24 ☆ Pasado

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Sus ojos no daban crédito a lo que veía. Hinata a la distancia notó como el chico castaño le formulaba unas palabras al contrario, haciendo unas señas, parándose y caminando en dirección hacia él.

Sus piernas temblaban, sentía su cuerpo desfallecer, flaqueando interiormente, mandando toda su fuerza a los pies, buscando la estabilidad que hacía lo posible por abandonarlo.

En su ingenuidad, creyó que lo había superado, que se estaba olvidando de él, pero tenerlo cara a cara era traer a colación su relación fracasada, de la mano con todos sus temores e inseguridades.

Comenzó a recoger los restos de loza quebrada, concentrándose en cada fragmento de la taza, tomándolo uno por uno, visualizando que no importa si los pegase nuevamente con el mejor adhesivo, la taza no volvería a ser la misma de antes, y en este caso, lo mejor era desecharla.

Una gota de sudor se escapa sin permiso al colocarse de pie nuevamente, recorriendo su corta patilla, sintiendo como el mundo se detenía a su alrededor. De pronto los segundos avanzaban más lentos, y la gravedad perdía sentido debajo suyo.

— Qué increíble coincidencia encontrarnos en este lugar — una mirada rápida escaneando su reacción, solo logró aturdirlo más —. Cuando Aone me dijo que fuéramos a un café que le gusta bastante, y atiende un garzón de pelo naranjo amable — tomó uno de los rizos con sus dedos, el cuál fue quitado en el acto —, nunca imaginé que fueses tú. Jamás asocié que el chico de cabello anaranjado serías tú, Shōyō

— ¿Qué haces aquí? — aún en su estupefacto, logró sacar una voz firme — ¿No deberías estar en Fukushima?

— Bueno, estoy terminando mis estudios, así que por supuesto escogí una universidad acá en Tokio para realizar mi investigación final

Aquella sonrisa dulce se volvió en una altanera. No había vestigios del viejo Kenji Futakuchi, el adolescente con mirada ruda, pero tierno en su compañía, tomándolo de la mano con confianza, tirando de él en primer año de preparatoria a inscribirse en el club de gimnasia rítmica. No existían sus vitoreas ante sus saltos altos, los aplausos cuando salió su primera invertida bien hecha, los ojos llenos de admiración por las volteretas en medio del patio, y un sinfín de recuerdos que viajaban rápidamente por su cerebro, representándose en nostalgia palpable.

El mismo chico que criticó a Hinata por no abnegar su futuro, para mantener la desequilibrada relación por más tiempo, y ojalá, en la misma ciudad.

Pero ahí tenía un imponente Futakuchi mirándole, actuando como si estuviese haciendo un pedido; compartiendo terreno en la misma ciudad que tanto le criticó por escoger para perseguir su sueño.

Las miradas extrañas de sus compañeros por mantenerse en silencio tanto tiempo, le estaba preocupando, y no podía sumar la carga con lo ya contado.

Porque sí, por primera vez, el gimnasta decidió hablar por cuenta propia, y les contó tranquilamente una tarde, donde no tuvieron trabajo a Yachi y Yamaguchi sobre todo lo que pasó con Kageyama y Miya, explicando de paso del porqué el pelinegro no aparecía.

Como si sus desgracias no aumentaran, hubo días en los que llegó el rubio buscándolo para hablar, esquivándolo con la excusa de estar muy ocupado, y que en otro momento lo harían. Porque sí, Hinata sabía que debía hablar con el futbolista, y dejar de esquivarlo todo el día.

Si algo aprendió de todo el problema de la mentira de Kozume, fue de que debía hablar a tiempo, o la bola de nieve es tan gigante, que se estampa sobre tu rostro, dejándote aturdido y sin más opciones que deshacerte de ella de algún modo.

Una valiosa lección, sobre conversar las cosas.

— ¿Y eres amigo de Aone-san?

No había pasado mucho tiempo, pero Hinata quería demostrar que si había cambiado, que estaba aprendiendo a salir adelante. Totalmente decidido a acendrar el mismo, dejando los titubeos a un lado, se plantó derecho y tranquilo, comenzando a mirar la caja registradora, imponiendo que no le molestaba su presencia.

El lazo del destino 🧡 [KageHina] 💙Donde viven las historias. Descúbrelo ahora