchachos. El día anterior, el superintendente había ido personalmente a aquel Hogar para hablar con el encargado y conseguirles el permiso de ir. A Conway normalmente no le interesaban los problemas ni asuntos personales del resto, pero si se trataba de su mano derecha y de su 'nueva familia' como él lo veía, haría lo imposible por ser de ayuda y contrarrestar los desalentadores problemas que estaban sucediendo. Jamás lo admitiría en voz alta, pero aquel joven profesor de curioso estilo y llamativa personalidad, le parecía el complemento perfecto para el comisario. Disfrutaba de sobremanera ver a Volkov tan atontado y feliz, puesto que para Jack era como un hijo.

Tanto Horacio como Volkov estaban en silencio tomando desayuno, únicamente sonaban las mordidas a sus tostadas y los sorbos de café. Ambos parecían perdidos, desorientados, mirando a un punto fijo. No sabían lo que encontrarían en aquel Hogar y eso les tenía intranquilos. Tras lavar sus tazas y platos, Viktor se posó con sus brazos abiertos, esperando atrapar al peliazul en un cálido abrazo que fue inmediatamente aceptado. Eso era justamente lo que Horacio necesitaba, sentirse protegido y acompañado en aquel difícil proceso. Soltando un triste suspiro, se separaron lentamente. Volkov acariciaba delicadamente los brazos del joven profesor, mientras le dedicaba una sonrisa triste. -Horacio, todo saldrá bien, y los pequeños estarán felices de verte, ya verás- susurró mirándole a los ojos.


Aquellos ojos desolados y cansados, que ya no sabían qué esperar de la vida. Le sonrió de vuelta, envolviendo sus brazos en el cuello del peligris para volver a abrazarle. -Tienes razón, podremos aunque sea por un momento, disfrutar de su compañía como antes- suspiró, -Y estarán emocionados de verte Vik, no sabes lo mucho que te quieren! Siempre que iba a verles yo solo, ellos preguntaban por tí, se ve que eres una figura importante también para ellos, ¡y como no! si has hecho demasiado por todos nosotros- dijo emocionado el peliazul. El comisario había quedado sin palabras, algo en su corazón se había encendido de emoción ante lo que acababa de escuchar. Sentirse así de querido por aquellos seres de luz le hacía querer llorar de felicidad absoluta, era como estar en un hermoso sueño.


Con el auto ya estacionado frente al gran portón del establecimiento, se dedicaron una última mirada antes de ingresar. Dicha mirada que compartieron iba cargada de comprensión, de cariño, de apoyo mutuo y fortaleza para ambos, ninguno quería derrumbarse frente a los pequeños. Bajaron las bolsas con dulces y galletas que llevaban para sus niños y caminaron hasta la entrada. Allí les recibió un hombre mayor de serio rostro que les abrió el portón y les dejó ingresar. -Ya mismo traen a los niños esos- espetó amargamente.


Y así fue, tras unos breves minutos de espera, pudieron ver a los pequeños aparecer por esa puerta, conmocionándoles. Tanto Horacio como Viktor cayeron sobre sus rodillas para recibirles en un cálido y apretado abrazo, del cual ninguno se soltó por un largo momento. Ambos evitaron llorar frente a sus pequeños, pese a la carga emocional que sentían, querían mostrarse fuertes ante ellos. Suficiente tenían con todo lo que habían sido obligados a soportar en sus familias y ahora estando en aquel sitio. Les entregaron las bolsas con todas las delicias que les habían comprado, haciéndoles sonreír emocionados y agradecidos. -¿No las van a comer?- preguntó Horacio extrañado al ver que no tocaron nada dentro de la bolsa.


-La verdad, me gustaría que podamos compartir todo esto con el resto de niños allí dentro...les va a encantar- dijo tímidamente Tomy, derritiendo el corazón del comisario y del profesor, quienes le sonrieron dulcemente asintiendo. -Ustedes son un tesoro- susurró Horacio. Se sentaron todos juntos en la banca de aquel jardín, hablando y riendo, definitivamente habían extrañado compartir así. Sus corazones estaban hinchados de felicidad y cariño. Aquella conexión que tenían los cinco les había hecho incluso olvidar dónde se encontraban.


Se sentían libres de decir cosas sin sentido y reír a causa de esto. Por primera vez veían a Volkov soltando chistes y comentarios divertidos, se sentían como en casa. Estando juntos nada podía contra ellos. Era un momento agradable, pero Horacio seguía preocupado por la situación, su instinto le exigía hacer más por sus niños. Decidido, se levantó de la banca y pidió que le esperen allí, dirigiéndose hasta la oficina del encargado del Hogar de Menores. Tocó la puerta algo nervioso.


Entró con paso firme, no se dejaría intimidar.-Vengo a hablar acerca de la situación de los pequeños.- dijo en tono severo.

El encargado, cansado, respondió -No hace falta que me amenaces por la protección de ellos, ese tal Jack Conway ya lo hizo por tí ayer-.

Volkacio AU - Teach me how to loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora