Salir a trotar era sinónimo de despejar su mente, ordenar sus pensamientos, organizar su día, analizar lo sucedido, creando teorías de lo por venir. Sus pies pisaban firme el suelo, las hojas caídas crujían bajo sus suelas, el vapor que salía de su boca era efímero, apareciendo en cada paso.
Un mensaje inesperado había llegado en la mañana, de aquella persona con la cuál había finalizando todo días antes de mudarse a Tokio.
No me amas, me dejas atrás.
Expulsó el aire que aguantó de forma inconsciente, sus labios se mantenían en una línea evitando el hacer una mueca, recordando esa última conversación, la que dio el hincapié a mudarse más rápido de la ciudad, y dejar todo atrás en Yukigaoka.
Buscó las mejores vociferaciones, quizás unas cuántas metáforas, él solo quería desplegar sus alas y volar.
Hubo un punto que se sentía un ave enjaulado, un cuervo como le decía aquella persona, por su hambre voraz e insaciable por lo que desea, siendo un omnívoro captando todo lo que le sirve, con tal de crecer y cumplir sus objetivos, por supuesto, sin pasar a llevar al del lado.
El edificio acaparó su campo de visión, se acercaba a la entrada bastante distraído y ensimismado, sintiendo como un golpe brusco llegaba a su hombro.
— ¡Uy! ¡Perdón! — sonrió burlesco — Eres tan pequeño que no te vi
Le dirigió una mirada molesta, apretando sus puños junto a un pequeño puchero — ¡Y tú eres un titán!
— Prefiero ser un titán que una pequeña mandarina
— ¿Ahora soy una fruta?
— Mmh... — un pensamiento rápido cruzó — Por mientras seguirás siendo campanita
— Molestosoyama... — masculló ignorando su mirada
— Quizás si abrieras tus alas de hada podrías volar, y no chocarías contigo
Mantuvo silencio, mirándolo con sorpresa, como si hubiese estado leyendo telepáticamente todo lo anterior — Tienes razón, las abriré, aun más... — habló sin pensar
El más alto lo quedó mirando sin entender lo que formuló, siguiéndolo hasta que se perdió completamente en el ascensor.
Últimamente no se topaba con Hinata, cuando llegaba al complejo deportivo, él se encontraba instalado en su gimnasio practicando, confirmado después por su propio compañero de equipo al llegar tarde por estar conversando con el más bajo.
Claro, eso involucraba salir a trotar más temprano y Kageyama sin querer aceptarlo, se estaba empezando a acostumbrar a las absurdas carreras matutinas por el parque, dando todo, sudando hasta la última gota, corriendo como si su vida dependiese de ello; ninguno de los dos iba a dar su brazo a torcer, la victoria era solo de uno.
El entrenamiento no iba marchando como esperaba, sentir la mirada de Atsumu sobre él, retándolo a una competencia silenciosa, solo lo descolocaba más, ambos jugaban la misma posición, por lo que era normal la rivalidad entre ellos, sin embargo Tobio sentía que iba más allá todo ello.
No se comparaban a la "enemistad" obtenida de forma reciente con Shōyō, por mucho que se molestaran, había una diferencia, una que no lograba percibir bien aun.
Su pies lo llevaban en dirección de los camerinos después de practicar el salto una y otra vez, hasta que Kozume lo obligó a detenerse por miedo a que se lastimara nuevamente. El rostro del Miya cruzó por su cabeza durante su camino, recordándole que tenía una salida con él después de entrenar. Había algo que no lograba convencerlo del todo, se veía buen chico, pero si algo había aprendido es que las apariencias engañan, que no todo es como se ve a la primera mirada, y él no era quién de juzgar un libro por su portada.
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El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙
De Todo~ Shōyō Hinata se ha dedicado a la gimnasia rítmica desde niño, por eso viaja a una academia ubicada en Tokio persiguiendo sus sueños, ser el mejor del país. Sin embargo, no pensó que tendría de vecino a un arrogante futbolista. Como si los problema...