6. Reencuentro ²

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-Si. Lo hemos pensado, lo hemos hablado y quizá pronto suceda. Nuestra relación marcha muy bien y seriamos muy felices viviendo juntos.

Escuchar eso fue un poco extraño, no puedo negarlo,
pero en lugar de ponerme seria o sentirme mal por una noticia que era demasiado obvia, me alegre.

-Me da mucho gusto, Pablo. De todo corazón. Veo que tienes más de una causa en común con ella.

-Así es. A ambos nos interesa hacer algo por los chicos de la casa hogar, y eso se ha convertido en parte importante de nuestra relación. Ana, tú también tienes tus causas, las cosas que te importan, y aunque aún no te des cuenta exactamente de cuáles son, cuando las veas con claridad te sentirás unida a las personas que las compartan contigo.

Volví a abrazarlo. Curiosamente, estábamos debajo de la sombra de un árbol. Pablo interrumpió el abrazo y continuó hablando.

-Por cierto, quedaste en platicarme acerca de ese chico del lobby, Dylan.

-Uf, pues es todo un caso. Entremos de una vez al mu-
seo y te cuento toda la historia.

Como cada vez que estábamos juntos desde que éramos niños, el tiempo pasó muy rápido para nosotros. Después del museo caminamos un par de horas por la orilla del río Sena; nos desviábamos por algunas calles porque cualquier rincón de esa zona de París tiene un encanto que nunca va a dejar de sorprenderme. Cuando vimos la hora, ya pasaba de las cinco de la tarde y ni siquiera habíamos comido, así que compramos unas baguettes y un par de cafés en el camino mientras regresabamos al hotel. Nuestra tradición del café de la tarde continuaba intacta.

-Olivia no me ha llamado, espero que todo esté bajo
control.

Y así era. Olivia ni siquiera se acordaba de mí, había salido a ver a unos clientes acompañada por Dylan, que seguramente se la pasó de mal humor porque le arruinó los planes. Nos encontramos justo en la entrada del hotel Shangri-La cuando Pablo y yo nos despedíamos.

-Buenas noches, señora Olivia -saludó Pablo cuando
Olivia se acercó a entregarme una carpeta con documentos- Mi nombre es Pablo Cooper, no me conoce, pero yo sí conozco su trabajo, mi padre ha comprado algunas de las piezas que usted expone. Admiramos mucho su trayectoria.

-Qué sorpresa. Conozco a tus papás, han sido mis
clientes -dijo ella en el mismo tono amable y encantador que usaba con la gente importante.-

-Entonces se habrán divertido mucho, ¿verdad Ana?
-interrumpió Dylan, enarcando las cejas-. No nos habías dicho que tenías amigos ricos.

-Dylan -intervino Olivia-, los padres de Pablo son
personas muy apreciadas por todos nuestros conocidos. Dales mis saludos, Pablo.

-Así será, señora. Es momento de irme, me alegra
saber que Ana colabora con ustedes.

-¿Por qué no vienes a la exposición? -dijo Olivia-.
Será un gusto que conozcas lo que hemos traído desde Nueva York.

-Pensaba irme mañana temprano, pero me encantaría
asistir. Delo por hecho.

-Muy bien. Ana, encárgate de su invitación. -Olivia
respiró hondo, se irguió y abrió camino-. Hasta luego, señor Cooper. Nos vemos a las nueve de la mañana, Ana.

Dylan nos dirigió una mirada incierta, entre la arrogancia y el desprecio que le veía todos los días.

-No le hagas caso -le dije a Pablo una vez que Dylan se alejó-. Es insoportable.

-Sí. Me imagino.

⭐⭐⭐

Al día siguiente comenzó la parte más pesada del trabajo. Olivia y yo nos fuimos desde temprano a la galería donde la exposición terminaría de ser montada para presentarse al público al día siguiente.

Dylan nos alcanzaría después, dijo que tenía asuntos pendientes. Mucho mejor, pensé; no tenía ganas de lidiar con su mal carácter. Al llegar a la galería Olivia no permaneció mucho tiempo, tenía asuntos importantes que atender mientras yo debía ocuparme de revisar que todo estuviera de acuerdo a los planos y con la mejor distribución posible. A Olivia ya la esperaban para dar varias entrevistas con importantes medios de Europa para hablar de su trabajo como galerista en Nueva York.

Traté de hacer mi trabajo de forma impecable, revise
cada detalle, me tomé la libertad de hacer un par de cambios y el resultado fue muy bueno.

Mientras esperaba unos documentos para llevárselos a
Olivia más tarde, entré a revisar mis redes sociales. Extrañaba a Sebastian, este viaje hubiera sido mejor con él, pero al menos sabía, por sus publicaciones, que el trabajo no le quitaba tiempo de pasarsela bien con sus amigos.

Cuando me di cuenta de la hora, ya eran más de las seis y yo no había tenido tiempo de comer. Escuché una voz familiar y volteé hacia la puerta:

-Entonces esto estuviste haciendo todo el día, Señorita Arcilla -dijo Dylan, mirando la sala principal de la exposición.

-Break Out ya está lista -contesté orgullosa.

-¿Y qué tal tu tour romántico por París? -preguntó
Dylan de repente, dejándome sorprendida.

-Interesante.

-¿Solo interesante? Se supone que esta es la ciudad más romántica del mundo, tu cita debió haber sido más que interesante.

-Tienes razón, Dylan -contesté, sabiendo un poco
cómo jugar con su curiosidad. Es la ciudad más romántica del mundo y las citas no solo son interesantes si se pasea a un costado del río Sena o se visita la Torre Eiffel.

-París es más que eso -dijo Dylan, y rápidamente fue
él quien tuvo el control de la situación, porque se acercó a mí de tal manera que sentí un ligero temblor en las piernas. Estaba nerviosa con sus palabras y la forma en que las decía, pero me sentía muy bien en ese momento-. París siempre es un muy buen escenario.

-Señorita Lee -interrumpió uno de los encargados del
espacio de la exposición. Estos son los documentos para la señora Olivia.

-Gracias, Alexander, yo se los daré -contesté, y tal vez
se dio cuenta del rubor de mis mejillas porque solo sonrió y se fue de ahí.

-Son más de las seis -dijo Dylan, mirando su teléfono-. Todavía hay tiempo de aprovechar lo que queda de la tarde, ¿no crees?

-Tengo que aprovecharlo comiendo algo o me desmayaré antes de llegar al hotel -dije casi por impulso.

-Conozco el mejor lugar de crepas de esta zona. Te revelaré mi secreto si vamos ahora mismo.

No pude resistirme y le dije que sí. Una vez más me desconcertaba la actitud de Dylan, tan arrogante la mayor parte del tiempo y luego teniendo estos cambios súbitos y con detalles que nunca imaginaría.

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Finalmente Soy Yo • Lesslie PolinesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora