Habitualmente la unión de ese par, era sinónimo a escándalo, desorden, bromas y risas estruendosas. Nadie creería al entrar en aquella cocina que un silencio les rodea, permitiendo el sonido del agua correr tomar toda la atención de ambos pares de oídos, mientras Kuroo lavaba la loza perdido en sus divagues.
Bokuto se sentía un poco culpable por sacar a relucir un tema tan delicado como el de Kozume y el pasado maltrecho con su mejor amigo. En su mano tenía otra servilleta doblada, formando una grulla ahora en su amago de hacer distintos tipos de origamis. Era una costumbre que adquirió cuando buscaba calmar sus nervios, luego de salir de preparatoria y ser consciente que no siempre tendrá un equipo donde le aguanten sus berrinches ante la poca tolerancia a la frustración.
Un suspiro acongojado escapó de sus labios, cerró la llave, dejó de lado los platos, se secó tranquilamente dedo por dedo, y sin siquiera girarse, procedió a emitir más de una oración.
— No te sientas mal, bro. No tiene que ver el hecho que me sacaras el tema a colación, después de todo, es algo que pienso todos los días — una pequeña pero sincera sonrisa se formó en su rostro, dándose vuelta por completo al final, apreciando en escasos segundos la colección de animalitos hechos con papel —. La única diferencia, es que ahora estás tú, Kōtarō, lo cual me permite expresarme libremente a alguien con plena confianza
— ¡Entonces soy todo oídos! — expresó con alegría, dejando de lado las inseguridades anteriores — Desde que nos conocemos, siempre has estado a mi lado, Tetsu. Permíteme ser tu confidente ahora
Sus palabras salieron con total sinceridad, sin quitarle la mirada, manteniendo siempre una sonrisa confiada. Lo que menos quería, era que el chico siguiera abnegando sus sentimientos.
El pelinegro asintió, acercándose hacia su amigo, sentándose a su lado y reposando con total libertad la cabeza sobre el hombro ajeno.
Bokuto fue su oidor y Kuroo logró soltar todas las palabras amargas atoradas en su corazón.
La noche estaba haciendo su acto de presencia, pero poco les importaba a dos almas lujuriosas, con cuerpos candentes, derritiéndose por el toque contrario, perdiéndose en jadeos extasiados.
El choque de caderas era rítmico, tan sincrónico como los gemidos de un Hinata enredando sus piernas, aplicando fuerza en sus muslos, hasta girar a un Kageyama y hundirlo bajo el colchón. Los dos no paraban su pequeña guerra de dominancia, porque el gimnasta quería sentir más placer arriba de él, y el futbolista insistía que, teniéndolo abajo, podía penetrarlo como más quisiera.
— Si sigues así, pararé todo — le gruñó mientras se daban vuelta, afirmándolo por los hombros, saliendo de él, lentamente
— No te soltaré, hasta que me la pongas — sus piernas se afiataban a la cadera del menor, asegurándose que este no le dejara como lo estaba haciendo, y empujándolo para quedar arriba de él nuevamente
— Te la pondré del modo que más te guste — y la sonrisa altanera que tanto odiaba Hinata, pero al mismo tiempo le volvía loco, le deleitaba
Quizás era algo netamente estúpido, como discutir una posición en medio del acto, mas ellos lo disfrutaban como nunca; como si el encender la chispa de la rivalidad solo dedicándose miradas, pudiesen hacer viajar más rápido la adrenalina mezclada con excitación a través de todo el torrente sanguíneo.
Lástima que la cama no fuese lo suficientemente grande como para soportar un par de giros más.
— ¡Auch! — la espalda del más bajo dio de lleno al frío suelo — ¡Pesas, Bakageyama!
— ¡Esto es toda tu culpa! ¡Hinata, idiota! — rugió levantándose de su posición. La vena a un lado de la frente se le estaba marcando, y aquella mirada lujuriosa tenía un tinte de molestia — Ven aquí
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El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙
De Todo~ Shōyō Hinata se ha dedicado a la gimnasia rítmica desde niño, por eso viaja a una academia ubicada en Tokio persiguiendo sus sueños, ser el mejor del país. Sin embargo, no pensó que tendría de vecino a un arrogante futbolista. Como si los problema...