1. Empezar De Cero ²

2.9K 169 7
                                    

2/2

  Es cierto que Nueva York puede ser el lugar más fascinante del mundo, pero cuando llegué solo me importaba experimentar y aprender, dar lo mejor en la academia, perfeccionar mi técnica en dibujo y pintura, aunque los profesores decían que debía iniciarme en otras disciplinas, como la escultura y el grabado. Mi tutora fue muy clara conmigo: "Si no dejas atrás lo que ya conoces y te abres a nuevas posibilidades, no conseguirás ser auténtica con tu arte".  Y eso hice, comenzando por mudarme a un espacio que me gustara.

Me di a la tarea de buscar departamentos en renta cerca de la escuela. Luego de visitar más de una docena sin que alguno me convenciera, y estando a punto de resignarme a pasar el resto de mis años como estudiante en el departamento frío, húmedo y lejano donde vivía, que no me agradaba para nada, llegué al lugar perfecto: uno amplio pero acogedor, con una ventana enorme en la sala, por donde entraba muy buena luz para trabajar. Su ubicación en Madison Avenue 660 me facilitaba todo, desde llegar temprano a la escuela, ya que solo tardaría veinte minutos en auto, hasta poder ir caminando a Central Park o a las cafeterías en las que tanto me gustaba pasar la mañana.
  Inmediatamente firmé para mudarme a fin de mes. Viendo el tamaño del lugar, podría compartirlo con una o dos personas más, así que puse un anuncio en un sitio de internet y recibía varias candidatas.

  Conseguir compañera de departamento no fue tan sencillo como imaginé: cuando ellas llegaban a ver el espacio y a hablarme de sus vidas en la ciudad, no terminaba de sentirme cómoda con alguna. Quizá por mi personalidad tan determinante, no lograba hacer clic del todo. Recibí a mas de dieciocho sin que alguna me convenciera.  Cuando

Ya me había dado por vencida llegó, al final del día, una chica con ojos verdes, tez cálida, delgada, muy sexy y con un estilo tipo model of-duty. Como si la intuición me señalara con una flecha roja a ma inicada, le dije que si a Hanna.

—La vida en Nueva York no es tan fácil como
pera al principio –dijo Hanna en nuestra primera conversación–.Tratar con tanta gente distinta puede ser una locura, pero si tú, como yo, estas aquí haciendo te apasiona, créeme que tendrás la mejor experiencia de vida.

—Vine a hacer mi sueño realidad a través de la pintura –contesté, devolviéndole la sonrisa– y estar aquí ya es algo grandioso.

—iLo sé! Cada vez que siento que tendré un día complicado, pienso en lo maravilloso que es bailar y estar en el escenario, y todo eso se va de mi mente –dijo Hanna.

Su voz me daba confianza, tenía una mirada sincera y sabía cómo transmitir alegría tan solo platicando. En ese momento le puse una estrellita a su nombre en mi cuaderno de visitas al departamento y le dije que podía mudarse
inmediatamente.

—Estoy segura de que seremos muy buenas compañeras –me dijo, y yo esperaba que así fuera.
Hanna era una chica de mi edad, dinámica, alegre, que habia nacido y crecido en Los Ángeles, con familia mexicana y brasileña, y era tan maravillosa bailando que se había mudado hacía un par de años a Nueva York para estudiar canto, danza y actuacion. Siempre iba y venía con su ropa de bailarina, maquillada para alguna audición, y cuando va vivíamos juntas me la encontraba en la sala haciendo estiramientos desde muy temprano.
   En ese momento fue genial contar con la compañia de alguien a quien podía decirle cómo iba mi día, compartir una taza de café o conversar hasta tarde con sushi y té.

Una de las primeras veces que Hanna y yo salimos a divertirnos fue porque unos chicos del último año de la academia de artes me habían invitado a una fiesta, que sería en un bar de Columbus Avenue, como celebración por su primera exposición en Londres, donde le había ido muy bien.
Recién llegada a la academia había salido un par de veces con las chicas de mi grupo, pero después todas tuvieron distintas actividades y yo me alejé un poco. Ahora estaban en la fiesta, fueron a saludarnos y les presenté a Hanna, que
curiosamente conocía a una de ellas: habían tomado clases de actuación juntas unos meses antes. A veces la ciudad me sorprendía con detalles como ese. Aunque a la fiesta no llegó mucha gente, en esa primera salida Hanna y yo nos divertimos mucho y también estrechamos nuestro lazo de amistad. Me recordó tanto a cuando salía con mis amigas del bachillerato, o cuando Pablo y yo nos reuníamos con los amigos de toda la vida.

Despues de despedirnos de todos, mientras Hanna y yo esperabamos el taxi en la puerta, ella me dijo:

—Había un chico junto a mi, de cabello rizado y un arete la ceja, me dijo que estás muy bonita pero le daba penaacercarse a platicar contigo. –Yo me sonrojé ante el comentario de mi amiga– Me dio su teléfono, por si un día quieres salir con él.

—Ja, ja, ja. Gracias –contesté, halagada por la propuesta–. Pero no creo.

—Por qué? Digo, si se puede saber.

—Creo que no es mi tipo –conteste, pero vi la cara de Hanna, que obviamente no creia mi respuesta–. La verdad es que ahora no estoy pensando en salir con nadie. Llevo un tiempo en Nueva York y, aunque me gusta venir a fiestas y despejarme un poco de la carga en la academia, no me siento con el interés de salir con alguien nuevo. Estuve seis años en una relación, su nombre es Pablo y lo quise mucho,
pero terminamos porque conoció a alguien más.

—Ana, lo siento mucho. No quería abrir una herida.

—Descuida. Para mí eso ya va quedando en el pasado.

—Por eso viniste a Nueva York?-preguntó Hanna,
suavizando un poco más su voz.

—Vine por la escuela, pero no puedo negar que tambien lo hice porque el cambio de vida me iba a ayudar a salir adelante de esa relación. Además, también era momento de dejar atrás ciertas cosas con las que estuve cargando hace algunos años, me siento más libre y eso me a pemitido estar aquí.

—Lo lamento –dijo Hanna, y pasó su brazo por encima de mi hombro para abrazarme–. Pero recuerda que Nueva York es una ciudad enorme, con gente de todo el mundo. Aqui hay miles de posibilidades de ser feliz. Tal vez te sorprenda el amor en estas calles.

Las dos sonreímos, y en ese momento llego nuestro taxi para ir a casa

—Vamos a Madison Avenue 660 –Indicó Hanna.

—Espere, mejor llevenos a Lexington Avenue. Conózco un lugar de comida asiática que es increíble. Todavía podemos sacarle partido a la noche –dije entusiasmada

.

.

¡Primer capitulo! Si te ha gustado deja tu estrellita☆
Que eso me motivaría a seguir escribiendo

2/2

Finalmente Soy Yo • Lesslie PolinesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora