ღ Capítulo 23 ღ

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[TW agresiones / háblenme si prefieren saltarse este cap. y les digo sin detalles qué ocurre]

Horacio seguía en el regazo de Viktor, pequeñas lágrimas escapando de sus ojos. Temblaba aterrado ante los recuerdos que venían a su mente, todos los sufrimientos de su infancia volvían a reírse en su propia cara.-Podrías...contarme aquello que te está dañando?- Volkov habló bajito, escondiendo su rostro en el cuello de Horacio mientras le acariciaba con delicadeza. -¿Qué cosas viviste allí? Me gustaría comprender todo- aquello ya era un susurro.


-Viktor...yo, yo no sé si quieras saberlo en realidad- éste le miró a los ojos, decidido. -Horacio, cuando dije que quería estar contigo en tus triunfos y en tus malos momentos lo decía de verdad, si tenemos que llorar juntos lo haremos, como el equipo que somos- Acarició su cresta y besó con dulzura su frente, transmitiéndole calma y seguridad. Aquel joven profesor por fin estaba decidido a romper su silencio, a abrir aquel cajón de mierda para quemar uno a uno los recuerdos que le atormentaban.


Con un suspiro tembloroso comenzó a relatar -Pues... desde que tengo conciencia vivía en aquel Hogar de Menores, lo recuerdo como un lugar muy lúgubre y triste. El trato allí jamás fue bueno, éramos tratados con brusquedad, continuamente nos golpeaban, si no obedecíamos, nos tiraban del cabello, aún recuerdo cuando a mis seis años aquella encargada me jaló el pelo y me sacó un mechón completo, mi cabeza sangraba y dolía, pero si hacía ruido al llorar sabía que vendría algo incluso peor. En dicha ocasión la encargada me agarró fuertemente del brazo, dejándome marcas después. Me llevó al lavabo y enjuagó la sangre, lo hacía con rabia mientras me seguía golpeando en la cabeza, culpándome de lo sucedido.


Las noches allí eran verdaderas pesadillas. Entraban cuidadores a nuestras habitaciones, podía oír a mis compañeras sollozar. Tarde comprendí que esos cerdos estaban aprovechándose de ellas, niñas pequeñas. Muchas veces me oriné en la cama, el miedo se apoderaba de mí, y no me atrevía a ir al baño durante la hora de dormir temiendo encontrarme con esos tipos estando yo solito. Era común ver cómo poco a poco nuestros compañeros desaparecían, nadie mencionaba una sóla palabra al respecto, pero sabíamos que estaban sin vida, y jamás se hicieron cargo. No sabes el horror que significaba pensar que uno sería el siguiente en desaparecer.Allí tenía un mejor amigo, era ya mi hermano, era un año mayor que yo pero era lo suficientemente valiente para defenderme de niños y adultos. Su nombre era Gustabo- Su voz se quebró al mencionar ese nombre, todos los momentos vividos con el se agolparon en su memoria, una sonrisa melancólica salió de su boca mientras cascadas de lágrimas enmarcaban ésta.


-Gustabo lo era todo para mí, era mi oasis en aquella guerra diaria contra el terror y el dolor. Era la familia que yo deseaba tener, siempre nos proyectábamos a futuro como hermanos, viviendo tranquilos y siendo felices, juramos lograr nuestras metas-

-¿y...y qué ocurrió con él?-

-Le dejaron morir...viví todo el proceso, lo ví todo. Allí a la mayoría de los niños nos tenían medicados, era su forma de controlarnos, pero ni siquiera se daban el trabajo de medir nuestras dosis. Mensualmente nos entregaban todo y nosotros debíamos ocuparnos de dosificar. Y, pues...Gustabo debía tomar varias pastillas, para depresión, trastornos, todo... Un día, él fue desobediente, tenía él nueve años. Le golpearon hasta dejarle inconsciente. Pensé que no despertaría nunca más, pasé horas llorando a su lado, solo. Al despertar, recordó sus pastillas. Por miedo a ser castigado nuevamente, consumió la dosis del día más la del día anterior que no tomó por estar sin conciencia-

-Sobredosis...- susurró Volkov para sí mismo, reforzando su agarre al moreno, como si temiera que todo aquello le volviera a ocurrir. Quería salvarle de todo dolor posible, pero no podía agregar palabras pues su garganta hecha un nudo le estaba quemando.-Si...- continuó Horacio con su voz ronca de dolor. -Le llevaron al hospital en la madrugada, estaba presentando un pre-infarto, se encontraba inconsciente otra vez. Los encargados dijeron que había sido un intento de suicidio, dejándole a él toda la culpa.


Nunca más supe de él, había 'desaparecido'. Y juro que tenía la tonta esperanza de que un día él volvería, le vería entrar por aquella puerta y correría a abrazarme, reiríamos juntos una vez más. Pero todo terminó por derrumbarse, cuando en mi cumpleaños, a aquel cuidador que más asco me tenía, le pareció gracioso darme como regalo el acta de defunción de quien alguna vez fue todo lo que tuve...-


-Qué hijo de puta-

Volkacio AU - Teach me how to loveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora