3. Tu Mirada ³

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LIego otro lunes en el que mi vida sería un poco mas complicada, pero no menos feliz. Iría a la escuela desde las ocho de la mañana, a tomar dos clases teóricas y una práctica.
Comenzaba a trabajar en un taller de escultura, sabia que necesitaba desenvolverme más en esa materia porque me inicié en las artes pintando y dibujando, la escultura era todo un reto. No lo hacía mal, tenía muchas ganas de mejorar, pero ahora debía dividir mi atención entre las clases los talleres, el trabajo y mi vida fuera de tantas obligaciones. A la una de la tarde salía corriendo hacia la galería, que no estaba muy lejos, comía algo en el camino y llegaba a tiempo para hacer el turno de la tarde hasta que fuera hora de cerrar.

-Buenas tardes -saludó Sebastian sin levantar la vista de los documentos que revisaba cuando entré a la oficina-. Por favor, ayúdame a coordinar un evento para la semana que viene. Tienes la información en tu escritorio.

Ahora Sebastian se vestía diferente, igual de guapo que la vez anterior, pero más serio, y con un look seventies.

-Y sobre tu asunto de la semana pasada, Ana -dijo-. descuida. A Olivia ya se le olvidó. Hagamos de cuenta que esta es tu primera semana, con mucho trabajo pero toda la ayuda de mi parte.

-Gracias, Sebastian. De todo corazón

El sonrió y continuó revisando sus documentos y yo comencé a hacer lo mío. En verdad estaba fascinada con todo lo que leía en los catálogos. Las descripciones me ayudaban a imaginar cómo habían sido creadas esas obras: los colores, el material, los procedimientos, el tiempo que le tomo al artista pintar un cuadro, esculpir una figura o arla
una pieza. Los sentidos en mi cabeza tomaban otro rumbo, estaba más alerta y procesaba toda esa informacion con mucho más interes porque ahora ocupaba un doble espacio en mi vida.

Ana -dijo Sebastian, Con una voz serena pero firme, como era su personalidad-, salgo en un momento, debo ir a ver a un par de galeristas. Tal vez no venga mañana, llámame si necesitas algo, lo que sea.

-Eso haré, confía en mí -le respondí.

Sebastian salió de la oficina, ahora yo quedaba a cargo como en los días pasados, pero con mucha más confianza que antes. Mi trabajo urgente era ir al taller a tomar fotografías de las piezas que se irían como préstamo a un museo en Chicago, así que agarré la cámara del otro escritorio y salí para comenzar de inmediato. Mientras acomodaba el
fondo blanco, la puerta se abrió.

-Eres la chica nueva? -escuché la voz de un hombre. Contesté que sí sin levantar la mirada-. Y acaso no saludas? -dijo de nuevo.

Cuando volteé a verlo, honestamente me impresionó, era muy guapo. No estaba vestido igual que los demás asistentes, sino de forma biker style: llevaba unos jeans negros, botas negras y chamarra de piel negra con cadenas y collares plateados. Parecía sacado de un catálogo de modelos.

-Soy Ana Lee, la actual asistente de Sebastian -dije, y volvi a concentrarme en las fotograis.

-Interesante -contestó-. Esas fotografías no deberian ser haci, te falta iluminar más las tomas. Yo que tú, traeria un par de lámparas para hacer esto.

-Gracias, lo resolveré en un momento. Y si no, usaré iluminación por computadora.

-Vaya, vaya. Sabes de todo. Solo era un consejo. Hasta luego, Ana.

Me quedé sin palabras. Desde cuándo otro asistente se preocupaba así por mi trabajo? Después de la mala pasada que me hicieron en mi primer evento, no confiaría ciegamente en los consejos de nadie, solo de Sebastian, y eso si mi empleo no se pone en riesgo. Este chico ni siquiera se veía como un asistente profesional, pero era muy atractivo, y su presencia me desconcentró mucho. Cuando terminé, regresé a mi escritorio para contestar los correos de
los envíos. Si acababa a tiempo, llegaría a mi departamento antes de la lluvia pronosticada para esa noche, y tal vez pudiera desconectarme de todo viendo alguna serie y con comida a domicilio, como en los viejos tiempos.

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Al día siguiente todo se encontraba en orden con la planeación de la semana, podía estar tranquila antes del regreso de Sebastian y tendría tiempo suficiente para redactar informes de préstamo de las obras. Esa tarea, aunque sonaba muy pesada y aburrida, era de mis favoritas, porque proporcionaba información acerca de las galerías y museos con los que F•24 tenía convenios. Lo único que necesitaba era mucha concentración para que no se me pasara ningún detalle.

-Entonces esta es tu oficina -dijo el chico que habló conmigo en el taller-. Muy cómoda, por lo que veo.

Aunque me sorprendio su presencia, había sido mi culca, dejé la puerta abierta, pero no entendía qué le daba derecho a meterse asi nada más, sin tocar o avisar. ¿Quién se creía que era?

-Necesitas algo? -pregunté, manteniéndome seria pero cortés, no quería tener otro conflicto con alguno de mis compañeros-. No sé tu nombre, eres nuevo?

-Digamos que sí, que soy nuevo, pero no tanto como tú. Qué agradable espacio.

-Mira, no quiero ser grosera, pero tengo que entregar esto a la señora olivia. Si necesitas ayuda, en este momento no...

-La señora Olivia, claro -interrumpió. Su tono no me gustaba en absoluto, incluso sentía que se burlaba un poco de mí y de mi trabajo-. Todos tienen que entregar algo urgente a la señora Olivia. No te atrases, Ana, continúa.

En serio, qué le pasaba a ese tipo? Qué clase de comentario era ese? Si creía que iba a caer en su juego de hablar mal de mis jefes para que fuera a acusarme, estaba en un error. Ya podía hacerme una idea de cómo eran las personas ahí en la galería. Recordé la recomendación de mi tia abuela Susan, pero me resultaba imposible hacer una buena alianza con compañeros asl.

Pude verlo un poco mejor: era alto, de piel pálida, ojos verdes, cabello negro, sin barba, alto de 1.90 y un cuerpo bien formado, como si hiciera ejercicio, cualquier persona hubiera volteado a verlo en la calle, y yo lo habría hecho.

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Finalmente Soy Yo • Lesslie PolinesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora