— ¿Qué haces acá?
Silencio.
Su mente se encontraba muy ocupada divagando en distintos pensamientos, el agua de la regadera corría sin fin, recorriendo cada parte de su cuerpo.
— ¿Tobio, estás ahí?
La interrogativa de Miya lo despertó ante sus profundas cavilaciones, percatándose que hace cinco minutos había ingresado a la ducha, quedándose de pie, sin ser capaz de mover algún músculo.
— Sí
La respuesta cortante solo le complicaba más el intento de buscar alguna conversación que sacase a la luz la problemática que cargaba Kageyama hace semanas sobre sus hombros.
— ¿Sabías que Shōyō-kun vino al polideportivo a entrenar con su grupo de gimnasia?
Después de un vacío, el rubio no tuvo más opción que resoplar indignado, a sabiendas que no recibiría una respuesta de vuelta. Decidió salir a dar un paseo, con la esperanza de que a su compañero le baje en algún momento, las ganas de conversar.
Al escuchar el sonido de la puerta cerrándose, el pelinegro soltó un suspiro, perdiéndose nuevamente en el ruido que producía el agua.
Por supuesto que sabía sobre su vecino y su inquietante visita dentro del centro deportivo, en la mañana fue toda una odisea no topárselo, incluso durante el resto de la jornada. Kageyama hizo lo posible por evitar al mayor durante el día.
Y a Hinata no le agradaba la idea.
Uno de los principales motivos por el cuál decidió ir esa mañana, era precisamente para encarar a su malhumorado vecino, a quien trató de perseguir desde el inicio, sobre todo cuando Hiroshi le anunció que el futbolista había salido del edificio unos diez minutos antes que el pelinaranjo bajase.
Pero el gimnasta tenía un plan.
Kageyama, totalmente ensimismado, no se percató que la puerta principal nuevamente fue abierta, menos que un chico entraba a hurtadillas, dejando su bolso en un casillero que encontró desocupado y sin nombre; tampoco que agarrase una toalla alrededor de su cintura a medida que terminaba de despojarse la ropa. Claro, que jamás se dio por enterado cuando Hinata entró de un sopetón a la ducha.
— ¿Qué haces acá?
Le preguntó asustado y con el corazón en la boca. No podía entender que hacía su vecino frente a él como nada, totalmente desnudo.
Silencio.
— ¿¡Estás loco!? — cambió su tono de voz asombrado por uno molesto — ¿Qué ocurriría si alguien te hubiese visto entrar?
— Me aseguré que estuviese vacío el camerino, Cobardeyama
Hinata básicamente escupió aquella respuesta, completamente indignado. Sin embargo, no se permitiría intimidarse, ya estaba cansado de juegos y huidas. Decidió ir por lo que creía más fácil, aunque nunca consideró que sería extraño acorralar a alguien casi veinte centímetros más alto que él, contra la pared.
Posó ambas manos alrededor de los hombros de Kageyama, afirmándose contrala fría cerámica. Sus ojos se encontraban, en un sinfín de palabras no pronunciadas.
— Hinata, es mejor que te vayas
Giró el rostro, evitando por completo aquella mirada que lo descontrolaba. Era consciente que no sería lo suficientemente fuerte como para resistir, antes de caer por completo ante la tentación.
Lo quería tomar tanto, como le gustaba.
— No, no me iré. Hasta que dejes de ignorarme y evitarme
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El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙
De Todo~ Shōyō Hinata se ha dedicado a la gimnasia rítmica desde niño, por eso viaja a una academia ubicada en Tokio persiguiendo sus sueños, ser el mejor del país. Sin embargo, no pensó que tendría de vecino a un arrogante futbolista. Como si los problema...