Capitulo XXII

909 72 3
                                    


—Por favor, dime que usaron protección— soltó Zara cuando entre a su habitación.

Me sobresalte y abrí los ojos cuando escuché sus palabras. No esperaba verla despierta tan temprano. Abrí la boca pero la cerré al instante, las palabras no salieron, sentí mis mejillas arder.

Oh, mierda.

Si ella lo sabía... ¿en que había pensado?

¿A quien se le ocurre tener su primera vez en el mismo lugar donde se encuentran varios adultos y entre ellos, tú madre?

A mi, claro. Que inteligente.

Necesito tú ayuda— solté agachando la cabeza, avergonzada.

—Mierda, Reed— se levantó de la cama maldiciendo y se acercó a mi con el ceño fruncido—. ¡Son unos...!

Sus labios se cerraron abruptamente, cerró los ojos y acarició el puente de su nariz. Abrió los ojos y me miro molesta.

—Son unos irresponsables— murmuró entre dientes.

Abrí la boca para decir algo pero las palabras no salieron, me recargue en la puerta mientras veía como ella tomaba su abrigo y un gorro para después, volverse acercarse, hacerme a un lado con un ligero empujón y salir de la habitación.

Recargue la frente en el muro cerrando con fuerza los ojos. Tenía un dolor insoportable de cabeza y...

—Mueve el trasero, Reed.

La voz de Zara me hizo sobresaltar, suspiré y avancé por el pasillo. El reloj no marcaba más allá de las ocho de la mañana. El día era frío y completamente blanco, Costa Baja lucia increíble bajo toda esa nieve.

—Zara, yo... no sé qué... cual sería... bueno...— balbucee mientras subíamos a la camioneta.

—No te preocupes, las compraré yo— afirmó.

Ella metió la llave de la camioneta y el motor rugió. Recargue mi cabeza en el cristal y caí en cuenta en algo... es día festivo y las farmacias no están abiertas.

Cerré los ojos y me regañé a mi misma. Apoye mi frente en la mano y exhale con frustración.

—Jones, es día festivo— murmuré sin abrir los ojos—. No quiero ser madre, aún.

Sentí mi corazón acelerarse al pensar en ello y un escalofrío recorrerme por toda la espalda junto con unas inmensas ganas de vomitar.

Comencé a balbucear y decir cosas sin sentido, sentía que estaba como en un estado de shock. Todas esas clases con la señorita Smith acerca de la sexualidad se había ido lejos. Demasiado lejos.

—¡Tranquilízate ya, Paige Reed!

Su grito me hizo sobresaltar, la mire alarmada y llena de horror. ¿Tranquilizarme? ¿¡Tranquilizarme!?

Ella me miró unos segundos antes de girar y centrar su vista sobre la carretera. Seguí mirándola de mala gana y llena de tantas emociones cuando ella soltó una pequeña risa, confundiéndome.

—En el centro hay una vieja amargada que no celebra nada y tiene una farmacia— me miró de reojo—. Tranquila, no eres la primera chica que lo hace en navidad... y sin protección— guiño un ojo.

Me hundí en mi asiento y crucé mis brazos. Traté de respirar con más tranquilidad pero aún tenía el corazón martilleándome en el pecho.

—Y... ¿qué tal fue?— preguntó con un extraño tono de voz—. Te gusta la adrenalina, ¿eh?

Bufé rodando los ojos, tratando de reprimir una sonrisa divertida.

—¿Tener sexo en la misma casa donde se encuentra tu madre?— soltó una carcajada—. Mujer... eres increíble.

Luz de Luna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora