Suena el timbre

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Una lágrima cae en mi almohada
mojando y arruinando lo que creo recordar
que es sentir.

Ahora no puedo sentir;
ni pena ni ira ni amor.

Pasan meses y de repente tocan a la puerta
y me encuentro cara a cara con mi antigua yo;
la verdadera, o eso dice.

Me saluda indiferente, con la cara pálida
y la realidad de su parte.

Me mira y se queda helada
por la sorpresa de quién me he convertido.

"Alguien no es así, pero tú si."
Son sus únicas palabras.

Me mira a los ojos y se atreve a sonreírme.
Me echaba de menos.
Lo hace.
Y me hace sentir;
Pena, ira y amor;
amor a la tristeza y la rabia.

Cada vez que suena el timbre entro en pánico.
"¿Y si es ella?"
Me pregunto con la mano en el pecho.
Sintiendo una presión indescriptible.

Cuando me mira; me vuelvo apática a la vida.
No quiero trabajar, estudiar, sentir ni estar.
Absolutamente nada.
Me incomoda mi existencia y la de los demás.

Y menos amor. No me dejar sentir amor.
No me apetece sentir en mis huesos el deseo.
Mis músculos no quieren
contraerse en pleno orgasmo.
No quieren; y no les puedo obligar,
porque no me gusta obligarme a sentir.

"Odio a esa chica" pienso mientras le dejo pasar a mi habitación.
"La odio, tanto tantísimo,
que ya ni si quiera me sirve destrozarla"

Historia que técnicamente no es una historia pero que podría serlo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora