| Veintisiete |

820 170 200
                                    

────── • * .  ✫  . * • ──────

Me volteo a mirar a Hutsh, porque de pronto siento que se me agota el suministro de energía. Él tiene la vista fija en la chica, como si estuviera decidiendo si creerle y apoyarme, o mandarla a la mierda por mentirme. Lo siento comenzar a acariciar mi pulgar con el suyo en una forma de tranquilizarme.

—¿Que dices?— murmuro.—¿Como iba a chocar con un camión? Yo ni siquiera se manejar una motocicleta.

O al menos la parte consciente de mí, toco una motocicleta por primera vez cuando Hutsh llego a mi vida.

—Le pateabas el trasero a todo el mundo en las carreras clandestinas, Mia. ¿Por qué jodidos ibas a chocar en un auto? No estoy segura de sí sabias siquiera conducirlos.

¿Carreras clandestinas? O sé que aparte de conducirlas, jugaba con ellas.

Eso sí que tiene que ser mentira. ¿En qué mundo una simple escritora con una vida más aburrida que corriente, podría incluirse en un mundo así? Ese tipo de cosas no pasan en la vida real.

Vuelvo a sentirme como si hablara de alguien más, como una historia ajena. Intento dibujar una escena de mi sobre una motocicleta, corriendo a gran velocidad para derrotar a otros sujetos a través de calles transitadas, corriendo el riesgo de chocar en cualquier instante y salir volando, y se me ponen los pelos de punta.

Joder. Que yo me subo al auto y me aferro al cinturón de seguridad como si fuera un flotador en aguas profundas. Odio pasar los ciento veinte kilómetros por hora en la carrera, y no me salto ninguna señal de tránsito.

Para que la historia de esta chica fuera verdad, la Athemia del pasado y quien soy ahora deben ser dos personas completamente distintas, en todos los sentidos. Incluso con sensores de adrenalina diferentes. La Athemia del pasado jamás habría hecho algo tan sublime como sentarse a escribir; así como la de ahora jamás competiría en una carrera.

—Esto tiene que ser una puta broma— se queja al final. —Es que la gente no puede simplemente olvidarlo todo así como así.

Trago saliva casi con rabia. Algo dentro de mi arde contra ella, como si de pronto se transformara en la culpable de mi pérdida de memoria.

—Casi morí aquel día— exclamo, mi voz sale más fuerte de lo que pretendía. Mi accidente no fue como una caída con simples rasmillones. Me partí la cabeza, me quebré varios huesos e incluso tuvieron que sacarme las costillas que perforaron mis pulmones. Cargo con una cicatriz en la nuca que cruza por mi cabeza como si fuera la línea del ecuador. Tener amnesia es la secuela más baja que pudo quedarme después de estar a punto de soltar la única uña que me quedaba aferrada a este mundo.—No fue «Así como así». Me partí el mal... me partí el cráneo. Tengo amnesia regresiva. No hay nada antes de que despertara del hospital. No sé quién eres, no se quién es ninguno de ustedes. ¿Cómo podría creerte?

Frunce el ceño. —Nos encierras por cinco años en la cárcel, te encargas personalmente de... jodernos la vida. ¿Y ahora yo debo convencerte?

—Es la verdad— suelto las palabras golpeadamente, porque en el interior la ira me está ardiendo, y sé que de no intentar controlarme, terminare explotando. Aprieto los labios. —¿Qué es lo que necesitas para creerme? ¿Exámenes médicos? ¿La nota del doctor?

Ella suelta una furiosa sonrisa de medio lado. —No podría creerle a un documento. Sabes cómo alterarlos todos. No necesitarías ni siquiera un día para hacerte con uno de ellos.

—Hay videos— continuo. —Me grababan en algunas de las sesiones que tenía con neurólogos y psiquiátricos. No hay, ni siquiera una sola cosa que recuerde de antes de aquel día. No existes tú, ni mi padre, ni una yo pequeña. Nada.

La velocidad del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora