ღ Capítulo 30 ღ

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Un par de semanas pasaron, Horacio y Volkov visitaban sagradamente a los pequeños cada sábado, llevándoles juguetes y cosas para comer y compartir. Deseaban poder verles a diario, pero un día semanal había sido el máximo acuerdo al que habían accedido desde el Hogar. Durante la semana, solían verse muy seguido, cosa que ambos disfrutaban. Salían a caminar de la mano por hermosos parques, a tomar helado juntos, cocinar nuevas recetas en casa, ver películas, ir a museos, lo que fuese, todo era perfecto para ellos si estaban juntos. La actividad favorita de Horacio eran las pijamadas que hacía junto Volkov, donde le hacía limpiezas faciales y colocaba mascarillas en su rostro, adoraba ver su cara fingiendo que no quería, cuando era más que obvio que le encantaba tener la atención tan tierna del peliazul.


Cada vez se conocían más, y su relación se iba afianzando, pero aún no la hacían oficial, cosa que tenía al ruso nervioso. Tanto Greco como Conway lo molestaban a causa de ésto, les divertía ponerle presión para que se atreviera a pedirle a Horacio ser su novio. En el fondo era lo que deseaban, ver al comisario feliz y seguro al lado del de cresta. Ambos le habían dado la idea de la típica cena romántica en un restaurante lujoso y carísimo, pero Viktor ya conocía al joven profesor y tenía una idea mejor que le encantaría.


Se tomó aquel miércoles libre, y condujo hasta la casa del peliazul. Decidido a hacerlo.-Empaca algo ligero, vamos de paseo- dijo el ruso, haciendo brillar de emoción los ojos del moreno, quien corrió a preparar una pequeña mochila con algo de ropa.

El camino era largo, pero con música de fondo y Horacio haciéndole un concierto a todo pulmón en el auto con graciosos bailes incluidos, no se dieron ni cuenta cuando el paisaje había comenzado a cambiar. A su alrededor, todo era naturaleza, la carretera mostraba unas vistas preciosas a lo lejos con grandes montañas verdes. El sol brillaba con calidez, resaltando los hermosos colores de la vegetación.


-Hemos llegado- espetó feliz Volkov mientras bajaba del vehículo estirando su cuerpo tras el largo viaje. A su alrededor, un precioso bosque que acunaba decenas de aves cantando melodiosamente bajo el manto de un azulado cielo.


El rostro de Horacio expresaba su emoción y admiración hacia aquel increíble paisaje. Corriendo a los brazos del peligris para llenar su rostro de tiernos besos, haciéndoles reír a ambos. -¡Esto es bellísimo!- susurró sobre sus labios.-Y no has visto el lago al que nos llevará ese sendero- respondió Viktor señalando un pequeño camino entre los árboles, frente a la preciosa cabaña donde se quedarían aquella noche. Y allá fueron. Tras dejar sus pertenencias dentro de la cabaña, caminaron tomados de la mano por aquel rústico camino. Horacio iba jugando y haciendo chistes mientras el comisario le miraba sonriendo y soltando enamorados suspiros.


-No...me...jodas- soltó sin aliento el de cresta al ver aquellas vistas. Ante ellos, se hallaba un hermoso lago rodeado de montañas y árboles de imponente apariencia, los colores de la naturaleza impresionaban, y el sonido del agua acariciada por la suave brisa era encantador. Volkov, por otra parte, lejos de mirar aquella postal, se había concentrado en el rostro del moreno, su sonrisa le derretía, generando un delicioso calor dentro suyo. Y esos ojos que le habían pillado viéndole...cómo los amaba.


-¿Quéee?- soltó riendo nervioso Horacio ante su continua mirada. Había logrado sonrojarle.

Acercó su rostro al de cresta, rozando suavemente sus labios -me encantas Horacio- con sus brazos le aprisionó acercándole a su cuerpo, y uniendo sus frentes. -No sabes cuánto me gustas- soltó en voz baja. El peliazul había enmudecido ante lo que estaba ocurriendo, estaba encantado en aquella situación. Sentía su corazón acelerado ante el repentino atrevimiento del ruso. Un jadeo abandonó sus labios. Atrapando decididamente al comisario en un beso. Acariciaba su cabello, su rostro, espalda, y todo a su paso; había sido invadido por una imperativa necesidad de tocarle mientras se devoraban en un húmedo beso frente al lago, mientras sus labios acunaban dulces suspiros.

Apenas se separaron de aquel beso, Horacio abrazó con todas sus fuerzas al peligris, ocultando su rostro en el cuello de éste, donde aspiró su delicioso aroma. Aquel perfume mezclado con el olor natural del comisario le nublaba los sentidos, deseando no separarse jamás de él.-H-horacio...yo- balbuseó nervioso, buscando verle de frente para continuar, tragó con dificultad. -Yo...tú, tú m-me haces feliz, y...agradezco haberte conocido- sólo podía oír su propio corazón palpitando desbocado -Me encanta tu forma d-de ser y...todo de tí- Suspiró agitado antes de continuar ante la atenta mirada del peliazul, cuya hermosa sonrisa estaba poniéndole más nervioso -Y...yo sé que lo nuestro es exclusivo, ¿verdad?- Horacio asintió aún sonriendo -P-pero, pues... m-me gustaría que esto fuese como...oficial, es d-decir...-


-¿Me estás pidiendo que sea tu novio?- la voz casi inaudible del de cresta por la carga emocional que dicho momento estaba significando para él, interrumpió aquel dificultoso discurso del ruso, cosa que éste agradeció internamente.


Volkov rascó su cabeza temeroso, con su rostro completamente rojo y pupilas dilatadas por los nervios y ansiedad que estaba sintiendo. Asintió torpemente, temblaba. Sintió su corazón encogerse al ver las lágrimas asomarse por los preciosos ojos del peliazul, ilusionado.-Sí quiero, claro que quiero Vik- las lágrimas de felicidad y plenitud caían por sus mejillas, mientras volvía a ocultar su rostro en el cuello del comisario y le envolvía entre sus brazos fuertemente. Sus corazones latían pegados, compartiendo aquel eterno y dulce amor...

Volkacio AU - Teach me how to loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora