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—¿Nos podemos ver?—Pregunto al descolgar.

—Te tardaste en llamar, pero, por supuesto—Me habla como si fuera su socia y no su maldita prometida—¿Podemos ir al hotel de papá?

—Suite presidencial 03–Le doy esa información y finalizo la llamada mientras siento ahogo con el aire.

Me siento confundida.

Estar hace dos días con Ian fue tan...diferente. Ian Vinicius es una mezcla extraña, porque me trata como una reina y a su vez intenta superarme y tener mas ego que yo. Creo fielmente que en su casa no caben nuestros dos orgullos, están siempre chocando y tratando de derribarse pero también de apoyarse. Eso me hace sentir bien porque me hace saber que somos dos en la relación y no sólo yo.

Es extraño y me gusta.

Ian no es un niño, me lleva ocho años exactos y en esos ha tenido infinitas experiencias. No solamente lo dejó su esposa en el altar, tuvo que fingir amarla, irse con sus abuelos y soportar que sus padres no lo quieran de forma incondicional, cargar con la muerte de su ser favorito, lidiar con el hecho de que tenía nuevos hermanos que lo tomaban como desconocido, aceptar los cargos de su hermano que fue a rehabilitación y encargarse de todo lo que Jex Zek era.

¿Lo admiro? No lo sé, yo puedo con eso y con más. No obstante, no le pienso quitar el peso por lo que lleva en su corta y cargada vida.

Él me entiende.

Pero no lo amo y no lo amaría nunca, porque después de Milan Daniel, la única persona que tiene cabida en mi vida es: yo misma.

Nadie vuelve a intentar derrumbarme.

Yo no soy solamente suficiente, yo soy más que eso.

Pero también quiero sexo y una persona que sencillamente esté ahí.

—¡Te estás cogiendo a un maldito Van D' Vierr y no me dijiste un carajo!—Grita Basil cuando descuelgo el teléfono.

—Es que no es tu problema, Pax.

—¡Es mi problema cuando mi mejor amiga sale siendo besada por el hombre más bello de Europa en todos los medios, después de que su hermano confirmara su matrimonio y próximo hijo con Zöé!

—Pax...—Inhalo y exhalo, pero necesito más que eso para relajarme porque me está costando demasiado. Voy al bar y me sirvo agua mientras por la ventana veo la gris ciudad.

—¿Cómo estás, Daisha?—Despeino mi cabello como si eso me fuera a dar la solución necesaria para este problema.

Yo pudiera luchar por intentar derrumbar a Zöé y lo lograría, la dejaría en el piso sin una pizca de autoestima, pero esa no soy yo.

Si tengo que dejar mi dignidad como mujer y rebajarme a ser una más, solo por obtener un hombre. ¿Realmente esa persona es el amor de mi vida?

El amor es una guerra, lo sé. Pero resulta que de ella nadie regresa ileso, si es que lo haces.

Una cosa es luchar por estar con una persona y otra es dejar lo que eres por estar con ella.

—Es tan confuso, Paxi...—Siento como mis piernas flaquean y caigo en el piso sobre mis rodillas, mientras lágrimas amenazan por salir, necesitando esa liberación. Paso mis uñas por mis ojos y me paro, repitiendo las palabras de papá como si fueran un mantra. Mi nueva religión. Una oración a la que le tengo más fé que a cualquier ser supremo.

—Nena, confía en ti—Me dice con voz suave—Tú siempre sabes que hacer, no por nada eres la mujer que eres. Si un hombre, Samsara, es capaz de acabar con la maldita roca que eres, entonces no eres mas nada a parte de una fachada.

SIMPLE...Siempre seré yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora