37 ☆ Stereo Hearts

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Últimamente, Kageyama se encontraba reflexivo.

Ni él se entendía con sus cambios constantes de pensamientos, el como pasó de no querer ver a alguien porque no lo soportaría, a volverse un ente presente y constante en su vida.

Las palabras de Miya en su departamento, el día exacto que Hinata llegó al piso, siguen rebotando en su cabeza, como si fuese un constante recordatorio sacándole en cara que, efectivamente su compañero de equipo tuvo razón con lo que dijo.

...Tu nuevo vecino.

Bueno, que me importa. Mientras no sea una molestia.

¿Entonces me lo puedo quedar?

Sí, sí. No me interesa.

...Si te arrepientes, no te lo cederé tan fácilmente.

...No me voy a interesar en él.

Muchas cosas habían cambiado en el transcurso del tiempo, partiendo porque Atsumu realmente se interesó por el gimnasta, lo buscó, y trató de conquistarlo. Incluso tuvieron una noche juntos. Tal vez en esa ocasión, las palabras ya le remembraban con intensidad dentro suyo.

Kageyama está seguro, de que si no fuese porque el rubio por fin admitió que amaba a otra persona, y logró estar con ella, lo más probable es que su pareja actual, sería Hinata.

Y eso no le agradaba.

A pesar que él mismo le dijo a su compañero de equipo que podía quedarse con su vecino, porque no le importaba; no creería que actualmente Hinata se convertiría un pilar fundamental en su vida.

No era el tiempo que se llevaban conociendo, sino la conexión inquebrantable que fueron construyendo.

Con cosas tan básicas y sencillas, compartían gustos y teorías. Cuando conversaban, las horas se volvían segundos, el tiempo pasaba velozmente alrededor de ellos.

Jamás pensó que terminaría involucrado con su revoltoso y alegre vecino, que siempre tenía una facilidad para descolocarlo. Al verlo, solo quería hacer un desastre en él, le causaba un deseo sexual enorme, y pareciera que, al mismo tiempo, era insaciable.

En un principio, cuando recién se conocieron, le gustaba provocarlo, juguetear con él, como un gato y un ratón persiguiendo sin parar; el hecho de colocarlo nervioso y verlo sonrojar, era el mejor show que podía disfrutar.

Siempre era netamente físico todo, que le llevase la contraria solo le provocaba callarle la boca con mordiscos y gemidos. No sabía bien que tenía el de hebras cobrizas, pero le rompía los esquemas, lo quebrantaba y lo volvía armar a su gusto.

Y Kageyama se entregaba a ello, porque era adherente, era adictivo.

Se vio encontrando algo mucho más allá que una satisfacción carnal, el confort y comodidad que le otorgaba su presencia, sus palabras reconfortantes al momento de la debilidad, su incondicionalidad cuando creyó que todo se venía abajo, el simple hecho de que lo aceptara tal cuál es.

El pelinegro estaba seguro que no encontraría a otra persona así, en el resto de su vida. Y solo por eso, las palabras que le dijo su dulce hermana antes de irse, siguen calando cada vez más profundo en su corazón.

Porque la conexión que adquirió con el gimnasta, es algo único e inigualable. Porque duda tenerlo con alguien más.

El problema erradicaba que, ante todo esto, al futbolista le causaba miedo.

Miedo de equivocarse.

Miedo a lo desconocido.

Miedo a que se aleje.

El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora