Los músculos se tensaban, sus dedos apretaban los reposabrazos de la silla, el cuero se sentía áspero bajo sus yemas. Cerró los ojos, tratando de ordenar las ideas, ignorando por un momento que tenía a su empleado sentado frente a él con mirada expectante.
Por supuesto no era algo común ver a tu jefe besándose con el gemelo de su trabajador.
Sakusa también era consciente que no le debía explicación alguna a Kageyama, pero tampoco quería que se divulgara aquello, teniendo en consideración que es compañero de equipo del Miya.
No es que tuviese esa visión del pelinegro.
Mas prefirió hablar de ello, es mejor aclarar que formular especulaciones por un simple beso. Mantuvo el ahínco de emitir palabras acerca del asunto, así que como pudo se aclaró la garganta, remembró en los viejos recuerdos de una estación en específica, y los trajo a relucir al presente.
— Esto es sobre una historia de verano — abrió los párpados, notando la mirada intensa y atenta del contrario —, más específico, al terminar la preparatoria. No teníamos por donde coincidir, después de todo, Tokio es bastante grande, y cuenta con muchos distritos — se relamió los labios, ocultando una pequeña sonrisa —. Y henos aquí, los dos terminamos trabajando en el mismo lugar, en un bar en medio de la ciudad; nos volvimos camareros
— ¿De ahí nació el sueño de instaurar tu propio local? — se atrevió a interrumpir, con el afán de calmar los ánimos
— Sí. Era irónico, porque en nada congeniábamos, pero al mismo tiempo era como si fuésemos un todo
Dentro del estómago del menor, algo se removió, calando profundo aquellas palabras, como si las estuviese comprendiendo a la perfección.
— Atsumu siempre fue bastante parlanchín, me buscaba conversaciones en cada turno, se atrevió a darme un apodo ridículo, y como si fuera poco, su hermano comenzó a ir también junto a Suna — resopló uno de sus rulos —. Imagínate el desorden que se formaba, cada vez que él iba a atender esa mesa — rodó los ojos exasperado —. En ese entonces, Atsumu tenía pareja, incluso lo invitó un par de veces, y aunque no recuerde bien su cara, estoy seguro que lo vi fugazmente. Cuando terminó el verano, fue la última vez que lo vi, ya no sonreía como siempre, pero aún se despidió de mí con una
Kageyama seguía escrutando a Sakusa, cada movimiento, cada mueca, cada detalle, como si se encontrase en un partido de fútbol real, analizando a su rival.
Tenía muchas ganas de hablar, de preguntar tantas cosas, pero por la acción de boquear en su jefe, supo que tenía muchas más anécdotas por contar.
— Ese año ingresé a la universidad, me dediqué a estudiar administración para montar todo esto, tomando en conjunto un curso de barista y coctelería cuando ya estaba terminando. Allí fue donde me crucé nuevamente con Suna; me reconoció al instante, y logramos llevarnos bien de algún modo. Me comentaba que Osamu estaba estudiando para ser chef, ya que quiere montar su propio negocio de onigiris, y al tiempo después me volví a encontrar con Atsumu — revisó su celular que vibraba, respondiendo rápidamente un mensaje del recién mencionado —. No sé cómo, pero me envolvió en sus locuras, competíamos por tonteras, era arisco con él, y, sin embargo, me respondía con pucheros, muchas sonrisas; me dio su apoyo, y cuando no estaba entrenando en el equipo, me venía a ayudar a montar todo acá. Atsumu fue un gran pilar en todo ese periodo. Se volvió mi salvación y mi perdición
De pronto, el menor comenzó a tener miedo hacia donde iba esta conversación, la historia le sonaba levemente familiar, causando una punzada inquietante en el pecho. No quería saber como terminaba, se sentía viéndose a sí mismo en un futuro, y no quería eso para él.
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El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙
Aléatoire~ Shōyō Hinata se ha dedicado a la gimnasia rítmica desde niño, por eso viaja a una academia ubicada en Tokio persiguiendo sus sueños, ser el mejor del país. Sin embargo, no pensó que tendría de vecino a un arrogante futbolista. Como si los problema...