29 ☆ Trato

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Era solo un apretón de manos.

Algo que simbolizaba el cierre de un trato, pero por lo visto, tenía más significados.

El primero, que, de un jalón, nuevamente se estaban besando; las piernas se enredaban en el acto, se probaron otra vez, y Hinata se encontraba todo sudado.

Pero no le importaba.

Estaba muy ocupado montando a Kageyama, perdido en el placer de sus sensaciones nerviosas, y el lubricante a esa altura no se sentía frío en su interior.

De vez en cuando chocaban los dientes, tratando de seguir los movimientos fluidos; le desesperaba sentir las manos de su vecino sujetándole las caderas, controlando todo.

Un rey en la cancha.

Pero era satisfactorio, tanto, que su cuerpo ardía en éxtasis, y los toques exactos le estaban volviendo loco.

Con razón es tan habilidoso para meter la pelota dentro del arco.

Unos espasmos, un último tiro, la entrada perfecta, y sus extremidades quedaban a merced del cansancio, cayendo sobre el pecho del más alto.

Respiraciones irregulares, cuerpos agotados después de un segundo round. Hinata solo logró rodar hacia un lado, descansando su espalda sobre la cama, y soltando un jadeo cansado.

— Esto es tu culpa — remetió al dueño de casa

— Deberías aprender a aceptar tus errores, idiota — escupió molesto

— ¡Tú fuiste el que me besó de nuevo!

— ¡Y tú el que comenzó a manosearme otra vez!

La discusión acalorada solo lograba que ambos rostros se sonrojaran. Un poco más determinado, el gimnasta levantó su cuerpo, buscando con los ojos su ropa esparcida por toda la habitación.

— ¿Te molesta si tomo tu ducha?

Kageyama solo le hizo un vago gesto con la mano, indicándole que fuese al baño.

Una risa murió ahogada en su boca observando como su vecino apenas podía recoger la ropa, caminando a paso tropezado, hasta que por fin llegó al baño.

Bueno, hice bien mi trabajo.

La sonrisa pequeña se formaba en su cara ante un fútil logro. Buscó su propia ropa interior, colocándoselo con disgusto, y eliminó los condones acusadores del gran crimen. Después tomaría una ducha.

Dentro de la regadera, Hinata solo podía perderse en sus lagunas mentales, dejando caer el agua sin parar sobre sus cienes, y sintiendo una tormenta dentro de su cabeza.

Si algo tenía claro, es que debía pagarle derechos de autor a Gabriel García Márquez por estar escribiendo su propia Crónica de una muerte anunciada.

No era vidente, pero tenía más que visualizado un futuro donde ambos terminarían desembocando sus pasiones, enfrentando un encuentro íntimo sin programar y al mismo tiempo predestinado. Era como si Hinata realmente esperaba que aquello ocurriese en algún momento.

Pero fue más temprano que tarde.

Había fantaseado algunas noches con ser penetrado por su vecino, solo porque su cabeza se repetía una y otra vez que estaba malditamente atractivo; y aunque no fue una persona que solo se dejara llevar por el físico ajeno, tenía claro que el pelinegro era como un veneno adictivo.

En un momento de ciego y valentía le pidió algo tan disparatado como iniciar una relación plenamente sexual a su vecino, viéndole siempre el punto a favor suyo, incluso si había más resultados negativos que positivos.

El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora