ღ Capítulo 10 ღ

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El pastel era pequeño, preciosamente decorado y todo de chocolate. Le agradeció mentalmente a la tarta por aparecer y distraerles de su vergonzoso momento.Aquella tarde en la cafetería transcurrió más rápido de lo que le hubiese gustado a Viktor. Sólo media hora bastó para que pasara de ser el serio hombre ruso a un activo participante de aquella conversación sin sentido que llevaban a cabo tanto Horacio como los chicos. Las ocurrencias del profesor a la hora de hablar y relatar historias reales y ficticias le dejó en las nubes, su voz cargada de ternura era capaz de entretener a su pequeña audiencia y dejarles vitales lecciones al mismo tiempo.


Cada gesto y exageración del peliazul al verbalizar le tenían hipnotizado, estado del cual solo podía salir para reír a carcajadas cuando algo fuera de lugar salía de su boca. A mitad de la velada, se detuvo a analizarles. Vió cómo se hacían felices los unos a los otros, eran como un equipo, un hermoso equipo del cual se estaba sintiendo parte en ese momento. Se sintió un tonto al darse cuenta de que Horacio había conseguido esa 'familia' gracias a su propio esfuerzo y ganas de ayudar al resto, mientras él había pasado años quejándose internamente de su soledad sin ser capaz de mirar al lado y ofrecer su compañía a alguien más.Sin embargo, no notó que él mismo estaba ganando esos nuevos amigos gracias a su constante ayuda a Horacio desde el primer día que le conoció.


Al salir de la cafetería, Horacio no sabía qué decir. Quería pasar más tiempo con el peligris, pero debía ir a dejar a los niños a su casa, lo último que quería era hacer enojar a los padres de éstos, teniendo en cuenta que las consecuencias serían mayormente para los pequeños. De sólo pensar en estar cerca de esa casa su estómago se encogía de terror.-Me gustaría llevarlos a casa, si me acompañan...ya dejé mi vehículo a unas cuantas calles- dijo Volkov, dispersando todo pensamiento en la mente del profesor

-Siiiiii!! Ya estoy harto de caminar!- soltó livianamente el mayor de los tres niños, que por primera vez le dirigía la palabra al comisario.

La suave mirada que le entregó Horacio a Viktor intentaba pedir disculpas por el exceso de confianza que se había tomado el mayor, sin embargo, a Volkov le había encantado que se sintiera así de tranquilo con su presencia, pues pensaba que no le iba a aceptar jamás. Caminaron entonces entre bromas y risas en dirección al automóvil.-¿Es ese tu auto?- gritó sorprendido Julián al ver el deportivo negro del comisario.


Horacio sintió una tristeza dolorosa en su interior, incluso trabajando horas extra su sueldo apenas le alcanzaba para sí mismo y para ayudar a los pequeños, y ver ese auto que probablemente le habría costado años de sueldo como profesor, le hizo sentir fuera de lugar. Tal vez ese comisario era demasiado para él, su propia mente le dejó claro que no pertenecía a ese tipo de vida, que jamás lograría salir del agujero económico donde se hallaba. Viktor jamás iba a necesitarle como Horacio estaba necesitando de él.


En silencio subió de copiloto, dejando que los niños distrajeran a Volkov con sus preguntas graciosas y juegos. En otra ocasión esa escena le hubiese derretido el corazón, pero estaba tan dolido consigo mismo, sintiéndose un pobre inútil, que se limitó a poner la dirección de la casa de los niños en el GPS y guardó silencio por el resto del camino. Al llegar a la dirección señalada, la vista que obtuvo Volkov de esa residencia no le pareció muy alentadora. Era una casa vieja de madera, con tablas sobrepuestas a modo de arreglo sobre roturas y agujeros.

El barrio se notaba peligroso, un ambiente hostil y seco. Que combinaba perfectamente con esa casa. Horacio bajó en silencio y acercó a los niños a la puerta de la residencia, de donde salió una mujer en su cuarta década, con ropas desajustadas y arrugadas. Tenía una botella de alcohol barato en una de sus manos, y un cigarro encendido en la otra, el cual lanzó al pavimento sin siquiera apagarlo, y tiró del brazo de Julián con brusquedad, haciendo que entrara al lugar seguido por los otros dos muchachos. La mujer con cara de desagrado miró al joven profesor de arriba a abajo y sin soltarle una palabra le cerró la puerta en la cara.


El comisario vió que éste soltaba un suspiro pesado, y le miraba a la cara desde aquella puerta aún. No supo descifrar su rostro, pues no reflejaba ninguna expresión. Observó cómo caminaba hasta el auto, y aunque el peligris le sonrió invitándole a entrar al vehículo para llevarle a su casa, sintió el dolor ante la incertidumbre que le causaron sus amargas palabras. - Gracias por traerles. Buenas noches Viktor. Caminaré a casa.-

Volkacio AU - Teach me how to loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora