Indescriptible

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Alguien y el amor

Él era así, indescriptible.

No tenía adjetivos, de verdad que no los tenía. Era definir algo infinito. Era limitar a alguien que no existía.

Se podría describir como la persona que menos conocía en ese mundo y tal vez el siguiente.

Había entregado muchas cosas a aquel desconocido.

Le regaló sus ojos brillantes.
Y también las sonrisas tontas cuando hablaba, y Alguien le miraba de reojo.

Le regaló paciencia, la que no tenía, y que con él aprendió a tenerla.

Le escribió cartas de amor.

Le escribió lo que nunca había escrito; poesía. Y no uno, ni dos, ni siquiera diez poemas, eran muchos más.

Le regaló todo lo que tenía. Sin pedir nada a cambio, por que suponía que eso era el amor, por muchas hostias que se diera contra el mismo muro, seguía creyendo que la cosa no iba con ella, que la situación cambiaría, solo quería sentir más y más, era una droga peor que la cocaína.

Porque Alguien lo juraba, lo juraba delante de todo el universo, lo juraba que era imposible superar el amor que Ella sentía hacia Él, tal vez por esa razón estaba donde estaba y Él estaba dónde estaba; con otra.

Le regaló su virginidad. Y su primer amor.

Y lo primero era lo de menos, lo peor era la marca que le había dejado lo segundo.

A veces estaba bien, incluso con ilusión de comenzar algo nuevo, pero después le recordaba. Bueno, más que recordarle, se acordaba de ella misma. Se recordaba agarrada de su mano sonriendo y riendo por alguna gilipollez que Alguien siempre hacía, y las hacía solo para verle reír, solo para que Todo estuviera feliz, pero no era suficiente.

La sonrisa más indescriptible que Alguien había visto visto y que verá en su vida; la de Todo.

Era esa sonrisa que decía:
"No sabes nada de mí. "

Y que razón. Alguien creyó saberlo todo, o casi todo, pero que equivocada estaba.

Y ahora, cuatro meses después de la  ruptura, sabía que no sabía ni un cuarenta porciento de Él y de su vida.

Se podría describir como un universo, una constelación llena de estrellas, millones y millones de estrellas, y Él solo dejaba que viera las que quería que viera, tal vez cinco, tal vez cien, pero no las suficientes. Nunca podía llegar a ver las suficientes.

Tal vez si hubiera visto las millones de estrellas que escondía detrás de esos ojos tristes, nunca se hubiera enamorado de él, solo tal vez.

Y ojalá hubiera sido así.

Amar estaba bien, siempre y cuando no hubiera una única versión.

Y ese era gran parte del problema.

Defendía lo indefendible. Quería creer lo que no existía. Deseaba ser la única que llegara a tocar cada una de sus estrellas.

Y lo hizo; ya que se estrelló, pero no contra su pecho como Ella quería.

"Puedo escribir los versos más tristes esta noche. " Leía el poema de Neruda.

"Pero seguro que no superan a los míos. " Le respondía Alguien.

Historia que técnicamente no es una historia pero que podría serlo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora