SEGUNDA PARTE Capítulo 26 ¿Y ahora qué?

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Capítulo 26

¿Y ahora qué?

Tres meses pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Las heridas dejadas por los terribles sucesos acaecidos el día de las competencias intercolegiales habían sanado en gran parte. Las físicas por lo menos.

Alejandro, como el Alpha dominante que era, fue el que salió mejor librado. Un hematoma occipital que lo tuvo doce horas en sala de observación del hospital más cercano al club donde ocurrió todo, y una excusa de tres días para reposar en casa fue todo lo que físicamente sufrió.

Daniel y Julián fueron otro tema. En especial Julián.

William se sentó junto a su amigo y le entregó la botella de agua que le acababa de comprar. Alejandro la tomó y le agradeció con un asentimiento. Desde que Daniel había dejado el equipo, justo el primer día en que pudo regresar a la escuela, Alejandro ya no sonreía. Y la razón no era sólo la desmembración inevitable de su querido equipo. Había otra mucho peor. Una que ni el mismo William entendía aún.

Daniel se había unido al grupo de teatro. Se había unido al grupo de teatro y había regresado con su ex. Había regresado con Andrés.

—¿Por qué te martirizas así?

—¿Acaso puedo evitarlo? —Alejandro rió sarcástico a la pregunta de William. Lo sabía. No necesitaba que se lo dijeran. Era un patético de mierda pero no lo podía evitar. Lo había querido todo y ahora no tenía nada. Nada de nada.

—Daniel sabe que te sientas todos los días aquí —le dijo William, consolándolo—. Le lastima. No me lo dijo directamente pero lo conozco. Sabe que estás sufriendo y no le hace feliz. Sólo quiere que dejes de hacerte esto a ti mismo.

—¡No puedo! —bramó Alejandro, tirando el agua. Había lastimado a Daniel. Lo había lastimado tan mal que ya nunca más podría nadar de nuevo. Por lo menos no de forma competitiva. Una lesión en su manguito rotador que tardó semanas en sanarse y nunca volvió a quedar como antes era la causa. Y se la había hecho él. Se la había hecho él aquel horroroso día.

Y Julián... joder, ni siquiera podía hablar de Julián.

—Quedarte aquí sentado viéndolo todos los días mientras come su almuerzo junto a su pareja tampoco te ayudará.

—Ese es mi maldito problema, William.

—¡También es el mío! ¡El de todo el equipo!

—¡Déjame jodidamente en paz!

—William sólo quiere ayudar. Jodidamente no le grites.

Los ojos de Alejandro se alzaron ante la amenazante voz y ante su dueño. Las feromonas que se espolvorearon ligeramente en el aire, le advirtieron que, en efecto, lo más inteligente era no volverle a gritar a William.

—Tranquilo, enclenque. No pasa nada —dijo William, tomando la mano de Zully para besarla. Para todos los que no conocieron a Zully en el pasado, podía sonar muy extraño el adjetivo con el que William lo llamaba. Enclenque era lo más opuesto a su estampa actual. Tal como había predicho Frabriccio meses atrás, su bebé se había empezado a convertir en todo un Alpha. Y si bien era cierto que aún no alcanzaba toda la estatura, peso y masa muscular que los endocrinólogos habían predicho, sí estaba muy lejos ya del niñato flacucho y pequeño que había llegado el primer día de clases.

—Vámonos. Sí este tipo se quiere pasar la vida entera lloriqueando por los pasillos, allá él. Nosotros no tenemos que ser testigos de su patético sufrimiento.

Cruel summerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora