Al estilo sagre pura

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CAPÍTULO 19 , PARTE 1.

El dieciocho de diciembre de 1997 fue un día normal para muchas personas. Londres había amanecido bajo un cielo gris y con niebla que desapareció lentamente entre las calles que al mismo tiempo se fueron llenando lentamente de personas en el trayecto al trabajo, haciendo compras navideñas o simplemente disfrutando de un paseo en los siempre verdes parques de la capital.

Aquel día un hombre enamorado saldría de la tienda número 67 de Hatton Garden con una caja en el bolsillo de su abrigo. A su lado, su mejor amigo sonreiría, bromearían sobre sus planes camino a la cafetería más cercana y tras beberlo el hombre se encaminaría a casa de su novia.

Verán, aquel día era su aniversario número cuatro y él por fin se había decidido a hacer la gran pregunta, pues estaba seguro que no podría pasar otro año de su vida sin saber que aquella mujer sería suya por el resto de su vida.

Lo había planificado por largos meses, sabiendo que su chica era una persona de detalles y una romántica empedernida (aunque siempre lo negara ocultándolo bajo humor y risas). Se había rebanado los sesos buscando un anillo adecuado para ella. Sin embargo, tras semanas de paseos por joyerías se había decidido por gastar algo más de dinero (un poco bastante más) para que fabricaran la sortija perfecta. Su novia tenía una particular afición a las historias de fantasía así que su anillo poseía la esmeralda más brillante de la que se había podido disponer que estaba protegida y envuelta por la figura de un sutil pero aun así poderoso dragón. No era una sortija de compromiso común pero el hombre estaba seguro de que era perfecto para ella.

Aquel dieciocho de diciembre, iría por su novia, almorzarían juntos, luego irían de compras de navidad y más tarde pasarían a ver películas para finalizar el día en una cena en un restaurante​ que a ella le parecería ni demasiado burdo ni demasiado especial. Luego él, algo nervioso, la llevaría a un paseo por el Tamesis y al llegar al puente de Westminster, rodeados por las luces del Big Ban él se arrodillaría frente a ella y haría la pregunta.

Tres días después el anillo brillaría en la vitrina de una casa de empeño en un oscuro rincón de Londres y allí permanecería un largo tiempo, demasiado caro, demasiado "particular", demasiado tosco. El anillo esperaría, no llevaba prisa. La esmeralda había sido forjada durante siglos en las entrañas de la tierra, la plata también. No importaba esperar un tiempo más hasta llegar a las manos correctas.

El hombre que lo había encargado esperaba que el anillo fuese el comienzo de una maravillosa y mágica historia de amor, luego cuando recordara ese día se reiría de sí mismo frente al espejo sosteniendo una botella de coñac en las manos. Él nunca se enteraría de que su deseo se cumpliría, solo que aquella no era su historia de amor.

Dos años más tarde en un apacible rincón de la capital británica, el clima no sería muy distinto al de ese entonces. Con el día así, la mayor parte de los muggles simplemente se quedaban en casa esperando que el frio diese tregua para poder salir. Algo que Draco Malfoy no pensaba hacer porque se moría por salir a recorrer la ciudad.

Cuando llegó al comedor el reconfortante aroma del café inundó sus sentidos. Harry estaba sentado en la mesa con una gran tasa del líquido oscuro.

-¿Mala noche?- preguntó Draco al notar el libro de cálculo.

-Mala mañana- corrigió el azabache -¿café?

-No gracias, creo que quiero avena ¿mi madre?

-Salió hace un rato, dijo que regresaría luego.

-¡¿Qué?!- exclamó el rubio -¿Le has dejado ir por ahí sola?

-¿Cuál es el problema? Tu madre es una bruja muy capaz.

-¡Por Hecate Potter! Es la viuda de un mortífago- gruñó saliendo de la cocina a todo lo que daban sus piernas.

Not Just Boys [Drarry || Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora