Capitulo XXXII

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SETH.

—Seth, necesito hablar contigo.

Mis ojos se desviaron hacia la anciana que se encontraba al otro lado de la habitación. Sus ojos azulados chispeaban de rabia oculta bajo una falsa tranquilidad.

Suspiré y avance hacia Paige. Y cuando nuestros ojos se encontraron, sentí un nudo apretarse en mi estómago. Su piel estaba pálida, una sobra oscura estaba por debajo de sus ojos. Sus ojos.

Mi corazón se aceleró cuando me percaté de que ya no había rastro de aquel destello doloroso. Ya no.

Dejé un beso húmedo sobre su frente y ella cerró los ojos.

—Estarás bien— susurré para seguir a la mujer que me esperaba en la puerta.

—¿Qué crees que estás haciendo?— grito en susurro.

Sus ojos chispeaban con fuerza, la ira retenida en sus pupilas oscurecían sus ojos. Me crucé de brazos, manteniendo mi respiración serena.

—¡Matarás a la chica!

—Cállate— siseé y apreté la mandíbula.

—La matarás Seth, no puedes...

—Ya está hecho— la interrumpí con frialdad.

Sus labios se entreabrieron de asombro. Ya estaba hecho y no había forma de retroceder. Todo lo que quería estaba a escasos centímetros de que lo alcanzara. Y no me iba a detener.

Ella me miró con desdén y odio.

—Tú padre era...

—No te atrevas a mencionarlo frente a tu nuevo líder— murmuré entre dientes, acercándome a ella.

—No eres mi líder— afirmó sin titubear.

Sonreí con malicia.

—Aún no— mi sonrisa se ensanchó un poco más—. El anunciamiento será en dos días, así que más vale que y tus sanadoras sigan mis órdenes, o de lo contrario... no quedará nada.

Ella me miró conteniendo sus emociones y sin decir palabra alguna, dio media vuelta y avanzó con rapidez por el angosto pasillo, perdiéndose al girar hacia otro.

Mantuve la mirada fija sobre el pasillo que ya yacía vacío antes de girar y entrar a la habitación.

***

—¡Paige!

Zara corrió hacia Paige y la envolvió entre sus delgados brazos, la preocupación se reflejaba en sus facciones y suspiró de alivio cuando la vio.

Ella tampoco era un problema más.

Victoria tampoco.

Alicia tampoco.

Arson tampoco.

Y mucho menos Damián.

Todo estaba arreglado.

Reprimí la sonrisa que amenazaba por brotar de mis labios. Zara se alejó de su amiga y sostuvo su rostro entre sus manos, las lágrimas secas decoraban sus mejillas, su piel morena brillaba bajo la luz del atardecer frío.

—Joder, me espantaste.

—No te librarás tan fácilmente de mí— murmuró Paige con diversión, alzando las cejas.

Su amiga le regaló una juguetona sonrisa y negó con la cabeza.

Pase mi mano por su cintura y ella se sobresaltó, sus manos se apoyaron sobre mi brazo y contuve la respiración cuando sus dedos tocaron mi piel y su calor me atravesó los huesos. Algo cálido se extendió por mi pecho. Y todo encajó cuando sentí sus emociones.

Luz de Luna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora