Capitulo XVII

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Maratón 1/3.
*

Era muy temprano, afuera aún estaba oscuro y muy frío. El reloj marcaba las 2:33 de la madrugada y yo miraba el techo, con la cabeza hecha un desastre. Mi madre dormía plácidamente a mi lado.

La habitación de Damián en la cabaña era un poco más pequeña que la de Zara pero estaba más ordenada, ya que él solía pasar más tiempo en la pequeña bodega entre el bosque.

Sentía un nudo en el estómago, la última vez que me había mirado con frialdad había sido después de descubrir su secreto.

La puerta abrirse me hizo levantar un poco la cabeza y observe a Damián entrar con sigilo a la habitación. Cerré los ojos, simulando que dormía. Escuche sus pasos en la pequeña habitación y después abrirse un cajón del mueble a mi lado. Mi madre se removió entre las cobijas y después hubo un gran silencio, pero lograba escuchar la pesada respiración de Damián.

Sentí unas caricias en mi mejilla y quise sonreír pero me contuve. Se suponía que dormía.

Trazaba círculos con sus dedos y su otra mano comenzó a juguetear con mi cabello. Suspiré y disfruté de las sensaciones.

Sentirlo cerca, sentir sus caricias, me traían paz y en ese momento, me hacían sentir como si no hubiera reaccionado de mala forma. Damián ya era todo para mi y la idea de poder perderlo, me congelaba.

Sentí su nariz acariciar ahora a mi mejilla y su aliento haciéndome cosquillas. Quise tomarlo de las mejillas y besarlo.

Sus labios rozaron los míos, algo pequeño pero que despertó miles de cosas en mi, mi pulso se aceleró y sentí un retorcijón en el estómago.

Pero no me beso, su rostro se alejó del mío, sus dedos siguieron con las caricias.

—Lo siento tanto, Paige— susurró.

Mi corazón se detuvo un poco, ¿que sentía? ¿Sentía haberme involucrado en su mundo? ¿Sentía haberme demostrado quien era en realidad? Mi confusión creció aún más.

Sus labios dejaron un pequeño beso en mi frente y segundos después escuche la puerta cerrarse, dejándome un desagradable sabor en la boca. Minutos después, entre tantos pensamientos, mis párpados pesaron y caí dormida.

Al despertar, mi madre ya no se encontraba a mi lado. Suspiré y talle mi rostro, aún acostada. El recuerdo de la madrugada llegó a mi cabeza.

¿Por qué había dicho eso?

Me senté en la orilla de la cama y apoyé mis brazos en mis piernas para después apoyar mi cabeza en mis manos, cerré los ojos y respire profundo.

Alcé la cabeza cuando la puerta se abrió, Zara asomó su cabeza y sentí una presión en el pecho al ver su rostro.

Su rostro estaba totalmente apagado. Tenía unas ligeras ojeras, los ojos un poco hinchados, sus mejillas sonrojadas y el cabello enmarañado, ¿había llorado?

Ella entró a la habitación, cerrando la puerta detrás de si, dejándome ver que aún llevaba puesta su pijama. Arrugue un poco las cejas y mire el reloj a mi lado. Era ya tarde.

Oh, mierda, el examen de química.

Paige— murmuró y me acerqué a ella.

Gruesas lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Definitivamente aquello era más importante que el examen de química.

Ella arrugó su nariz y me miró a los ojos, podía ver tristeza y preocupación en ellos. Sin pensarlo dos veces, la jale, rodeándola con mis brazos. Enterró su rostro en mi hombro y comenzó a llorar.

Luz de Luna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora