8. La Noche ¹

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No podía quitarme de la mente la imagen de Dylan junto a mí en la escalera de la galería. Por más que quería concentrarme en otra cosa, regresaba a ese instante: “Tiene suerte de tener a alguien como tú cerca de ella”. Después de la fiesta en la terraza de la galería las cosas mejoraron, pero por otro lado también comenzaban a ponerse más complicadas.

El artista homenajeado aceptó ser socio de Olivia y hacer, en colaboración con ella, varias exposiciones con amigos suyos que ganaban importantes premios de arte contemporáneo. Como consecuencia, la carga de trabajo y las exigencias de Olivia aumentaron. Me hubiera gustado ver a Dylan en esos días, platicar con él, averiguar un poco más de su vida y su labor como activista, que por fin pudiéramos tener una conversación en serio, pero él no se aparecía por la galería y pronto supe el motivo.

—Quiero que llames a las galerías de Brooklyn a las que hemos hecho envios de obras para préstamos, asegúrate de que todo está bien con ellas –ordenó Olivia desde su escritorio cuando pasé a verla,

—Sí, señora. Sebastian y yo estamos en eso ahora,

—Era trabajo de Dylan. Le encargue algo sencillo, que cualquiera podría solucionar, pero no lo hizo ni lo hará. Mi hijo se fue de la ciudad, no sé a dónde, seguramente con una de esas chicas que siempre están detrás de él.

No pude evitar sentirme algo molesta. Era necesario que dijera esas cosas? Claro que no, yo sabía perfectamente por qué lo hacía, conocía sus celos hacía mí, pero a diferencia de ella, yo sí me imaginaba a qué se debía su ausencia.

Tratar con Olivia a solas siempre era todo un reto: cuando estaba de buenas era encantadora, si hablábamos de trabajo me exigía dar lo mejor de mí porque confiaba en que podía hacerlo, pero cada vez que Dylan salía a colación, veía este lado celoso, de madre sobreprotectora, tal como me dijo Sebastian aquella vez,

—¿No te parece insoportable que haya chicas que persigan a  otros solo porque saben que tienen un papel importante en el arte, Ana? –dijo Olivia, con un tono con el que nunca antes se había dirigido a mí. Ahora sí, además de incómodo, el momento fue molesto–, Chicas que llegan a intentar sacar algún provecho.

—Sí, señora –contesté–. Debe ser horrible.

—Chicas que llegan de cualquier parte solo a eso –ahora mirándome entre enfadada y retadora.

—Así es. Si no tiene otro encargo, debo regresar a terminar esto –respondí, y me levanté de la silla del otro lado del escritorio.

Como Olivia no respondió, salí de inmediato de su oficina.

—Lo hace por molestar, Ana, ya la vas conociendo –comentó Sebastian apenas le conté la conversación–
Además, aunque Dylan sea hermoso y tan varonil, no creo que vaya de aquí para allá con mujeres, como dice su madre. Si tuviera todo el perfil del mujeriego heredero derrochador, créeme que lo demostraría. Tú y yo hemos descubierto a que se debe que falte tanto
por semanas o meses.

—No entiendo la actitud de Olivia, Sebastian. No es correcto que me trate así, no le he dado motivos para que se porte de esa manera.

—A ver, en esta ocasión te voy a hablar como tu jefe inmediato. Si algo te molesta en esta galería, y veo que no es una sola cosa, sino muchas y ya son insostenibles, espera a que pase la gala que se hace a mediados de diciembre y renuncia. O toma un break antes de eso. Desde el inicio te dije que iba a ser muy pesado, se pone cada vez peor, lo sé, y aunque trato de apoyarte en lo que puedo, esto viene de nuestra jefa. Si no puedes soportar a alguien así, es mejor que estés feliz en otro lugar. Tal vez Olivia no sabe marcar la diferencia entre los asuntos de la oficina y los que se relacionan con su hijo, al que adora y cela, pero tú sí, o deberías.

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Finalmente Soy Yo • Lesslie PolinesiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora