Kageyama apretaba los puños, sus pasos eran acelerados, el enojo ebullía desde su interior y sus pensamientos eran un caos. El ruido de la pequeña campanilla en la puerta lo aterrizó a la tierra, bordeándose por el aroma a café recién preparado, el olor a grano molido era exquisito para su nariz, devolviéndole lo poco de calma que tenía guardada.
En una mesa arrinconada, bastante alejada de la gente y el bullicio, se sentó frente a un hombre serio, orbes azules, y su pelo azabache estaba acompañado de varias canas. Su ceño permanecía fruncido, aun bebiendo una humeante taza de café, manteniendo una mirada interrogatoria y potente, que podía atravesar fácilmente su cráneo.
— ¿Cómo haz estado? Te ves más alto — tomó un sorbo — ¿Cuándo irás a visitar?
— ¿Se puede saber para que me llamaste? — arrugó el rostro — Ve al grano
— Tobio, aun estás a tiempo para ingresar a la universidad — dejó la pequeña taza sobre el plato, de forma insonora —. Tú solo me lo dices, y hago todo los movimientos
— Ya te dije que no voy a estudiar — se cruzó de brazos molesto, mirando hacia la ventana
— Alguien como tú es perfecto para los tribunales — tomó la servilleta, secándose la comisura de los labios, doblándola perfectamente, antes de dejarla en la mesa —, deberías dejar ese tonto hobbie
— No es un hobbie, es mi carrera — frunció los labios, sosteniendo el borde de la mesa con los dedos, enterrándolos sobre la madera
— No es una carrera el correr como un estúpido detrás de la pelota, Tobio — golpeó la mesa al soltar la taza bruscamente sobre el plato —. He hecho la vista gorda estos años, solo porque tu madre me lo ha suplicado, pero ya es suficiente. No haz logrado algo, nada haz obtenido en este tiempo. Quiero que dejes de ser un inútil
— Si me pediste que nos juntemos solo para decirme lo mismo de siempre, entonces te ahorro el discurso de vuelta — se levantó mientras dejaba unos billetes sobre la mesa —. Mi respuesta no cambiará, papá
Caminó a paso lento, pateando piedras en el camino, no quería volver a casa, le faltaba el aire y su estómago no dejaba de retorcerse. Se sentó en la plaza cerca del complejo de apartamentos, cargando sus codos sobre sus muslos mientras tapaba el rostro con ambas manos. Quería calmar la irritabilidad pesada sobre sus hombros. Por más que apretara los ojos, y se desordenara el cabello, apaciguando la ira, la rabia acumulada no se lograba exhalar de su cuerpo.
Los recuerdos vagos de su niñez, la mirada fría y calculadora de su padre en los dulces años de preparatoria, siempre en contra de todo, siempre en contra de sus sueños. Volvía como película a su mente el día que Miwa se fue de casa harta de toda la situación, porque no podía permitirse más que su papá controlara su vida, a los 18 años tomó su maleta y desapareció.
Al principio mantenían contacto, después con los años fue más difícil, y la última vez que supo de ella estaba en Londres peinando modelos de alta costura. Se sentía orgulloso de su hermana, por su valentía y escapar para hacer lo que quería. Fue quien siempre lo impulsó a continuar en el fútbol en todos sus años de escolaridad, incluso seguir adelante después de terminar. En su tercer año fue reclutado en uno de los mejores equipos dentro de la J1 League para el año siguiente, y su pecho no podía inflarse más por orgullo.
Su mamá siempre lo apoyó, siempre creyó en él, y por lo mismo, siempre abogaba por él ante la osca mirada de su padre. Él no dio mayor problema, pensó que su hijo dejaría esas cosas al finalizar la preparatoria, y sentaría cabeza para empezar a estudiar y ser un abogado como él.
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El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙
De Todo~ Shōyō Hinata se ha dedicado a la gimnasia rítmica desde niño, por eso viaja a una academia ubicada en Tokio persiguiendo sus sueños, ser el mejor del país. Sin embargo, no pensó que tendría de vecino a un arrogante futbolista. Como si los problema...