Fiesta

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Alguien y las fiestas

Seguro que alguna vez os habéis sentido fuera de lugar. Como si no importara lo que fueras a decir, como te fueras a comportar o tu aspecto físico, simplemente no encajas allí, y por mucho que intentes, por mucho que te esfuerces, no lo vas a conseguir, porque no es tu sitio.

Pero ¿qué pasa cuando no sabes cuál es tu sitio? si es que existe, claro.

¿Y si no es el sitio es la persona?

Si la situación se repite una y otra vez en el paso del tiempo, entonces ¿son las personas que le rodean o es esa Alguien perdida, siempre sola en alguna fiesta?

A veces parecía que si que se iba a poder integrar, pero un par de sonrisas al aire no iban a hacer que fuera la reina de la fiesta, que tampoco quería serlo, solo ser una más.

¿Sabéis esa escena de película adolescente donde la chica se encuentra en una esquina de la fiesta con un vaso alcoholizado observando cada milímetro del entorno? Cada persona, cada mirada, cada risa.

Esa era Alguien.

Mientras un cigarrillo se iba desgastando en su  mano derecha la gente parecía pasárselo bien.

Pero ¿y Alguien? ¿se lo estaba pasando bien? A veces hablaba, a veces bailaba, a veces casi parecía que encajaba, pero siempre existía un casi en su vida.

Casi.

Y como caído del cielo empezaron a llover miles de inseguridades en su cabeza.

—¿Seré yo? ¿Será mi pelo? ¿Mi forma de expresarme o lo que explico? —Se para a observar. —¿Esa se está riendo de mis pantalones? ¿o acaso de como bailo? ¿me está mirando o solo es mi paranoia? yo creo que susurran algo de mí. —Aparta la mirada y se centra en su ropa. — ¿Ahora de qué se ríe? Son mi pantalones, seguro. O tal vez es porque estoy sola en medio de la gente, ¿soy una marginada? —Se pregunta sin saber la respuesta. —¿Por qué nadie se acerca? ¿es que no soy lo suficiente sociable? ¿guapa? ¿delgada? ¿por qué todo el mundo parece sacado de revista aquí?
Quiero llorar me siento horrible.

Ese chico que ha hablado es majo, háblame. —Se dice, le pide a través de los ojos. No lo hace. —¿Por qué
ahora viene esa chica que me cae bien? ¿y por qué ahora se ha ido?
¿Por qué no se ha quedado a hablarme más tiempo?
No soy lo suficiente graciosa.
No soy lo suficiente entretenida o divertida.

Es eso. —Confirma dándole una calada a lo que sea que tuviera entre manos. —Ni bonita. Y
aunque todos los cuerpos son válidos y bonitos el mío no. —Recordaba el feminismo que tanto defendía y tanto le costaba asumir en sí misma.
El mío no. No. —Las ganas de llorar volvían como las oscuras golondrinas de Adolfo Bécquer.
Tengo ganas de llorar. Quiero irme, quiero irme a algún sitio a fumar yo sola y no pensar, no quiero gente no quiero que venga mi prima no quiero a nadie. Quiero estar sola e intentar no hundirme en este barco de papel en el que estoy flotando continúamente.

De repente se hace un porro,
eso le quitará el agobio, o eso cree.
Entra a la casa,
lía,
prende,
piensa,
se quiere ir.
Se acerca el chico.
bien,
guay.
pero no te vayas.
vale, adiós.

De nuevo sola en medio de la fiesta consumiéndole la inseguridad como el porro que tiene en la mano.
¿Será lo que dice, lo que hace o el como se ve? Tal vez era el conjunto entero.

La gente le pregunta
¿No te lo estás pasando bien?
ella:
si
ella:
no.

Es que todos parecen que le juzgan, que se ríen, que todo lo hace mal y diferente a ellos.

Tal vez una cerveza le ayude.
Sí,
No.
Se suelta un poco,
baila con su prima y sus amigas en medio del patio.
Hasta ahí bien.
Parece que empieza a despegar
arranca los motores,
está todo listo para tener un buen viaje.
Se relaciona,
risas,
reggaeton antiguo y su cerebro ocupado desinhibiéndole.
Parece que todo va bien,
parece.
Y de repente
cambio de música,
la gente se dispersa,
y de nuevo termina sola en medio de la fiesta.
Y piensa:
¿por qué todos están hablando, riendo, socializando y sigo aquí? ¿por qué van y vienen como el viento?

Hay algo que no termino de hacer bien. —Se pone a rebuscar entre sus errores. —No lo hago mal. —Confiesa no muy convencida. —Pero es ese casi. Nunca es suficiente. Nunca soy suficiente.

Así que confirma:

no me gusta el pueblo de mi abuela.

Casi creyendo que el verdadero problema es el sitio.

Historia que técnicamente no es una historia pero que podría serlo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora