| Diez |

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Tomo mi abrigo del vestuario y salgo, situándome a un costado del pasillo, esperando a Daxwell para nuestro café de todas las tardes. Lo veo aparecer trotando desde una esquina, vestido semi formal, como siempre, pero sin llevar el abrigo en las manos, por lo que sé que no está listo para salir.

—Tendremos que abortar la salida de hoy— dice cuando llega a mí. Se detiene tan solo a unos pasos.

—¿Está todo bien?— pregunto realmente preocupada, su cabello se ha desordenado con el trote, y sus ojos grises brillan.

—Si. Es solo que hicieron una revisión de imágenes y a Luca no le parecen. Tendremos que evaluar volver a grabarlas.

—Y eso implica costos, tiempos y materiales— él asiente lentamente.

—No te preocupes, está bien. Ve a hacer lo que mejor sabes hacer— le golpeó el hombro suavemente. Él en cambio me dedica una sonrisa apenada.

—¿Estarás bien?

—Totalmente— asiento. —Llamaré a Brynn para que me recoja.

—A veces pienso que deberías cómprate un coche, pero entonces ya no tendría excusa para acompañarte a casa cada día— me sonríe. —Así que por ahora no lo hagas, ¿vale?

—No puedo estar siempre dependiendo de ti o de Brynn. Tendré que comprarme un nuevo auto eventualmente— suspiro.

Él asiente. —Lo compensaré, ¿Sí?— pone su mano suavemente sobre mi mejilla.

—Nos vemos— se comienza a alejar pero se voltea a verme nuevamente antes de voltear la esquina.

Decido ni siquiera intentar llamarla, porque sea lo que sea que está haciendo, no quiero molestarlas. Tocará día de transporte público, supongo. Pero prometo que lo primero que haré en mi siguiente día libre, será ir a una automotora para elegir el nuevo modelo. Que le den al seguro y su «tiempo de espera». No hay esperanza de que pueda recuperar el antiguo.

Bajo por el ascensor y me encamino a la salida. En cuanto Nick, el conserje me ve salir sola, se pone de pie y me llama para que lo espere. Siempre me quedo asombrada de su amabilidad. No creo que sea parte del contrato el abrir y cerrar la puerta para todo el mundo, pero él siempre lo hace con la sonrisa más grande en su rostro. Ya debe haber desarrollado unos músculos potentes solo por esa puerta.

—Yo la ayudo con eso— me dice. —No se preocupe.

Abre la puerta para mí y espera pacientemente a que pase.

—Muchas gracias. Que tenga buen turno.

—Buen regreso a casa— responde él y cierra detrás de mí. Le dedico una sonrisa antes de voltearme.

—¡Eres una maldita perra traidora!— grita alguien. Segundos después una mano aterriza sobre mi mejilla.

Creo que eso es todo lo que falta para dejarme totalmente ida. Enderezo la acara y busco a la dueña de tal cumplido. Me encuentro con una chica de cabello negro y corto que no le toca los hombros. Lleva flequillo un poco más arriba de las cejas. Su piel es clara y sus ojos café le hacen contraste perfecto. Ve vestida con un pantalón de buso con rayas blancas a los costados y una sudadera corta color rosa que deja ver su esbelto abdomen. Detrás de ella un chico le sujeta la mano, como si creyera que en cualquier momento volverá a abofetearme. Ambas nos tomamos una pausa mirando a la otra y recuperando el aire que la euforia acaba de quitarnos.

—¡Sabia que eras tú!— continua. —Hustler decía que jamás serias capaz de algo así. ¿Ya ves como si lo era?— la pregunta la dirige hacia su compañero, quien por descarte supongo que debe ser Hustler.

La velocidad del vacíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora