Un cajón de tierra

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CAPÍTULO 8, PARTE 1

Esa mañana fue en particular fría, Harry lo había notado tan pronto salió de Gryffindor. El séptimo piso de la torre este siempre se mantenía a una temperatura perfecta, pero la realidad era diametralmente distinta bien se atravesaba el pasadizo hacia las escaleras.

Esa mañana, cuando bajó a las cocinas Julpy le recibió con entusiasmo. Incluso ahí en un lugar tan agitado como la cocina de Hogwarts se notaba la crudeza del día. Los elfos llevaban gruesos calcetines de lana y gorros acorde mientras se movían de un lado a otro por el lugar terminando de preparar los platillos.

La elfina no pudo comer con él porque, al parecer, estaba algo corta de personal. Así que después de disculparse por no poder acompañarlo le dejó solo con una tasa de chocolate caliente y una porción de panecillos. No se quejó, comió en silencio disfrutando el calor de la bebida y luego se acercó a la zona de lavado para dejar los trastes sucios antes de salir agradeciendo en voz alta a los elfos por su trabajo.

El salón de la profesora Bradbury tuvo una asistencia particularmente baja aquel día. Harry lo había visto venir, en general la primera oleada de resfríos en Hogwarts era después del primer partido de quidditch. Pero aún así estaba preocupado porque durante aquella clase el lugar de Malfoy permaneció vacío. Charlie terminó la clase diez minutos antes así que Harry aprovechó el tiempo extra disponible en el salón para llamar a Andrómeda.

La voz de Teddy al otro lado del teléfono balbuceando palabras ya más claras alivianó un poco el pesar que Harry había acumulado durante la clase. Se prometió a si mismo que ante la primera oportunidad que tuviese pediría un permiso a McGonagall para ir a ver a su ahijado. Se sentía mal por él y por su abuela. Mal porque él le había dado su palabra a Lupin de velar por su hijo, y a la primera que tenía problemas corría a refugiarse en Hogwarts. Mal porque Teddy se había encariñado mucho con él y ahora no comprendía por qué su padrino no iba a visitarle. Mal porque Andrómeda ya había criado a una hija e incluso entonces había tenido a su marido para ayudarla con aquella tarea, ahora Harry la había dejado con un niño metamorfomago hiperactivo y con el peso de la edad y la soledad.

Tuvo que inhalar profundo. Cuando terminó la breve charla, apagó el móvil sabiendo que tenerlo encendido en el castillo sería únicamente una perdida de batería (y el único lugar donde podía cargarlo era, de nuevo, aquel salón). Así que con algo de pesadez se dirigió a su clase de herbología.

Los pasillos estaban casi vacíos y el hielo en el aire actuaba casi como un amplificador de los pocos pasos que podían escucharse. Muy pronto, estuvo fuera de los invernaderos esperando que pasaran los minutos para poder entrar y comenzar su clase.

-¡Eh Harry!- los ojos verdes del azabache se fijaron en un chico de tez oscura que, a juzgar por su apariencia, no podía pasar de cuarto, aunque Harry debía reconocer que era bastante alto. Vestía la túnica con detalles azules de los Ravenclaw y en su mano agitaba un sobre como si aquello fuese alguna pista importante -Hola Harry, un gusto en conocerte soy Jonathan Killmonger- dijo cuando llegó a su lado. Harry le devolvió el apretón de manos porque a pesar de lo que Malfoy podía decir, él sí tenía modales.

-Hola Jonathan- respondió sintiendo esa incomodidad que siempre tenía cuando la gente sabía perfectamente quién era -. ¿Qué te trae por aquí?- Jonathan le extendió el sobre y Harry se quedó ahí, mirándolo.

-La lechuza de mi primo ha llegado esta mañana y me entregó esta carta para ti. Supongo que tiene una razón para no enviártela directamente y no me gusta hacer este tipo de favores, pero le debo una grande...- Harry tomó el sobre entre sus manos para examinarlo.

¿El remitente?

"Cero, uno, uno, dos, tres, cinco, ocho..." comenzó a enumerar mientras buscaba aire.

Not Just Boys [Drarry || Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora