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Sé que te destrocé—Dice muy orgulloso—A la maldita intocable Samsara Culpepper, pude doblegarla y acabarla.

—Te equivocas, querido Milan. Tú solo acabas de desatar tu fin—»

—¿A dónde me piensas llevar?—Le pregunto a Ian, mirándolo detalladamente.

Para mí las miradas son muy importantes.

—¿Puedes relajarte?

—De poder, puedo. De querer, la verdad es que no—Saco mi brillo labial, un pequeño espejo, y los relleno del gloss. No paso desapercibido como Ian se desconcentra—¿Piensas matarnos?

—¿Siempre eres así de irritante?

—Tomando en cuenta que mi vida dio un giro de 360 por una sola persona, hace unas horas, si.

—Si una sola persona puede hacerte perder el rumbo, no eres tan fuerte como demuestras, Samsara.

—Soy la mujer más fuerte—Bufo—Tu teoría es una idiotez. Todos tienen una debilidad, está psicológicamente demostrado.

—No. Todos tenemos una persona especial, por la que dejamos de ser quienes somos y nos hacen sentir mejor, eso está científicamente demostrado. Lo que no, es que exista solo una, al igual que el hecho de que no todos necesitamos a una persona que nos doblegue. Ser débil es una decisión.

—No soy débil, Ian. Pero esto me tiene agotada...—Estacionamos en una casa que no detallo porque no me interesa.

Nada más nos recibe a parte de la oscuridad. Ian no prende nada, solo me jala hacia unas escaleras y cuando me doy cuenta, estamos en una sala de estar. Me tiro en un sofá y cierro los ojos mientras froto mis sien.

¿Puedes con todo realmente?

Es esa la pregunta que no deja de rondar en mi cabeza.

—¿Qué te tiene agotada? ¿Ser fuerte por apariencias?—Se sienta frente a mí, en un sofá individual y de color blanco.

—No lo soy por apariencias, realmente es algo que me define ¿Sabes?—Asiente con un pequeño movimiento—Tuve una infancia asquerosa. No sé de donde provengo, supongo que mis pesadillas tratan de recordarlo pero es algo que no tiene mucho sentido. Después, casas de recogida. Terminé en una de puros niños y el bullying era tan...natural. Algo que los hacía sentir bien, yo era la cosita débil y ellos los fortachones.

Recuerdo vagamente el lugar, decorado con montones de colores pero completamente vacío e infeliz. Los niños grandes me pedían favores y yo era tan indefensa, tan anémica, que ni siquiera tenía fuerza para llevarles un vaso de agua sin que este se derramara por todo el piso. Se reían.

Varias veces me escondieron, lo cual no era difícil, tomando en cuenta lo pequeña y flaca que era. Me metían en cajas con los balones o donde iba la ropa y podía pasar una semana entera allí.

Luego me detectaron mis alergias.

Empecé a vomitar todo lo que consumía, desde la leche hasta el arroz y tomando en cuenta que era un presupuesto limitado el de aquel lugar, se las vieron grises con mis complicaciones.

—¿Hasta que edad?

—Cinco, pero antes llegó un niño. Era menor que yo, por meses o años, como te podrás imaginar, no sabía contar, o de números, no entendía nada de la vida, si hablo con honestidad. Cayó bien de inmediato, supongo que la suerte lo acompaño y por eso los "cool"—Dramatizo con mis dedos—, lo querían. Él me vio así y no sé si fue su inocencia que lo llenó de empatía, que le agradé o que cosa rara pero no dejó que me volvieran a hacer nada.

SIMPLE...Siempre seré yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora