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Me despierta un sonido de alarma y me levanto a tropezones hacia la puerta, pero cuando abro, no encuentro a nadie al otro lado. Primera estupidez del día, abrir sin mirar por la mirilla, sobre todo considerando que hay personas acechándome. La segunda es no haber sido capaz de diferenciar el sonido del timbre del de mi teléfono, que por supuesto no son iguales, pero que yo aun en mi estado adormecido no fui capaz de diferenciar.
Me golpeo un poco la cara para despabilar y busco el móvil en medio de los cojines. Tengo un mensaje de Hutsh y me quedo pegada mirando la pantalla intentando aclarar mi visión para leer los mensajes un poco desorbitada, igual que cuando te despiertas por la mañana, pero aún no asimilas que estas vivo y te quedas mirando la pantufla, deseando profundamente ser un perro. No alcanzo a leer ni uno antes de que mi teléfono comience a vibrar junto con el tono de llamada y aparezca su foto en la pantalla.
Me golpeo la cara suavemente para despabilar un poco antes de coger la llamada.
—¿Hola?
—¿Cash?— Hutsh parecer estar más sorprendido que yo, como si yo lo llamara a él. —¿Estas bien?
—Despertando de un coma, sería la descripción más exacta.
Me froto la cara y me pongo de pie nuevamente, dirigiéndome a la cocina para beber algo con azúcar para despertar más rápido.
—Siestas de muerte, ¿No? El placer de los solteros.
—Tú también estas soltero.
Lo escucho carraspear. —Corrección. Soy padre soltero.
Rodeo los ojos y sirvo un poco en el vaso, lo bebo y después lo lleno por completo. Otra de mis raras malas costumbres.
—¿A qué debo el honor de tu llamado?
—Darte la oportunidad de deleitarte con mi voz.
—La modestia es otra de tus cualidades con las que me encanta deleitarme.
Suelta una de sus profundas carcajadas, llenando la línea, e inmediatamente me contagia la energía. Se me forma una sonrisa en la cara. Lo único que puedo pensar, es en lo poderosamente adictiva que puede llegar a ser tener un Hutsh en tu vida. Usarlo como cambiador de ánimos. Una llamada, un par de palabras y una risa es suficiente para alegrarte el día.
—¿Día ocupado?
—Tan ocupado como puede ser un domingo libre para alguien quien única preocupación, es alimentar a su perro sin fondo.
Le echo una mirada a Sasha, acostada en la otra mitad del sillón, observándome atentamente por si es que acaso se me ocurre apartarme de su vista. No se levantó a ladrarle a la puerta, esa debía haber sido señal suficiente para darme cuenta de que no era el timbre el que sonaba, si no el tono del teléfono. Pero supongo que aún estaba reaccionando a lo bruto.
—¿Te apetece un chocolate caliente?— pregunta entonces.
—¿Que es ese afán que tienes con el chocolate caliente?
—¿Lo pregunta otra adicta al azúcar? Que hipócrita de tu parte, Cash.
—Pareces estar compitiendo por mi lugar en la escala de la adicción— puedo apostar que suelta una sonrisa al otro lado de la línea.
—Oh, no. Solo quiero estar a tu mismo nivel. Desde que descubrí que compartías esta extraña obsesión, se me ha ocurrido que podríamos hacer un paseo por todas las cafeterías para descubrir el mejor chocolate caliente de San Francisco.
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La velocidad del vacío
عاطفيةAthemia Cashworth está a medias. Su vida se divide en dos, y justo en el centro se encuentra aquel accidente que destruyó todo lo que tenía; su carrera, sus amigos, incluso sus recuerdos. Luego todo inició de cero, o simplemente inició. Acarreando c...