Muerto viviente

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Tristeza. Sentía tristeza mientras observaba la piedra oscura como la noche situada en el cementero de Konoha. La sentía en su pecho, oprimiendo su corazón, dejándole aquella sensación fría de la misma muerte llenando su cuerpo, calando hasta sus huesos mientras mantenía su ojo brilloso por la tristeza fijo en una sola tumba. La única tumba que él visitaría en todo el cementerio. Sus padres estaban vivos. Sus mejores amigos (la mayoría) seguían en Konoha. De todas las personas importantes para él, solamente una faltaba y justamente fue aquella que lo hizo sobrevivir en los más álgido de la batalla contra Yagura.

Uchiha Shisui.

Naruto mantuvo las manos metidas dentro de los bolsillos de su chaleco táctico, habiendo dejado atrás el uniforme de ANBU por un tiempo más. Los planes del Señor del Fuego se estaban fraguando lentamente y pronto, antes de la tercera fase fuera llevada, ellos lanzarían el golpe contra los enemigos de Konoha y del Hokage.

Ah~ odio tanto eso.

Rascó su nuca levemente, sacando un pequeño vaso y una botella del País del Té, conteniendo el mejor sake de las Naciones Elementales. Había sido hecho artesanalmente por una familia amorosa, más precisamente por la hija mayor, y debía señalar que estaba bastante bueno. Su madre preferiría otros tipos de sake, pero él se dejaría encandilar por los artesanales. Tal vez era por la hermosa chica en yukata verde pálido que solía hacerlo, o por el aroma...pero aquel sake artesanal era embriagador, amoroso y llenaba su alma de un abrasador cariño maternal.

Naruto colocó la botella sobre la tumba, moviéndose ligeramente para tomar posición de geisha frente a la misma, con las manos sobre sus piernas, observando aquel color oscuro de la misma roca con la que la lápida fue tallada. No fue asesinado en un combate épico. No fue enterrado realmente en aquel lugar. No lo vio, pero Itachi le contó sobre como Shisui cayó hacia el río de espaldas, sin ojos en su rostro y dejando un rastro de lágrimas sangrientas rojas como el mismo vino veraniego.

Aquella imagen no se iba de su mente.

―Veo que también estas aquí.

Naruto respiró hondo, relajando su cuerpo ante la nítida voz de Hatake Kakashi en su espalda, sonando relajado, algo más tranquilo y menos alegre de lo habitual. Era normal. Tanto él como el Hatake visitaban a sus viejos amigos muertos y enterrados en aquel lugar. Aunque para Kakashi era más sencillo. Obito y Rin estaban realmente enterrados en aquel lugar, mientras Shisui había sido devorado por el río y su cuerpo jamás fue encontrado. En este tiempo, su piel habría sido devorada por los peces dejando solamente los huesos en lo profundo del mar.

―Kakashi. Hola―susurró el rubio Senju, manteniendo el ojo sobre la tumba. Sentía aquella ansiedad, aquel frío entrando en su cuerpo―. ¿No quieres un poco?

Con un gesto, señaló hacia la botella de sake sobre la tumba. Al lado, un platillo hacia la función de vaso. Era el típico vaso de sake con forma de plato pequeño, como si fuera de juguete.

―Algo de sake no viene mal―aceptó el peliplateado, dando una sonrisa característica de ojo, aceptando el platillo que Naruto le tendió. Imitando a su compañero, amigo y hermano, el Hatake tomó la misma posición que el Senju con las piernas bajo su cuerpo, en posición de geisha con el platillo entre sus manos enguantadas. Naruto estiró el brazo, tomando la botella con la mano y vertí algo del líquido sobre el recipiente de Kakashi, pasando luego al suyo―. Huele interesante. ¿Qué lleva?

―Además de agua, arroz y fermentos, Akiko-chan echó la miel que tanto le cuesta a su padre cultivar―respondió, dejando la botella sobre la tumba nuevamente.

Kakashi aspiró aquel aroma, captando el dulce olor de la miel llenando sus fosas nasales. Había probado todo tipo de sake que había pasado por Konoha, incluso de algunos países extranjeros, pero aquel sake con el fino olor a miel, lo llenaron completamente de calidez, como si su madre hubiera vuelto y fuera abrazado amorosamente.

A.N.B.U: El Último SenjuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora