| Treinta y cuatro |

801 167 46
                                    

────── •  *  .  ✫  .  *  • ──────

Me bajo del auto y cierro la puerta con temblores que dominan hasta la última parte de mi cuerpo en nerviosismo. Estoy aquí, pero preferiría estar en cualquier otra parte, Con Hutsh y Sea, o en el estudio, con los chicos. O si, también con Brynn, pero no en esta situación. No intentando descubrir si es que ella tiene algo que ver con este enredo en el que se ha transformado mi pasado.

Pero he aprendido a la mala que las cosas jamás son tan simples.

Brynn me abre la puerta con una sonrisa de oreja a oreja y me deja pasar. El interior de su departamento es tal cual lo recuerdo. De un piso, luminoso, amplio y cálido. De colores pastel en contraste con decoraciones de brillantes bastante llamativas. Siento que se me contrae el pecho y me veo obligada a tragar saliva para copiar el gesto también en mi cara.

Quiero descubrir la verdad, pero no me importaría en lo absoluto si mi mejor amiga no tuviera nada que ver con ella. Aun si eso me confundiera aún más.

—¡Llegas tarde! Estaba a punto de comenzar la película sin ti.

Se me forma una sonrisa automática en el rostro, pero al mismo tiempo también me siento triste.

Toma la bolsa de golosinas que llevo en la mano después de cerrar la puerta y se dirige a la cocina para servirlas en platos, pero se detiene a medio camino para mirarme con curiosidad.

—¿Estas bien? Pareces algo tensa.

Me mira de arriba abajo en busca de alguna respuesta, pero no tengo idea de que decir. Mucho menos de como comenzar con el tema. Por instantes me había planteado atrasar el momento para después de la película, para disfrutar de su compañía una ultima vez en caso de que todo esto se fuera a la mierda luego. Pero a mi jamás se me ha dado muy bien esconder mis emociones. Todo lo que siento se me expresa en la cara. Así que no creo que consiguiera pasar mas de dos horas fingiendo que nada me preocupa.

Abro la boca pero solo consigo tragar aire.

—No he venido aquí a pasar la tarde— le digo con la mirada fija en el suelo.

—¿Ah, no?

Niego con la cabeza, inspiro y me aseguro de tener buen puesta la mascara de enfado cuando levanto la cabeza, porque de aquí en adelante comienza la actuación.

—He venido por la verdad.

—¿Que?

—Que ya lo sé todo.

Cuando la miro, reconozco como miedo el temblor que me recorre el cuerpo. Pero no miedo a ella, sino a todo lo que sabe. Miedo tanto de que mi plan funcione, como que a la vez no. No tengo idea de cual sería peor. Pero en su rostro no encuentro evidencias claras. Aunque puede que yo no sea realmente buena reconociéndolas. Confío mucho en la gente, entrego mucho. Jamás me pongo a pensar que en algún momento podrían traicionarme, hasta que me doy de frente con sus espaldas.

—No entiendo Thea, ¿De qué hablas?

Lanzo un suspiro de cansancio e intento mostrar mi mejor cara de frustración y de enojo. Ha estado conmigo en todo lo que conozco de vida, cuando descubrí mi personalidad, cuando divagaba entre mis ideas y me conocía a mí misma. Es como si me hubiera visto nacer. Para engañarla voy a tener que poner todas mis cartas sobre la mesa. Hasta la última. Es un todo o nada.

—Ya se del trato que hiciste con mi padre cinco años atrás.

Justo ahí. Una mezcla de sorpresa, de confusión. No hay reacción, porque creo que por segundos su mente ha dejado de formular ideas para centrarse en las mías. Apuesto que de poder leer su mente, la escucharía preguntándose como pasó todo, porqué mi padre me lo dijo, que pasa por mi mente y que es lo que estoy planeando con ello. Solo por el pequeño instante de silencio que me brinda, por la forma en que su cara se transforma con una reacción liquida que se escurre por su cuerpo, sé que estoy en lo cierto.

La velocidad del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora