Alguien tenía muchas preguntas.
Tantas que un día su mente se fue para no volver. Desde aquel entonces Alguien ya no volvió a ser la misma.
Se encontraba delante del espejo de su baño. Un baño bonito, pero al fin y al cabo solo era un baño.
—¿Entiendes? —Le gritaba al espejo. —Solo eres Alguien. —Se autoconvencía.
—A nadie le gusta que seas Nadie. Porque literalmente entonces ellos hablan con nadie.
El espejo no le daba respuestas y la persona de ojos castaños se desesperó.
—¿Por qué nunca puedes contestar? —Decía con odio hacia la persona que se reflejaba en ese fino cristal. —¿Por qué Nadie no puede contestar?
Y se cansó.
Era obvio que no podía hablar con un espejo, no tenía ningún trastorno psicológico, ni problema con la realidad, sabía que solo era un objeto.
—¡Harta! —Gritaba. —¡Harta me tienes! ¡De ti y de tu muda vida!
Tal vez esto le recordaba a alguien. Esto le recordaba a alguien, esto le recordaba a alguien.
—Creo que esto me recuerda a alguien. Creo que esto me recuerda a alguien... Creo que esto... Esto me recuerda a...
Corre, corre, corre, corre.
—¡Estoy corriendo! ¡Corriendo estoy!
Y llegó.
—Llegué. —Abre la puerta como si esta se fuera a romper.
Miedica.
—Creo que me da miedo.
—No tengas miedo.
—¿Quién eres? —Pregunta al aire, pregunta a la voz; se lo pregunta a la persona que está en su mente.
¿Quién eres?
—-Soy tu respuesta, soy tu pesadilla, soy donde vendrás para salvarte. Te rescataré pero con un precio lo suficientemente alto para que no te importe pagarlo. Soy tu amor incondicional, soy tu sueño, tu dueño, y tu nuevo descubrimiento, soy quien quieras que sea, siempre y cuando tú seas Nadie para mí. Tienes que dejarme matarte para poder sobrevivir.
—No te vuelvo a preguntar quién eres, porque yo no sé quién soy y sería injusto para tí. —Habló fuerte, con valor, o casi.
—Te lo dije sin tapujos. Te lo diré con amor. —La voz era aquella que siempre hablaba en los malos momentos aunque normalmente solo decía: corta, corta, corta, corta, corta.
—¿Qué tengo que hacer?
—Pruébalo. —Y lo hizo. Primero lo observó desde lejos, lo miró y lo olfateó con algo de miedo.
—Pero yo nunca he...
—Lo sé. —Dijo con un susurro. —Nunca antes me saborearse, nunca antes me tocaste, nunca antes me oliste y mucho menos, nunca antes me probaste. Ahora, deleitate con mi sabor, ahora aspira profundamente y deja que llegue a lo más profundo de tus pulmones, ahora solo acerca tus labios a mi colchón de algodón y deja sentirme.
—¿Ahora? —Preguntó Alguien con temor. —¿Ahora? ¿Ahora es mi momento? ¡Oh Dios mío! ¿Qué pasará conmigo? ¡Oh Dios mío! ¿Qué pasará con mi inocencia? ¡Oh Dios mío! ¿Qué pasará con mi tiempo y mi adolescencia? ¿Acaso se irán? ¿Acaso se perderán? ¿Acaso me podré perder más? Contesta o nunca jamás probaré de tu deliciosa felicidad momentánea.
—No hay respuestas para tí, sólo preguntas sin respuesta.
—Tienes razón. —Declaró Alguien dejando ir el último suspiro de pureza que quedaba. —Ahora tengo que hacerlo o me iré y nunca jamás volveré. ¿Justo ahora? ¿Era ahora?
Ahora.
Era una especie de cigarro. Pero no era tabaco lo del interior. No era agua, ni hierba del campo, aunque si tenía un color verde que recordaba a ese tipo de hierba.
—¿Qué es?
—¿Quién eres tú?
—Alguien.
—Entonces yo soy Nada. Y ahora vas a experimentar tú primera vez fumándome.
—No puedo hacerlo. —Declaró apartando esa especie de cigarrillo de su boca. —Es demasiado para mí.
—Pruébame. Deléitate con mi sabor, ahógate con mi humor, hazme sentir que tus pulmones me necesitan mientras tus neuronas se debilitan, olvida el dolor y saborea este nuevo manjar que no se come. Pruébame ahora o nunca podrás vivir en paz.
Alguien lo observó por última vez. Una pequeña parte de Alguien decía que no debía cometer ese error, pero Nadie creía firmemente que era la única manera de sobrevivir.
Y se fumó su primer porro.
Ahora Nadie le diría:
Fuma, fuma, fuma, fuma, fuma.
Y Alguien le haría caso.
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Historia que técnicamente no es una historia pero que podría serlo
PoesiaAlguien que está perdida en Todo.