16 ☆ Kioto

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Logró dormir todo el resto de la noche que le quedaba, antes que sonara su tortuosa alarma. Pero, por más que se esforzara, antes de caer profundamente en su reposo, no fue capaz de retomar el sueño anterior. Logró confirmar aquello, cuando escuchó la melodía conocida atravesando su tímpano, abriendo los ojos en el instante, junto a la sensación de haberlos cerrado hace unos segundos atrás.

Negro

Eso es toda la imagen que recuerda, después de haber despertado.

Chasqueó su lengua cansado, cerrando los ojos por unos minutos más. Sentía el cuerpo pesado, como si no hubiese descansado realmente durante la noche, después de desvelarse. Al momento de abrir los sus párpados, se dio cuenta que había pasado una hora, sobresaltándolo en el instante. 

Tiró las tapas de un manotazo, levantándose en un salto, corriendo hacia el baño para ducharse, vestirse, y arrancar del lugar, si quería llegar temprano al complejo deportivo.

La risa del conserje, junto al anuncio de que Hinata ya se había marchado, y por lo tanto, obtuvo la victoria esa mañana, fue lo último que oyó, antes de cruzar completamente el umbral.

Sus mañanas habían tomado una nueva actividad, dentro de su programa matutino.

Después de conversar seriamente con Bokuto, donde le explicó, que en realidad le era interesante la gimnasia rítmica, siendo el principal motivo del porqué se puso a espiar en las mañanas, junto con descubrir alguna debilidad en su vecino, para molestarlo, pudo dejar zanjado el tema con su mayor. Incluso, si el mismo Kōtarō no se veía muy convencido del todo. Por lo menos, logró obtener su palabra de no decir algo a Kuroo, o cualquier otra persona.

Lo que más gracia le causaba a Kageyama, de todo el tema de espiar los entrenamientos, era que el más bajo no se daba por enterado que hacía aquella acción. Sus encuentros matutinos eran los mismos de siempre, separándose en la entrada del gimnasio, dirigiéndose cada uno por su lado, a su correspondiente camerino.

A veces aparecía Bokuto en el camino, otras no llegaba a tiempo; de vez en cuando, Hinata practicaba solo en las mañanas, saltando una y otra vez, como si su vida dependiese de ello. 

El jugar a la pelota, había vuelto al azabache en una persona muy observadora de su alrededor, manteniéndose perspicaz, ante los movimientos del equipo contrario, y sus propios compañeros. Una habilidad que surgió después de años y años esforzándose, mezclado con un poco de talento. La misma que estaba aprovechando en ese momento, destacando cada una de las acciones realizadas por el cuerpo del chico ojos ámbar.

A veces era verlo interpretar una danza, con pasos delicados, fluidos, igual que la cinta que lo rodeaba de vez en cuando, mezclándose con sus extremidades, en cada salto, a un punto de parecer que eran solo uno. En otras ocasiones, se veía fuerte, serio e imponente, en la esquina de la gran colchoneta azulada, tomando aire por la boca, adquiriendo una postura de máxima concentración, levantando una de sus piernas, totalmente derecha, dando inicio al paso de la pequeña carrera, elevando ambos brazos, extendiendo su cuerpo hacia arriba, junto al impulso de sus pies, y dando inicio a las múltiples volteretas y saltos.

Ver los entrenamientos de Hinata, era toda una maravilla artística, aún cuando la parte favorita de Kageyama, era la elongación. El momento cuando su flexibilidad se hacía notar más de lo normal, disfrutando en todo su esplendor —y lejanía— el cuerpo del gimnasta. Maldiciendo internamente lo bien que le quedaba usar calzas elasticadas, abrazando con ternura toda su silueta. Marcando uno por uno, los tejidos trabajados de sus piernas, recordándole que por muy chico que sea, tenía glúteos formados, y caderas resistentes. Las mismas, que aparecían bajo la ancha cintura, acompañado de su delineado abdomen, subiendo hasta el borde de la tela. Agradecía el disfrutar de esa pequeña vista, cuando el pelinaranjo, levantaba los brazos para estirar, subiendo la ropa en el acto.

El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora