Capitulo VIII

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El vestido era amarillo con puntos blancos, tenía una cinta en la cintura y unos dobles en el pecho, haciéndolos relucir un poco más. Mi cabello era detenido por una cinta del mismo color, tenía los labios pintados de un rojo intenso y mis mejillas sonrojadas. A pesar de sentir que no era exactamente un disfraz, me gustaba.

Volví a verme en el espejo, mirándome de pies a cabeza. Suspire, tome mi abrigo y salí de mi habitación.

Mi madre se encontraba sentada en la sala con su pijama, a pesar de que estaba por anochecer. Me sentí mal, quería quedarme y estar igual que ella, con una taza de café y mi pijama.

—¡Por dios, cariño!— mi madre se levanto con velocidad al verme y dejo su taza en la pequeña mesa—. Te ves preciosa.

Sonrió con ternura, mirándome. Sonreí de lado, un poco incómoda.

—Gracias.

Ella me miró por un rato, con cierto brillo en los ojos y después me abrazo. La rodee con mis brazos y sonreí.

—¿Ha qué hora vendrá tu amigo?— preguntó al separarnos.

—Eh— revise mi reloj—. Ya no tarda.

Ella asintió y regresó al sillón.

El tiempo transcurrió, comencé a preocuparme y no dejaba de pensar acerca de la posibilidad de haberle dado mal mi dirección a Coby. Me mordí los labios nerviosa, mirando mi reloj cada cinco segundos. Después de varios minutos, el sonido de un claxon me hace sobresaltar. Mi madre y yo cruzamos una mirada, y sonrió, se acercó a mi con sus brazo abiertos y me envolvió con ellos.

—Diviértete, cariño— beso mi frente.

Sonreí con los labios apretados y con pasos temblorosos me acerqué a la puerta, al abrirla, Coby estaba recargado en su auto. Llevaba unos pantalones cafés un poco holgados, un chaleco café oscuro y debajo una camiseta de cuadros, llevaba unas divertidas botas. Se había disfrazado de un vaquero y de alguna forma, hacían contraste con su rostro pecoso. Al estar lo suficientemente cerca de él, alzó la cabeza y una tierna sonrisa apareció en su rostro.

Me sentí un poco incómoda cuando me recorrió con los ojos de pies a cabeza y sentí mis mejillas acalorarse.

—Lindo vestido— dijo con una sonrisa pícara. Abrió la puerta del copiloto.

—Lindas botas.

Cerró la puerta y rodeó el auto, para subirse del lado del conductor, encendió el auto y comenzó a conducir. El viaje había sido un poco largo pero no pesado, habíamos hablado, reído y cantado las canciones que sonaban en la radio. Comenzaba a pasarla realmente bien. Coby era un chico tierno y divertido, habíamos hablado de todo y por un momento llegue a pensar que con él podrían funcionar las cosas, si los dos estuviéramos interesados.

Sentí un vacío en el pecho cuando el rostro de Damián llegó a mi cabeza. Un nudo se instaló en mi pecho al recordar sus palabras.

Te quiero lejos de ti.

Exhalé con fuerza, tratando de mantener las lágrimas en su lugar.

Estaba confundido, no me interesas.

Mis ojos se nublaron aún más y abracé mi pecho, como si tratara de mantener las piezas en su lugar. Respire hondo con los ojos cerrados, tratando de eliminar las emociones negativas y olvidar su rostro por una noche. Esa noche estaba con Coby, quien era un tipo encantador, no quería que los recuerdos arruinaran la noche, era una fiesta.

—¿Paige?— Coby me llamo haciéndome volver a la realidad, lo mire con atención—. ¿Ese es tu disfraz?

Sonrió con diversión y fue inevitable no sonreír. Apreté los labios y suspiré.

Luz de Luna [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora